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Fortún: Una entrevista con Marcos Miranda

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una entrevista de Denis Fortún

La primera vez que vi a Marcos Miranda -recién llegado yo a Miami- fue en la librería Books and Books, de la ciudad de Coral Gables. Sentí que redescubría a alguien que suponía olvidado. Sin embargo, los innumerables personajes que interpretó en la televisión cubana, lo mismo en programas de corte infantil o dramatizados para adultos -sobre todo en el serial “En Silencio…”-, me dio el fácil pretexto para recordarlo enseguida, sin apenas cruzar palabra con él. Hoy, cuatro años después, le hago una entrevista al que considero un artista, dramaturgo y profesor que sin dudas cuenta con un sólido espacio dentro de la cultura cubana en general, sin importar orillas.

¿Por qué Marcos Miranda se va de Cuba en un momento donde la vanguardia artística cubana aparentaba un compromiso fuerte con la Revolución?

El año 1980 fue definitorio para todos los que de una forma u otra disentíamos del proceso. A mí se me acusó de ser el cerebro de una especie de conspiración en la que se pretendía sacar a varios artistas de Cuba, y por eso, lógicamente, fui citado a Villa Marista. Después de semejante acusación, opté por el exilio, y acerté. No sé a quién se le ocurrió aquella descabellada idea, pero quien haya sido, cambió el rumbo de mi vida. Pues aunque mi familia en el ochenta envió un barco a través del puerto del Mariel para recogernos a mi esposa y a mi hija menor, las autoridades jamás fueron a buscarnos. En verdad, el gobierno fue quien nos conminó a irnos.

¿Vienes directamente a Miami o tienes tu “largo viaje” como muchos otros cubanos?

Mi salida definitiva de Cuba no pasó hasta 1984, y lo hice por España, donde viví 7 años. Una experiencia extraordinaria, que me devolvió la fe en la humanidad, que casi pierdo en Cuba. Desde año 1980 hasta el 1984, fue una época muy dura en la isla para todos los que presentamos nuestra salida del país. Nos sacaron del trabajo y sin posibilidades de recuperarlo o encontrar nuevos. Recuérdese que el sistema comunista no permite la actividad laboral privada de manera oficial, y en aquel momento no existían empresas mixtas ni corporaciones extranjeras donde pudiéramos prestar nuestros servicios ni mi esposa ni yo. La única posibilidad o camino a tomar cristalizó en hacernos artesanos (más bien zapateros) y vender nuestra producción en La Plaza de La Catedral.

¿Entonces puedo asumir que te arrestaron en la famosa “Operación Adoquín”, donde muchos artesanos, sin prueba o delito aparente, fueron a parar a los calabozos del DTI en La Habana?

No. Nunca me di a conocer como artesano. Jamás me inscribí como tal. Y aunque lo hubiese querido, como era mi deseo realmente, mi condición de “gusano” que se iba del país, me lo impedía. Mi hermano Carlos, y mi amigo, el actor Mike Romay (e.p.d.), vendían mi producción. Creo que me salvé porque nunca fui a La Plaza, a pesar de que a Norma, mi esposa, y a mí, nos interesaba aquel peculiar movimiento artístico, y también empresarial, donde el arte y la gestión de ventas se pusieron de manifiesto, y de manera muy próspera e independiente, como no había pasado antes del 59. Además, mis pocas apariciones en la calle como cualquier ciudadano de a pie y sin acceso a los medios, que hice luego de mi renuncia al ICRT como director, escritor y actor, bastaron para que fuera llamado nuevamente al Departamento de Seguridad del Estado, donde se me “aconsejó” que no saliera a la calle porque el público me reconocía como El Ingeniero de “En silencio ha tenido que ser” o El Abuelo Paco de “Variedades Infantiles”. Eso, según “ellos”, “ponía en peligro” el permiso para mi salida definitiva de Cuba. De modo que, a partir de ese momento, comenzó mi condena de cuatro años de prisión domiciliaria.

En el serial “En Silencio…” interpretas un personaje “negativo”, que la gente disfrutó, aún cuando se trataba de un tipo “cobarde”. Cuéntame de esa experiencia en general.

