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Una entrevista con Zoe Valdés

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Armando de Armas le hace esta excelente entrevista a Zoe Valdés, escritora de “personalidad apasionada, herética, erótica, crítica y frontal”, que “no rehúye la polémica y asume lo políticamente incorrecto como una premisa en tanto intelectual”. Como afirma De Armas, la autora de La nada cotidiana no necesita presentación:

Textual: Una entrevista con Zoe Valdés

La nada cotidiana es la novela que la lanza a la fama y el reconocimiento internacional, fama y reconocimiento que, rara avis, hacen justicia al valor literario. Gusana, Patria, Traidor y Yocandra, sobre todo Yocandra, son personajes arquetípicos dentro de las generaciones de los hombres y mujeres nacidos y criados a partir de los finales de la década del cincuenta en Cuba. ¿Cómo se relaciona al presente Zoé Valdés con esa obra? La nada cotidiana resulta un arco tensado en una cuerda entre el dolor y el placer. ¿Cómo logró tensar, trenzar esos opuestos, y disparar la flecha en el blanco?

Sí, es cierto, antes de La nada cotidiana había escrito esa otra novela Sangre azul, que también se publicó en Francia, incluso antes que se editara en Cuba. Yo no esperaba demasiado de La nada cotidiana, más bien poco, por esas mismas razones que esgrimes, en relación a los personajes arquetípicos, y porque además es una novela catarsis, no es para nada cartesiana. No es una novela sobre un período ínfimo y preciso de la historia de Cuba como se ha dicho para deslucirla, porque han dicho que se trata de una novela sobre el período especial; no, es una novela que empieza con un flash back, y de inmediato retoma el año 1959, y sigue hasta el año 1995. Me gusta mucho la numerología, aprecio el sentido literario de la numerología en la vida: 1959-1995. La nada cotidiana es una novela catarsis, y sí, es un arco tensado entre el dolor y el deseo, o el placer, como apuntas, pero para mí es más importante el deseo.

Precisamente estoy escribiendo la novela final que sellará la serie de seis novelas sobre mujeres cubanas: La nada cotidiana, La hija del embajador, Te di la vida entera, Café Nostalgia, Querido primer novio, y esta del cierre, que todavía no daré el título, pero que es la novela con la que redondeo el círculo. No sé si lo volveré a abrir alguna vez, porque es una espiral demasiado caótica. Y en el camino del exilio intenté recobrar un orden. Estoy muy conectada con La nada cotidiana, nunca lo dejé de estar, lo que sucedió es que exploré otros temas, otros mundos, reorganicé mis lecturas, puse cosmos en mi caos, y he regresado al tema más serena.

Siempre intento escribir una novela como si tejiera un tapiz antiguo, eso se me ocurrió hace años, mientras observaba los tapices de La Dama con Unicornio, en el Museo Cluny. Me dije: algún día me gustaría escribir una novela como mismo están entretejidos esos tapices —de hecho en Café Nostalgia la referencia por capítulos es a esos tapices—, que cada hojita hilvanara con otra hojita, y que los hilos nos contaran su recorrido laberíntico. Me gustan los libros donde uno empieza perdiéndose entre el tejido de la escritura y se reencuentra entre las piernas del amante, lo mismo doblada dentro de su pañuelo, o en la palma de su mano, o encima de su espalda. Concibo la escritura como un acto lúdico y sensual, no es una pose, intento siempre homenajear al surrealismo. Y fíjate, volviendo a los tapices de la Dama con Unicornio, son seis, y mientras te escribo advierto que la serie lleva el número seis.

