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El «hackeo» ruso

Recientes revelaciones y testimonios han demostrado que la operación rusa dirigida a los sistemas estatales y locales de votación era más amplia y más intrusiva de lo que se pensaba

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El último número de la revista TIME dedica su portada y su artículo central [Inside the Secret Plan to Stop Vladimir Putin’s U.S. Election Plot], bajo la firma de Massimo Calabresi, en el cual hace una detallada relación de los diversos intentos de los rusos de interferir en las elecciones presidenciales del pasado 8 de noviembre, así como los esfuerzos del Gobierno de Barack Obama de reducir o eliminar las consecuencias de esos intentos.

El primer intento se produjo, o más bien se detectó, el 7 de junio en Riverside County en las primarias presidenciales, los votantes molestos querían que el fiscal del condado supiera que se les había impedido votar. “Había gente llamando a nuestra oficina y presentando quejas de que habían intentado votar y que su registro había sido cambiado sin que ellos lo supieran”.

A todos los que habían sido bloqueados de votar se les había ofrecido una boleta provisional, y la mayoría había emitido sus votos de esa manera. Pero a medida que los investigadores excavaban más profundamente, las cosas parecían menos inocuas.

En los días posteriores a la votación, más personas comenzaron a decir que también habían tenido problemas con su registro de votantes en el día de la primaria. En al menos media docena de casos, los investigadores concluyeron que los cambios habían sido hechos por piratas informáticos que habían utilizado información privada, como el Seguro Social o números de licencia de conducir, para acceder a la base de datos central de registro de votantes de todo el estado de California.

Fue sólo meses más tarde que los investigadores se dieron cuenta que socavar la fe de los votantes puede haber sido el verdadero interés en el Riverside “hackeo”. En los meses que siguieron a las primarias de California, los investigadores federales descubrieron que los hackers rusos habían penetrado en más de 20 sistemas electorales estatales y locales e intentado alterar el registro de votantes en varios de ellos. Mirando hacia atrás en los eventos en el condado de Riverside, los funcionarios de ciberseguridad en la Casa Blanca se preguntaban si había sido una prueba ejecutada por los rusos. “Parecía un ciberataque probando qué tipo de caos podrían desencadenar el día de las elecciones”.

Cerca de tres semanas después de que el condado de Riverside fue “hackeado”, un agente ruso entró en el sitio web de registro de votantes de una de las 109 jurisdicciones electorales de Illinois, cada uno de los cuales tiene su propio sistema de votación. Pero en lugar de introducir su información personal en uno de los campos de nombres y direcciones, el hacker cargó una cadena de código malicioso preescrito, ejecutando un clásico hack conocido como inyección de SQL. Con eso, el hacker abrió una puerta trasera a los 15 millones de archivos de los votantes pasados y actuales en el estado desde 2006. Y durante casi tres semanas, nadie supo que estaba allí.

Después del “hackeo” de Illinois se produjo otro similar casi al mismo tiempo en Arizona, “nos dimos cuenta de que estábamos jugando un juego diferente”. Los rusos no sólo estaban robando información con el propósito simplemente de recolectarla, el equipo de investigadores concluyó que mostraban una posible intención de inmiscuirse en el voto.

A mediados de agosto, el grupo de investigadores había llegado a la conclusión de que los rusos se habían infiltrado en los sistemas electorales de Florida y Nuevo México. En Tennessee, los hackers habían penetrado el sistema de finanzas de campaña del estado. Pronto el número de estados sondeados por los rusos había alcanzado la mitad de todos los estados, y estaba claro que los rusos habían tratado de “hackear” a todos; La única pregunta era cuán exitosos habían sido.

El FBI, el Departamento de Seguridad Nacional (DHS, por sus siglas en inglés) y los servicios de inteligencia estadounidenses trabajaron para identificar a los hackers y determinar la extensión de su operación de influencia maliciosa. Lucharon para ayudar a los estados a proteger sus boletas de votación y sus listas de votantes, sólo para convertirse en sospechosos de querer intervenir en medio de un creciente partidismo.

Recientes revelaciones y testimonios han demostrado que la operación rusa dirigida a los sistemas estatales y locales de votación era más amplia y más intrusiva de lo que se pensaba. También han demostrado que nuestros sistemas electorales siguen siendo vulnerables a diferentes tipos de ataques diseñados para socavar no el conteo de votos sino la fe de Estados Unidos en el resultado. La intromisión electoral es menos acerca de los votos pasados que de los próximos.

Los intentos de la administración de brindar protección a los estados fracasaron por el alto nivel de desconfianza de los mismos ante cualquier intromisión del gobierno central. A Obama no le quedó otra alternativa, paralizado por la política interna, trató de frustrar la amenaza directamente en el extranjero. En una famosa reunión cara a cara con Putin a principios de septiembre en Hangzhou, China, Obama le advirtió que “cortara” o se enfrentaría a consecuencias no especificadas.

Los ataques se detuvieron para empezar nuevamente en octubre con un ataque a la compañía que provee el software y los equipos para las elecciones en por lo menos ocho estados.

Al final, al darse cuenta de que poco podían hacer para detener lo que temían podría ser un ataque final ruso a la votación, los federales elaboraron un plan [para leer el plan dar clic aquí] extraordinario para limitar el daño en el día de las elecciones y en los días posteriores.

Cuando se cerraron las urnas y se estableció la elección de Donald Trump, algunos de los miembros de la Casa Blanca celebraron el hecho de que no hubo ningún ataque perjudicial. El 25 de noviembre, en medio de conversaciones sobre posibles desafíos a la votación en Wisconsin, Pensilvania y Michigan, la Casa Blanca emitió un comunicado diciendo: “Apoyamos nuestros resultados electorales, que reflejan con precisión la voluntad del pueblo estadounidense. Nuestras elecciones fueron libres y justas desde la perspectiva de la ciberseguridad”. Pero a medida que las llamadas y las dudas se desvanecieron, las desconfianzas sobre la seguridad del sistema electoral se extendió.

El enfoque de los funcionarios cibernéticos y de contrainteligencia del FBI en el “hackeo” de los correos electrónicos de Hillary Clinton, parece ser un espectacular error en retrospectiva. El verdadero interés era el de desacreditar el sistema electoral, fundamento de la democracia norteamericana. “Una vez que la gente pierde la fe de que las elecciones son justas y honestas, entonces todo nuestro sistema de gobierno está en peligro”.

Después de leer el artículo, mucho más profundo y detallado que esta breve síntesis, surgen muchas preguntas, suponiendo que el artículo no cae dentro de la amplia, continuada y nunca demostrada categoría de los “fake news”:

  • ¿Por qué Trump sigue negando la intervención rusa en las pasadas elecciones, si él debe tener mucha más información que la ofrecida por la revista TIME?
  • ¿Por qué Trump ha acusado a la administración anterior de no haber hecho nada en contra del “hackeo” ruso que él contradictoriamente dice que no ocurrió?
  • ¿Por qué Trump les hizo el juego a los rusos diciendo en varias ocasiones que las elecciones estaban amañadas?
  • ¿Por qué el Congreso se ha visto obligado a codificar las medidas tomadas por la anterior administración en contra de Rusia?

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