Abelardo Vidal, escritor de la serie y amigo mío, me habló para que interpretara El Ingeniero, y cuando me leí el guión, lo rechacé a pesar de ser un excelente personaje. La razón fue simple, estaba aburrido de que me encasillaran en personajes negativos: nazis, alzados, drogadictos, proxenetas, asesinos, desafectos al sistema, etc., etc. La tendencia a ese tipo de rol, aún cuando me ofrecía una excelente posibilidad de desdoblamiento en el trabajo actoral, le ocasionaba a mis dos hijas menores conflictos en la escuela, al extremo de que en una oportunidad tuve que hablar con la directora del plantel para que tomara medidas encaminadas a controlar las reacciones de los alumnos con las niñas. Al final acepté el papel a instancias de Vidal, quien me afirmó que El Ingeniero tendría un cambio radical en su comportamiento en el transcurso de la serie, y que terminaría siendo un personaje positivo. Esto jamás ocurrió. De todas maneras, se trató de una gran experiencia, y tuve la oportunidad de convertir a un personaje desafecto a la revolución, en un hombre de carne y hueso, libre de esquemas, y con una proyección humana que trascendió al público, a pesar de sus contradicciones personales.

Recién la Editorial Baquiana publicó “Desde las dos orillas”, una trilogía de tu autoría -de muy buena factura, además- que incluye a “Lina”, puesta en escena a la que cierta crítica no le dio muy buen trato, sobre todo por considerar fuera de contexto el hecho de que a un artista cubano le negaran la salida en 1959. ¿Cuentas con elementos que aseguren lo contrario, y que en fecha tan temprana ya existían las órdenes específicas para que frenasen un supuesto éxodo de artistas cubanos al exterior?

Por supuesto, no es menos cierto que durante los primeros meses del mal llamado triunfo revolucionario, el éxodo no fue sólo de artistas, sino de muchas personas que tuvieron la claridad de atisbar el futuro, y tomaron el camino del exilio; muchos que quisieron viajar no pudieron por diversas razones. En aquel momento el régimen no avistaba la masividad que vendría después, pero ya imponían ciertas restricciones para salir del país. En aquel maremagno, los intelectuales y artistas no fueron una excepción.

Ahora bien, el tiempo en una obra de teatro se da, a diferencia de la obra literaria, de muchas maneras: cambios de vestuario, maquillaje, utilería, etc., o distanciando al espectador de otros elementos gráficos, como proyecciones, carteles… que no es el caso. Resulta imposible en una hora y cuarenta y cinco minutos hacer una cronología en tiempo, y de todos los acontecimientos que afectaron a los artistas de la televisión cubana. El régimen, cada vez más, empezó a “apretar” las posibilidades de salir del país, y en esa enmarañada situación se vio la protagonista de mi obra. No sé si son muchos o pocos los actores y actrices que se quedaron atrapados. Yo, personalmente, conozco algunos casos (que me reservo por razones obvias, pues viven en Cuba). Respeto a los críticos, su trabajo es criticar. Pero es el público quien tiene siempre la última palabra.

¿El personaje de Ricardo es una referencia a una alta autoridad cultural o política de la Isla?

No. Ricardo no es un dirigente, es un creador. Un individuo convencido de que su talento está por encima del bien, el mal, y en el fondo es víctima de sí mismo, de su egocentrismo, de su falta de tolerancia, de su soledad, de su ambición, y de su gran inseguridad frente a la vida y a sus relaciones personales. Es un personaje patético, amoral, lleno de contradicciones, defectos; con un gran talento que no alcanza a palear su terrible personalidad.

¿Lina, acaso es una Rosita Fornés, tal vez una Gina Cabrera, otra gran actriz de las tantas que se quedaron en Cuba luego del 59?

En todas las entrevistas que me han hecho, sostengo que Lina es un compendio de personalidades de las muchas actrices cubanas que desafortunadamente se quedaron por una u otra razón en la isla, y que yo tuve el privilegio de dirigir en televisión. Lina no tiene su homónima en Cuba. Las razones por las que muchas de nuestras primerísimas actrices se quedaron, responden a problemas económicos, familiares, personales, etc. Lina es mi homenaje a todas esas mujeres que dedicaron sus vidas al arte dramático: a las que se fueron y ganaron la libertad, pero perdieron su país; y a las que se quedaron, y sin embargo perdieron la libertad y toda posibilidad de retomar sus carreras en un mundo libre.

Todo escritor se nutre de experiencias personales al momento de escribir su obra. ¿Hay mucho o poco de ti en los personajes que conforman a “Lina”?

Yo soy un escritor comprometido con mi tiempo y con mi entorno. No sé, ni quiero aprender, a desprenderme de lo que fui, de lo que soy, y de lo que persigo cuando escribo. No me propongo, cuando surge el maravilloso fenómeno de la creación de una obra o un personaje, agregarle algún rasgo mío. Si lo hiciera, rompería ese proceso. Ahora, considero que de alguna manera la obra en sí siempre tiene mucho del intelecto y las propias vivencias del autor.