“¿Quién fue esa primera y constante relación de Dánae? No hay sorpresas, fue Tierra Fortuna Munda. Por quien años más tarde ella dejará a su esposo y a sus hijas para recobrar su verdadera dimensión humana”. ¿Es su novela Querido primer novio un canto al amor lésbico, tierno e inquietante a la vez, o un canto a la madre tierra, al regreso seminal desde la urbanidad catastrófica que resulta La Habana bajo el castrismo tal un ciclón que aún no cesa? Tierra Fortuna Munda tiene unas reminiscencias de nigromancia, de culto a la kiyumba, nombre de semidiosa o capitana de caldero en prenda de Palo Monte. ¿Es usted una iniciada en alguna de las ramas de las religiones afrocubanas, eso que el sabio Fernando Ortiz denominó sincretismo y que pudiera no ser más que una de las disímiles vertientes de la gran corriente gnóstica occidental concretándose, manifestándose en el Caribe?

La primera y constante relación de Dánae fue una niña, igual que ella, una adolescente. Mi novela Querido primer novio es un canto al amor lésbico, tierno, inquietante, como apuntas, y también un canto a la madre tierra. Yo deseaba hacerle un homenaje al campo cubano, a los taínos, y a la kiyumba. Soy una iniciada, mi abuela era santera, y por mi padrino estuve muy relacionada con el Palo Monte, viví esa relación maravillosa entre los cultos afrochinocubanos (africano, chino y cubano) y la poesía que se desgaja de ellos. Nunca viví nada de eso con terror, lo asumí como algo natural. Pero lo asumo más como literatura, como lo hizo Lydia Cabrera, que como concepto exclusivamente religioso. A mi juicio la mayor narradora cubana se llama Lydia Cabrera. Querido primer novio es un homenaje a la obra de esta gran mujer, gran antropóloga e intelectual. A mí me interesan mucho los cultos de la tierra, la Diosa Blanca, la fertilidad, creo que esa relación fantástica, en el sentido mismo de la palabra, entre la tierra, el río, el mar, constituye el origen de nuestra riqueza artística, cultural, y que aún estamos muy absorbidos por la ciudad, por el asfalto. Yo soy muy de asfalto, sumamente urbana, pero mi cuerpo necesita de un buen revolcón en la tierra para poder escribir, en el sentido metafórico y en el literal.

Hábleme del libro La ficción Fidel, de cómo lo concibió y de las dificultades que le ha acarreado publicar ese texto. ¿Por qué cree que ha molestado tanto?

La ficción Fidel es un libro que ha venido escribiéndose desde hace años, porque no sólo en él reuní un conjunto de artículos que fui publicando aquí y allá, en el periódico El Mundo, en El Nuevo Herald, entre otros medios de prensa. También hay conferencias, o sencillamente existía el germen de otro libro muy personal, ficción pura, cuyo propósito era contar los sueños que los escritores cubanos han tenido con Castro, o sea, perdón, más bien las pesadillas. Y de este modo decidí reunirlo todo, pesadillas, artículos, conferencias, y principalmente, cotejar la historia tal como la he vivido, contada a mi manera. No me interesa la historia como no sea para escribir ficción. Lo explico en el prólogo. Yo fui un testigo bastante huidizo. Yo huía de la peste, en todos los sentidos, pienso que eso me libró de comprometerme con la basura. Mi modelo es Camus, Albert Camus, no Sartre. Las dificultades de este libro no han sido numerosas, pero sí profundas. Todas tienen que ver con la visión de algunos sobre mi supuesta intención de desprestigiar a una figura que para ellos supone el nec plus ultra de lo grandioso.

Yo no creo en sacralizaciones, mucho menos en el culto a la personalidad. Siempre he sido más bien sacrílega, hereje. Y te confieso que serlo, en contra de un dictador que ha durado cincuenta años en el poder oprimiendo a nuestro país, ha sido de un placer telúrico. Nunca me sentí mejor que cuando tecleaba afiebradamente ese libro en mi cabeza. Lo que importaba en aquel momento era narrar literariamente, y no pasar cuentas de manera científica, y en toda regla de pulcritud. La literatura es subversiva o no lo es. Tú lo sabes, la practicas con tu obra. Escribiste un texto maravilloso sobre mi amigo Fernando Arrabal. Un día, jugando con Arrabal, porque con él siempre se juega, no se habla, se juega, me comentó que uno de los momentos más orgiásticos de su vida fue cuando escribió su Carta abierta a Fidel Castro, antes le había dirigido una al General Franco. Es cierto, hay una especie de orgía entre los sentidos, entre lo prohibido y lo oculto, entre lo que se puede y lo permitido, en el momento en que escribes en contra del odio, de la muerte, en contra de los dictadores, y más cuando ese dictador es de izquierdas, innovación a la cubana.

O sea que las dificultades vinieron después de publicado el libro, en cuanto supe que esas dificultades empezaban me alegré, porque me dije, no pasará inadvertido, les molestará. Una vez más conseguí hincar con la palabra ahí donde les duele. Se supone que es nuestro cometido, ¿no?

He leído que trabaja en una novela sobre la vida del ex gobernante, y general cubano, Fulgencio Batista y Zaldívar. ¿Cómo marcha ese trabajo? ¿Qué la motivó a escribir acerca de Batista? Alguna vez le oí decir que escribiría una novela basada en la vida del prócer independentista Carlos Manuel de Céspedes. ¿Abandonó ese proyecto o simplemente lo demora? ¿Qué tal una novela sobre José Julián Martí Pérez?

Trabajo en tres novelas, en la sexta de la serie de mujeres cubanas, de la que te hablé en mi primera respuesta a esta entrevista; también trabajo en la de Fulgencio Batista y Zaldívar, y en una tercera que constituye la segunda de una trilogía en la que ya involucré a Remedios Varo, en La cazadora de astros. Esta segunda será sobre otra mujer del surrealismo. Y la tercera sobre una cubana del surrealismo. Pero esa cuarta está sólo en el pensamiento.

Escribo mucho porque tengo miedo de quedarme muenga de una mano, o paralítica, o perder la memoria, que ya me sucedió en una ocasión, y porque tengo ganas de hacerlo. No se puede escribir sin ganas. Es algo muy relacionado con el sexo, sin ganas no se puede, sin amor cuesta trabajo. Mis modelos son muchas y muchos. Pero siento una fragilidad muy grande cuando pienso en Jean Rhys, tengo mucho en común con ella, o tal vez viva en un momento donde deseo aferrarme a ella, a su obra. Tuve un tiempo en el que viví muy agarrada a Baudelaire, otro a Proust, otro a Yourcenar, a Anaïs Nin, otro correspondía más bien a François Rabelais, o a Gustav Flaubert. De todos soy deudora. De Fernando Pessoa, de Octavio Paz, de Sándor Márai...

De Fulgencio Batista sencillamente me motivó su infancia. Stefan Zweig, que es otro de mis idolatrados, trató como nadie la infancia en las biografías que escribió. Y luego, me hechizaron en ese orden: la transformación del personaje, sus años brillantes, los menos, hasta el final. Pero no se trata de una biografía, es una novela pura, donde la dificultad que enfrento es que casi todo está dicho, escrito, incluso por él mismo, y lo peor: todo el mundo posee una opinión sobre el personaje, y con frecuencia, errada.

Carlos Manuel de Céspedes, pues, mira, trabajé en sus dos diarios de campaña, los dos últimos, hasta su muerte. Es una figura fascinante. Pero en cuanto a la novela, aparté la idea, de todos modos, Raúl Chao ya escribió una novela insólita, magnífica, sobre Céspedes, se titula Contramaestre, y se puede encontrar en la librería Universal.

En la novela que estoy escribiendo, casi terminada, hay una aparición muy teatral de José Martí, no sé si los lectores la apreciarán, porque como aparición es sumamente atrevida. De Martí siempre me gustó esa manera tan ardua, apasionada y urgente que tenía de escribir. Y su poesía amorosa, erótica, y aquel poema homosexual de Martí, titulado Alfredo, que han querido tanto esconder. Yo soy muy martiana, me considero una mujer de Martí, tal como las describió Gonzalo de Quesada y Miranda, en Mujeres de Martí. Entre la elocuencia y el delirio, que se pueden expresar de disímiles maneras.