Amparo y Clementina, ¿una historia del ICRT?

Para nada, es un juego escénico. Una tragicomedia donde dos mujeres enfrentan su sexualidad y luchan por lo que quieren alcanzar en sus vidas. Es una obra para dos primeras actrices.

Aunque hoy se anuncian en las carteleras de Miami numerosas presentaciones de teatro, ¿consideras que esta manifestación cuenta con “salud” suficiente como para mantenerse en la preferencia de un determinado público y ser asimismo rentable?

¡Definitivamente sí! Soy un ferviente, y convencido, defensor del teatro en Miami. Considero que una ciudad como ésta debe y tiene que contar con muchas opciones teatrales. Aquí hay espacio para dar cita a todos los géneros. Hay un público diverso sin dudas.

Mi opinión es que muchas personas no asisten más al teatro porque lo que prefieren ver no está en los escenarios con que habitualmente contamos.

Dirigí en el Teatro Bellas Artes la obra “Entre Mujeres”, del autor español Santiago Moncada, que estuvo en cartelera ocho meses, con un éxito absoluto. Se trataba de una pieza. Algunos años atrás, “Mi hijo no es lo que parece”, protagonizada por Pedro de Pool, estuvo un año en la escena del Teatro Martí -tristemente demolido y sin visos de que levanten otro espacio teatral en ese lugar-. En este caso, era una divertida comedia. Miami es la puerta de Latinoamérica en los Estados Unidos, por eso necesita multiplicar y diversificar sus espacios teatrales para verdaderamente convertirse en una capital cultural.

¿Por qué Marcos Miranda está ausente de la televisión en Miami? ¿Qué haces actualmente?

Después que cerré el ciclo (1999-2004) de “Luna Verde”, el programa nocturno que conduje durante esos años y que salió al aire por América Teve, Canal 41, me propuse un receso en la pequeña pantalla local. Estaba agotado, pues entonces era productor de los segmentos humorísticos de “Sábado Gigante” y, además, escribía “Teté Comité” y “Qué pasa en casa”, para Radio Martí, donde continuo escribiendo y dirigiendo un programa de sátira política: “Diario Grampa”.

Actualmente, en TeleMartí, conduzco “En el marco de Marcos”, un programa de entrevista a personalidades de la cultura cubana y latinoamericana en general. El año pasado, después de casi veinte años retirado de la pequeña pantalla como actor, retomé mi carrera en la Telenovela “Pecados ajenos”, para la CadenaTelemundo. Ese mismo año, MegaTV me llamó para interpretar a Roberto, el padre de Gabriel, donde tuve la suerte de trabajar junto a Chayanne, lo cual significó para mí una grata e inolvidable experiencia. En este momento empiezo a grabar la telenovela “El rostro de Analia”, una producción de Telemundo. Como ves no estoy tan ausente de la televisión.

Marcos, para cerrar lo que al final se ha convertido en una extensa entrevista, la que te agradezco sin dudas. ¿Eres una persona comprometida con la reconciliación de una Cuba diferente?

Mi compromiso es con la libertad de Cuba. Comunismo y libertad son antagónicos. Mientras existan los Castro, yo no puedo reconciliarme con ellos, ni con su camarilla. Te cuento algo que me ocurre frecuentemente: cuando llega alguien de visita o que viene a quedarse definitivamente, y me reconoce, me expresa palabras de admiración, de respeto y cariño.

Yo no puedo reconciliarme con un pueblo con el que nunca me disgusté. Ellos, por su parte, jamás se disgustaron conmigo. Yo no me alejé de ellos. No los abandoné. Fue el comunismo y los Castro quienes nos separaron. En mis actuaciones en Miami, quienes asisten a las funciones, me expresan iguales muestras de afecto. Ellos son ese pedazo de pueblo que, como yo, ha venido en contra de su voluntad, huyendo del sistema. Conmigo no hay arreglo. Regresaré a Cuba sin los Castro y sin comunismo.



Aida Levitan, electa por importante fundación de Miami

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La presidenta de The Levitan Group, Inc. y Hispanic Events, Inc., la cubana Aida Levitan, fue elegida este lunes como nueva integrante de la directiva de la Fundación de la Biblioteca de Miami-Dade, organización que recauda fondos para apoyar los programas educativos, culturales y de alfabetización de la Biblioteca del Condado.

Levitan resultó electa junto a otros tres nuevos directores: Nancy Engels, Jane Herron y Matthew Meehan.

Actualmente, Levitan asesora a varias organizaciones, entre ellas a Aetna Insurance, y participa en organizaciones comunitarias y culturales tales como el Fideicomiso del Miami Art Museum y la Junta Directiva de la Cámara de Comercio Latina (CAMACOL).

El noticiero de Rog Noble



De la Paz: Medio siglo de Lunes de Revolución (I)

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un reportaje de Luis de la Paz

En Cuba, los primeros meses de 1959 condujeron a acontecimientos verdaderamente sorprendentes en la vida nacional. Con el advenimiento del año, el dictador Batista abandona con premura el país y comienza un gobierno cuyas primeras medidas asombran y confunden. Por un lado se dictan resoluciones populares, como la reforma agraria. Por otro, juicios sumarísimos mandan al paredón de fusilamiento, o a la cárcel, a cientos de personas, mientras familias visionarias que percibían en Fidel Castro el prototipo del despiadado tirano, parten al exilio. En medio de esa euforia social de incipientes contradicciones y eventos catastróficos, se crea el periódico Revolución, vocero del nuevo gobierno, y poco tiempo después, en marzo, sale a la luz el primer número del suplemento cultural Lunes de Revolución, publicación que a la postre marcaría de una manera definitiva el curso de la cultura y la libertad intelectual en Cuba.

Lunes de Revolución se convirtió desde su aparición en el motor impulsor de la cultura nacional. Su director lo fue el escritor Guillermo Cabrera Infante, el subdirector Pablo Armando Fernández y el diseñador gráfico Jacques Brouté. Prácticamente todos los escritores, pintores y dramaturgos importantes de la época colaboraron con el suplemento o fueron mencionados en algún número. En total entre el 23 de marzo de 1959 y el 6 de noviembre de 1961, se publicaron 131 suplementos. Entre número y número hubo tiranteces, mezquindades (sobre todo con los que estuvieron en torno a la famosa revista literaria Orígenes) y presión ideológica, pero también se dieron a conocer importantes textos literarios que revelaban el alcance de la literatura cubana.

“Yo conocía a Guillermo desde los años cuarenta. Trabajamos juntos en la revista Carteles y sabía que era la persona indicada para dirigir Lunes”, comenta vía telefónica desde San Juan, Puerto Rico, Carlos Franqui, director de Revolución, y persona cercana en aquel entonces a Castro. “Se quería hacer un periodismo moderno, con grandes fotografías y un diseño novedoso”, añade.

El suplemento realmente era de vanguardia. Su primer impacto visual fue la R de Revolución al revés, pero lo importante era el contenido. Para el escritor José Lorenzo Fuentes, “Lunes fue una verdadera revolución dentro de la revolución, y no sólo por su contenido ideo-temático, que ponía énfasis en la libertad creadora, sino por su presentación. El director artístico fue Jacques Brouté, que había dirigido en Francia varias revistas surrealistas, y quien aportó al suplemento un audaz mensaje gráfico en el que destacaba el atrevido manejo de fotos y tipografía”.

Sin duda Lunes de Revolución fue un extraordinario y contradictorio espacio cultural abierto, libre y plural (sobre todo en su primera etapa), en una isla convulsa donde otros medios de comunicación eran expropiados y cerrados por el mismo gobierno que favorecía y financiaba a Revolución y su suplemento cultural. El dramaturgo y ensayista Matías Montes Huidobro también estuvo cerca de Lunes, redactando la columna Retablo, especializada en teatro. Montes Huidobro describe el ambiente que se respiraba en la redacción donde acudía a entregar sus textos: “Había un ambiente, yo diría, que independiente, crítico en cierta medida a la Revolución, pero más bien, en lo que yo recuerde, a niveles de percepción estética ya que los que estábamos interesados en la vanguardia cultural no nos identificábamos con la estética socialista”, apunta.

El suplemento mantenía un ritmo ascendente y aunque había un marcado interés por destacar los temas sociales y la nueva vida bajo la revolución castrista, sus directores manejaron las presiones con habilidad y sabiduría, para mantener el curso cultural de la publicación. A lo largo de su año y medio de existencia se dieron a conocer textos de los más notables escritores del mundo, como Jorge Luis Borges, Octavio Paz, Jean Paul Sartre, Franz Kafka, Federico García Lorca, Pablo Picasso, Albert Camus, James Joyce, Marcel Proust y T. S. Elliot. Entre los autores cubanos que estamparon su firma en Lunes figuran Virgilio Piñera, José Álvarez Baragaño, Calvert Casey, Antón Arrufat, Oscar Hurtado, Natalio Galán, Edmundo Desnoes, Rine Leal, Heberto Padilla y Nicolás Guillén.