¿Cómo es su vida en París? ¿Cómo es la relación con su hija Luna? ¿Quién se ocupa en el hogar de los tediosos menesteres de llevar las cuentas, o cambiar un bombillo que se fundió, Zoé Valdés o su esposo Ricardo Vega?

Mi vida es muy sencilla en París, la mayor parte del tiempo trabajo, hago periodismo, imparto cursos, ahora formaré parte de un proyecto cultural que me interesa mucho. Luna y yo somos madre e hija, e intento ser amiga, creo que lo conseguimos. Pero vigilo el más mínimo detalle de ella, la escuela, las salidas, soy una madre cubana, ya sabes. No tan impertinente, tampoco tan permisiva. Los tediosos asuntos de las cuentas, bueno, tenemos un contable. Pero de los papeles se ocupa Ricardo, y de cambiar los bombillos los dos. Yo con más frecuencia, porque soy muy ferretera, y estoy en el detalle de la lámpara que se fundió, etcétera. Yo de niña siempre andaba en una chivichana, o con una carriola de madera, o me tiraba de las lomas de la Habana Vieja sentada en un patín. Siempre fui muy marimacha, de grande me gusta mecaniquear, pero no he sido dotada lo suficiente, y la mayoría de las veces provoco accidentes nefastos.



Tres contra el estereotipo

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El anterior post ha dado lugar a comentarios jugosos. Varios de ellos se concentran, de una manera u otra, directa o indirectamente, en la crítica a los estereotipos nacionales, o al menos eso me ha parecido. Puede llegar a ser tarea ingrata esta de seleccionar entre textos disímiles, pero igual cabe arriesgarse. A continuación tres comentarios que supongo pueden resumirse en este post:

F. Hebra: El pensador vulnerable

"El que mucho abarca, poco aprieta". Este refrán popular es demoledor si leemos a Martí, pensador y poeta particularmente vulnerable a ser usado por el moralista de turno. Él mismo, con su tendencia a moralizar y opinar sobre todo, sirvió en bandeja de plata su obra a los oportunistas de siempre.

Hoy también yo descubrí el nuevo slogan de que habla el Chico del Este (“el trabajo nutre, la pereza encoleriza y enloquece”). No creo que haya sido inventado por el Comité Central, debe estar perdido en algún escrito de ese gran hombre lleno de buenas intenciones.

No sé, pero eso de que la pereza enloquece y encoleriza me recuerda cosas como que "la masturbación provoca acné", o a los seguidores ortodoxos de la Biblia, esos que insisten en que el mundo se hizo en una semana y que una costilla puede convertirse en tu pareja sexual.

Acepto los malabarismos lingüísticos y la oportunidad de sacar ideas fuera de contexto, pero la solidez de un pensador también se mide por la vulnerabilidad que tenga a ser usado tan descaradamente por el oportunista del momento.

Joe Julian Gómez: De espaldas a Occidente

También las elites son parte del choteo, y los que están conscientes de esto lo asumen, porque además somos un país gregario, incluyendo a sus "elites". Léase el artículo de Carlos Alberto Montaner sobre las huellas morales de la revolución cubana.

Desgraciadamente en Cuba no germinan las convicciones, entre otras cosas, por ser el nuestro un pueblo sin verdadero arraigo religioso, tal como lo es el polaco, por citar un ejemplo. La santería no es una religión que unifique a un pueblo para luchar contra una dictadura, pues carece de un código ético y, más bien, lo que hace es fomentar la división y la desconfianza entre las personas. Nuestros valores éticos y morales ya no son los de la civilización de la que deberíamos formar parte: Occidente. En Cuba predomina una subcultura y las supuestas elites son sus apologistas.