En Lunes se hicieron también eco de ensayos políticos del propio Fidel Castro, de Ernesto Guevara, Mao Tse-Tung, León Trotsky y Vladímir llich (Lenin). Se rindió homenaje a intelectuales y se resaltó la cultura de países vecinos y de naciones exóticas y distantes como Guatemala y Laos. Entre los homenajeados estaban Emilio Ballagas, Pablo de la Torriente Brau, José Martí, Pablo Neruda, Ernest Hemingway, Constantin Stanislawski, Federico García Lorca y Pablo Picasso, que fue la última entrega de Lunes de Revolución en noviembre de 1961. “Este último número lo hicimos a manera de protesta indirecta por el cierre, ya que Picasso estaba pintando una paloma de la paz para sustituir el águila del Maine que había sido derribada, y de pronto la esposa de Osmani Cienfuegos, que en aquel entonces era ministro de Obras Públicas, fue a decirle que no siguiera, perdiendo los cubanos la oportunidad de tener una paloma de Picasso”, detalla Franqui sobre el número de cierre.

Para los jóvenes escritores la revista cultural resultaba muy reconfortante y de vanguardia. El entonces joven escritor y dramaturgo Héctor Santiago, que en aquella época se vinculó con el movimiento cultural El Puente fundado por el poeta José Mario, afirma desde Nueva York que “Lunes puso a mi generación en contacto con la cultura europea, con la filosofía de Sartre, con el movimiento beatnik norteamericano, con la disidencia antisoviética, como Pasternak y autores que abrieron otras corrientes de pensamiento”. Luego añade: “Virgilio Piñera tuvo la feliz idea de crear las Ediciones R. Él tenía la visión de que sería el puente entre su generación (1940) y la siguiente (1950) formada por los escritores que regresaban al país tras la caída de la dictadura batistiana y que formaban una amplia gama estilística e ideológica, algunos de los cuales como Lisandro Otero, se plegaron a los nuevos dictados, y otros como Cabrera Infante huyeron”, apunta describiendo la época. Añadiendo: “Lunes gestaba conferencias y conversatorios muy amplios donde se discutía todo con gran libertad, pese a que pronto las diferencias generacionales fueron muy evidentes, y lentamente hubo un poco de prensión contra los jóvenes, particularmente después del Congreso de Poesía celebrado en Camagüey, donde por primera vez se planteó una política de exclusión de los gays de la cultura y se comenzó a ver como un pecado el no estar sometido ciegamente a los postulados marxistas”.

El suplemento cultural comenzó a entrar en crisis tras la polémica que se desató en torno al documental PM de Sabá Cabrera, hermano de Guillermo Cabrera Infante, y Orlando Jiménez Leal. Se trataba de un corto que recogía la vida nocturna habanera en los bares alrededor del puerto. Ese documental, curioso pero menor, fue el detonante que inició la cuesta abajo de Lunes de Revolución y el fin de la libertad cultural en la isla.

Cortesía del Diario las Américas. Pulse aquí para leer entrevista relacionada



La Revista Hispano Cubana en Miami

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La Fundación Hispano Cubana presenta este domingo en Miami, en la librería Books and Books de Coral Gables (265 Aragon Avenue), el último número de su revista, dedicada esta vez a evaluar las secuelas del castrismo cuando se cumplen cincuenta años de la instauración de ese régimen totalitario en Cuba.

El dossier Castrismo, 50 años del desastre contiene trabajos de Armando Añel, Armando de Armas, Oscar Espinosa Chepe, René Gómez Manzano, Pío E. Serrano y Julián B. Sorel. La revista también recoge textos de Beatriz Bernal, Pedro Corzo, Manuel Díaz Martínez, Orlando Fondevila, David Lago, Dennys Matos, Carlos Alberto Montaner, William Navarrete, Raúl Rivero, Vladimiro Roca y Marta Beatriz Roque, entre otros.

En la presentación, que tendrá lugar a las seis de la tarde, participará Orlando Fondevila, editor de la revista que dirige en Madrid Javier Martínez-Corbalán, junto a varios de los escritores publicados en este último número.