Isabel Guerrero: El Partido Diversionista

Hablando de gozadera. Mi tesis es que la revolución fue traicionada no por lo que se ha dicho hasta ahora, sino porque en lugar de asumir las esencias de lo cubano se transformó en una burocracia al estilo soviético, represora y conservadora a más no poder. Yo y varias amigas y amigos pensamos que el camino para hacer la verdadera revolución cubana, que barra con lo foráneo y asuma nuestra verdadera naturaleza cultural, es fundar un partido de la gozadera. Le hemos llamado, provisionalmente, Partido Diversionista (derivado de diversión), y nuestras bases pasan por una reestructuración de las prioridades nacionales.

Creemos firmemente que el futuro cubano pasa por gozar, sin caer en la indisciplina colectiva y con mucha responsabilidad, de nuestras playas, nuestra música, nuestros hombres y mujeres, nuestro ritmo, nuestros bailes, nuestros juegos, nuestras ridiculeces, etcétera. Esa es la prioridad. Una economía basada en la gozadera. ¡Cuba es un producto cultural de primer nivel!

Se aceptan sugerencias. De hecho, la presidencia aún no está constituida, así que los aspirantes a presidir el partido, o formar parte de la membresía, pueden escribirnos a:

partidodiversionista@rocketmail.com

Ilustra este post José Martí y la niña de Guatemala, del pintor Pedro Ramón López



¿Máscara o rostro? ¿Esa Cuba no será realmente Cuba?

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La gran pregunta que nos hacemos los cubanos exiliados desde hace ya un tiempo, y en general los interesados en la problemática cubana, creo que ya no es aquella de “¿por qué no se cae el castrismo?”, y ni siquiera esta otra de “¿cuándo se caerá el castrismo?”, sino más bien una estremecedora: ¿Será que la mayoría de la población cubana se merece, y hasta acepta como mal menor, el sistema imperante?

Concuerdo con aquellos que piensan que, a diferencia de los países del este europeo, en los que la antigua Unión Soviética avivaba, involuntariamente, un nacionalismo liberador, el caso cubano es inversamente proporcional: a los castristas y neo-castristas –que en definitiva son los que tienen voz en Cuba- Estados Unidos les aviva un nacionalismo proteccionista. Si a ello añadimos el hecho de que la dictadura, tras cincuenta años de totalitarismo, ha engendrado un hombre nuevo relativista, políticamente analfabeto, vegetativo, cumbanchero, incapaz de discrepar o romper abiertamente con el régimen, se entiende mejor por qué la bomba de tiempo no acaba de explotar.

A continuación dos textos recientes de Enrique del Risco y Denis Fortún en sus respectivos blogs, en los que la tercera pregunta formulada arriba, directa o indirectamente, vuelve a salir a flote. Adicionalmente, incluyo al final un fragmento de un viejo artículo en el que abordo el tema desde la hipótesis pos-fidelista.

Enrique del Risco en su blog: Y si…

Cuando veo en Cuba tanta gente comprometida sentimentalmente con eso que llaman Revolución, acostumbrada a confundir ésta con la Patria, cuando veo a tantos acomodarse a lo que otros denunciamos como la Opresión y nos piden que la aceptemos en nombre de la tolerancia, la convivencia pacífica y el patriotismo, me pregunto si desde el Exilio no habremos perdido contacto con la Realidad Cubana. ¿Y si los cubanos como pueblo temen más al futuro de lo que abominan este presente interminable? ¿Y si después de 50 años no hallaran sosiego sin ese padrastro abusivo que es el castrismo? ¿Y si no fueran capaces de reconocer al país más que en su cuerpo amoratado, en esas ruinas tan seductoras de un tiempo a esta parte? ¿Y si tanta moral doble se ha convertido en convicción, tanta máscara en rostro real? ¿Y si Cuba ha encontrado su equilibrio definitivo entre la miseria y el miedo? ¿Y si nos estamos entrometiendo en una armonía sobre la que los que se quedaron, después de todo, tienen la última palabra? No son preguntas retóricas. Al menos no para mí. No ahora mismo.

Denis Fortún en su blog: Hay nostalgias que merecen palos

Conozco a una escritora –no digo su nombre por respeto a su timidez- que publicó hace ya buen tiempo un excelente cuento sobre la nostalgia de los que se fueron de Cuba. Lo inusual es que la historia no se refiere al recuerdo de lo dejado atrás por nuestros padres, quienes celebran en Miami cada año, como homenaje a la fundación de la República el día 20 de mayo de 1902, una exposición con ventas de productos cubanos –manufacturados aquí una gran mayoría- que alimentan la eterna melancolía por lo criollo.

Lo novedoso de esta narración es que nos presenta una posible y extravagante añoranza que pudiese asistirle a los nacidos luego de 1959. Yo reconozco que el cuento, cuando lo leí en El Ateje, me provocó un raro estupor, al descubrir que “esos recuerdos” para muchos se resumen en las escuelas al campo y los desayunos con una leche saborizada a humo y leña; los inseparables “tres mosqueteros” integrados por el aguado chícharo con granos como balines en medio de un "caldejo" insaboro e irreconocible, arroz blanco y un huevo hervido –en una época de aparente abundancia-; los muñequitos rusos con Tusha Cutusha y Tio Stiopa a la vanguardia; Elpidio Valdés y Carburo; el “De Pie” de los becados en Habana Campo con el horrible programa Habana 19; las incontables y estériles tareas que debíamos cumplir; o cualquier otra de las tantas cosas, innumerables por espacio y extensión, con las que crecimos en medio de una realidad socialista enrevesada y demagógica.

Sin embargo, a pesar de quienes disfrutan aquí de un buen potaje de chícharos “con todos los hierros” o le piden a la esposa les haga un arrocito blanco con huevos fritos y una tajada de aguacate sólo por puro antojo, no creí posible hasta hoy que esa “nostalgia” llegase al sur de la Florida de manera tangible. He visto por televisión que en Miami existe un club de motociclistas cuya premisa fundamental, para pertenecer, es ser propietario de una moto marca MZ fabricada en la otrora Alemania socialista; o un pequeño y ensordecedor engendro soviético conocido en Cuba como Karpati, todos en perfecto estado de conservación y explotación y reparados la mayoría con piezas traídas desde la Isla. Sin dudas esto genera una buena cantidad de preguntas que, por lo menos para mí, ahora carecen de respuestas simples. Es más, creo es tarea para sociólogos y psicólogos que se tomen en serio el acto de desenmarañar ese impredecible y morboso comportamiento que tenemos.

Armando Añel: Arroz con mango

Probablemente, el castrismo se encamina hacia un modelo hibrido, una suerte de empanada pos-fidelista en la que el pan del modelo chino prensaría el embutido bolivariano. Un modelo ineficiente si se le compara con el sistema asiático, aunque no al extremo de reproducir la vorágine chavista. Un modelo apuntalado por el ejército, la apatía social y la corrupción generalizada, en la que un empresariado emergente y mediatizado por la elite política –procedente, en buena medida, del estamento militar- funcionaría como un espacio de autogestión para la economía cubana.

A la sombra del modelo hibrido todo es posible. Tiananmen y el récord de mayor cantidad de cibernautas por país. Hong Kong y las políticas de manipulación demográfica. La cotorra del payaso y el espadón de Bolívar. La marea negra de las camisas rojas y el whisky sobre las rocas. O, ya en la cuerda nacional, el duelo entre los silencios del general y las reflexiones del comandante. Porque lo que se intenta es recrear un espacio brumoso, proclive a la especulación y al chantaje institucional, en el que el trapichero será más trapichero, el bailarín más bailarín, el oportunista más oportunista, el delator más delator. Un espacio diseñado para camuflar las veleidades totalitarias de la vieja guardia con la esperanza inducida de un inminente cambio de régimen, o de su mutación en algo ligeramente semejante.