Noticiero de Rog Noble



La batalla por otros medios

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La capacidad didáctica de Carlos Alberto Montaner se nos revela una vez más en su penúltimo libro, Cuba, la batalla de ideas (Firmas Press, Miami 2008), una compilación de conferencias, ensayos y artículos redactados por el autor en los últimos años y ahora puestos a confluir armónicamente. Dividido en cuatro partes fundamentales (Debates, La transición, José Martí y La identidad conflictiva), este volumen desarticula el “descomunal y constante esfuerzo por ocultar la realidad” al que el gobierno cubano, con su proverbial destreza eufemística, llama “la batalla de ideas”.

Cuba, la batalla de ideas abre con un prólogo en el que el autor de Viaje al corazón de Cuba ausculta los primeros meses revolucionarios, inmediatamente posteriores a 1959, a través de su experiencia vital. Niño precoz, Carlos Alberto Montaner tuvo el privilegio de descubrir tempranamente, y por partida doble -a una edad muy temprana y de una muy temprana manera- el carácter totalitario de la revolución castrista. Un privilegio que lo llevaría a la cárcel cuando sólo contaba 17 años, en 1961.

Es a partir de su salida de Cuba, tras escapar de prisión, que el actual presidente de la Unión Liberal Cubana desarrolla una carrera literaria y periodística en la que el afán de trascender la exposición de los hechos para proponer explicaciones y/o soluciones a los mismos, marcará distancias. A esta tradición pedagógica, que probablemente Montaner ha llevado más lejos que cualquier otro escritor cubano, pertenece Cuba, la batalla de ideas, una batalla por otros medios que pone al contrario –el régimen castrista- bocabajo y pataleando.

Pero, ¿por qué por otros medios? Porque la “batalla de ideas” anunciada por el régimen de La Habana no es más que una operación propagandística en la que no caben el intercambio de argumentos ni la polémica, dado que el público lector natural, el residente en la Isla, sólo tiene acceso a las “ideas” de uno de los contrincantes. ¿Cómo puede haber batalla si en el campo de batalla por antonomasia, el territorio cubano, sólo dispara al aire un solo ejército? ¿De qué batalla estamos hablando si uno de los dos bandos se niega a enfrentar al otro en un debate abierto? Imaginémonos la arena del circo romano y a un solitario gladiador en el centro, pegando mandobles a diestra y siniestra, sin oposición visible. Es esta suerte de grotesca pantomima lo que puede percibir el público (la sociedad cubana) desde las gradas insulares. Es a esto a lo que se reduce la famosa “batalla” castrista.

Así, en este contexto oportunista, desde el que los lectores de la Isla carecen de contrapartidas, se inscriben libros de reciente aparición en Cuba como, por ejemplo, El Imperio del terror, el cual, según sus patrocinadores, constituye "una investigación acuciosa y oportuna" sobre "una esfera del desarrollo capitalista norteamericano, conducida hasta sus expresiones más recientes". Escrito nada menos que por el coronel del Ministerio del Interior cubano y asistente de Raúl Castro (quien casualmente es su padre), Alejandro Castro Espín, el panfleto supuestamente ofrece "pruebas contundentes sobre la esencia imperial de las fuerzas que ejercen el poder" en Estados Unidos y "los métodos empleados para preservarlo", incluida la manipulación "del sentimiento patriótico".

Precisamente, es a este universo editorial –y mediático- cerrado a cal y canto, oscurantista y acostumbrado a jugar con ventaja, al que se oponen compilaciones como Cuba, la batalla de ideas, un libro de estructura sui generis, en el que se suceden los desmontajes y las refutaciones (son refutados desde el escritor francés Ignacio Ramonet hasta el ex canciller cubano Felipe Pérez Roque, pasando por el propio Fidel Castro). Recomiendo especialmente las secciones “José Martí” y “La identidad conflictiva”, en las que el autor explora algunos ángulos y/o recovecos del nacionalismo cubano hasta arribar a la sociedad posnacional que integran, entre otros, los llamados cuban-americans, o descendientes de cubanos en Estados Unidos.

En cualquier caso, no se puede abandonar el campo de juego, ni siquiera cuando ha sido secuestrado por jugadores que no respetan las reglas, y Carlos Alberto Montaner lo sabe muy bien. Hay que dar la batalla aunque sea por otros medios, y este libro la da por todo lo alto.

Cortesía Libertad Digital



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Autor: Armando Añel

Armando Añel

Escritor, periodista y editor. Reside en Miami, Florida.
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