De ahora en adelante todo será menos nítido, más embrollado y contradictorio, porque en la olla pos-fidelista se cuecen toda clase de ingredientes: herederas protectoras de transexuales, homosexuales dirigentes, dirigentes periodistas, generales empresarios, empresarios herederos… El arroz con mango de una elite desvergonzada, inmersa en el conteo regresivo de su ineptitud. O el relativismo propiciatorio de un pueblo disuelto en agua, entregado a los compases de su musicalísima indiferencia.



Cuba, España, transición y autonomismo

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El investigador Francesc Bayo ha tenido la gentileza de enviarnos una nota a propósito del artículo del historiador Enrique Collazo, España, ¿un ejemplo para Cuba?, publicado en este blog. Enfatiza Bayo la pertinencia de poner los puntos sobre las íes en lo referido a los actores claves de la transición española:

“Si no llega a ser por el empuje de la sociedad española nos habría costado algunos años más alcanzar la democracia y hubiéramos seguido todavía un tiempo difícil de determinar bajo un neoautoritarismo más amable y menos incordiante en Europa y con Estados Unidos (el más firme aliado estratégico del franquismo). Ante la actual coyuntura que se presenta en Cuba no sé si esto puede servir de ejemplo o no, pero como mínimo me parece que puede ayudar a reflexionar”.

A modo de referencia, el profesor Bayo nos envía el interesante artículo Los motores del cambio en España, del historiador Ferran Gallego, publicado este lunes en El País.

Cuba, España y el autonomismo

Al margen del debate sobre la transición española, sus particularidades y su utilidad como referente para una eventual apertura en Cuba, reproducimos fragmentos de la respuesta del pintor José Ramón Morales, en su blog Cuba Española, a una diatriba contra el autonomismo de la web oficialista La Jiribilla. Morales rebate lo que considera un intento, por parte de dicha publicación, de menoscabar su propuesta autonomista:

“Hoy quiero invitarlos a que se lean un artículo de La Jiribilla, un periódico virtual de Cuba, sobre el autonomismo. Como la política de Cuba Española es democrática, yo los invito. Estoy seguro que ellos no van a invitar a las personas a que lean mi blog, pero esa es la diferencia.

“Aquí les pongo un párrafo que bien podía estar dirigido a mí, pues soy quien más ha hablado del autonomismo cubano últimamente y lo he sacado a la luz pública al punto de “crear” el Partido Autonómico Cubano del Siglo XXI, aunque sólo es una idea, una alternativa. Claro que a los que quieren tener el poder absoluto en la isla no les conviene que seamos un país grande, pues se pueden acabar los abusos de poder y la corrupción. A ellos no les importa el bienestar de la población, o sea, que aumente el estándar de vida, ni la democracia”.

El post completo aquí.



José María Marco: Post-todo

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Un artículo muy sustancioso, sobre la presidencia de Obama, de José María Marco. Como aventurábamos aquí hace unos días, los próximos cuatros años serán de todo menos aburridos. El post, cortesía de Democracia en América y Libertad Digital:

José María Marco: Post-todo

Esto no es post metalingüístico, como se decía antes, aunque lo parece. Toca investigar las causas y las consecuencias de la llegada de Barack Obama a la presidencia de Estados Unidos. Una de las posibles interpretaciones de este hecho es la de que viene a cerrar, en términos históricos, una etapa de división. Así lo ha explicado el columnista David Brooks en el New York Times bajo el título Política de cohesión. Obama vendría a terminar dos grandes ciclos –no uno, como insinúa, sino dos- caracterizados por la división y el enfrentamiento, lo que en España se llama crispación.

El primer ciclo cerrado por Obama sería la gran ruptura iniciada por la crisis moral y cultural de los 60, cuando se derrumbaron buena parte de los consensos morales sobre los que hasta ahí parecían fundarse las sociedades occidentales. Obama concluiría en persona, por lo que representa y por lo que es, el cambio social abierto con las luchas por los derechos civiles, y terminaría con el terremoto que entonces sacudió todo Occidente. Llega a la Casa Blanca un negro, cristiano practicante y con una familia bastante tradicional. Con él se cierran las heridas de la disolución en la que hemos vivido durante cuarenta años.

El otro ciclo cerrado por Obama sería el de las consecuencias políticas del anterior. En parte, la hegemonía republicana de los últimos treinta años (sin contar las presidencias de Nixon), es consecuencia de la ruptura anterior, o mejor dicho, de la voluntad por parte del liberal-conservadurismo norteamericano de articular una respuesta política, social y cultural a lo que se vivía como una quiebra.

Obama se presentaría así como el gran unificador, o mejor dicho, el gran restaurador de la unidad perdida en las luchas primero culturales y luego ideológicas y políticas que han desgarrado la sociedad norteamericana en los últimos cuarenta años.

Eso explicaría, por lo menos en buena parte, la ola de esperanza y la expectativa que Obama ha suscitado, y también –una cuestión aparentemente menor sobre la que habrá que volver- por qué Obama ha sido respaldado por votantes maduros, baby boomers algunos de los cuales han votado siempre demócrata mientras que otros respaldaron en su momento a Reagan e incluso a la “revolución conservadora” de Gingrich en los noventa. En el fondo, estos votantes reencontrarían en la figura de Obama la forma de reconciliarse con unos valores y una sociedad con la que rompieron, aunque sin tratar de restaurarla en todas sus características. Un Obama conservador, en suma, compatible con otro muy escorado hacia la izquierda, pacifista a veces y otras –ya no, como es natural cuando se es presidente de una sociedad que todavía conserva algún resto de sentido común- partidario del matrimonio entre personas del mismo sexo. Un Obama sintético, capaz de anular el principio de contradicción y post casi todo: post-ideológico, post-racial, post-partidista e incluso, por qué no, post-político.

El discurso pronunciado por Obama el día de su “inauguración” –utilizo la palabra por no perder en español el sentido festivo de un acto de solemnidad tan inusitada en Europa como el jolgorio que lo acompaña- contradice un poco esta hipótesis.

El tono bajo, a veces algo dramático, no encaja bien con una misión histórica de esta envergadura. Recuérdese el lirismo y el vuelo del discurso de Bush en su segunda investidura, con su compromiso, que entonces pareció característicamente americano, de respaldar la democracia y la libertad en cualquier parte del mundo. O tal vez es que tras la expectativa generada por un Obama que no ha expuesto ningún elemento programático claro y ha hecho de sí mismo la piedra de toque del cambio, ha llegado la hora de empezar a adaptar esa proyección sentimental e icónica a la realidad. Desde esta perspectiva, en su primer discurso Obama ha empezado ya a rebajar las expectativas. Es posible que la sociedad norteamericana haya tenido tiempo de descansar de los años de crispación y de división… unas cuantas horas. En su primer discurso, Obama habrá hecho saber que ha llegado a lo último en materia de post: lo post-(post-todo).

¿Será esto una forma de restaurar los valores de la modernidad, terminada la post-modernidad? ¿Dará la ocasión a los norteamericanos de intentar solucionar algunos de los grandes problemas que en estos años no han podido ser abordados, como la sanidad, la pobreza o las pensiones? (Se han tratado muchos otros, desde la enseñanza y el crimen hasta los impuestos y el terrorismo) ¿Será una simple forma de empezar a gestionar una expectativa que el nuevo presidente sabe imposible de cumplir? ¿O al revés, será una manera de descansar definitivamente de la misión que los Estados Unidos han llevado sobre sus hombros durante el siglo XX, derivada de su “excepcionalismo”, y que tantos esfuerzos y sacrificios ha requerido a los norteamericanos?

Muchas preguntas para los próximos meses.



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El Reducto que los ingleses se negaron a canjear por la Florida

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Autor: Armando Añel

Armando Añel

Escritor, periodista y editor. Reside en Miami, Florida.
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