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El pecado original (actualizado)

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El editor y poeta Jorge Salcedo sigue adelante con su iniciativa en pro de la asistencia a los damnificados en Cuba. "Después de dar palos de ciego durante todo el día, de tocar muchas puertas donde no respondieron, dimos por fin con la persona correcta en una de las campañas presidenciales", escribe en su blog. "No quiero levantar falsas expectativas, pero me voy a dormir con cierta esperanza. Obtener el apoyo bilateral de los candidatos a la presidencia de los EE.UU. sigue siendo un buen deseo, pero es un buen deseo bajo consideración".

Los últimos detalles de la campaña en http://salcedodiario.blogspot.com/

El pecado original

un artículo de Armando Añel

El nacionalismo constituye el pecado original de la política cubana. No me refiero a un nacionalismo asentado en realidades concretas, verificables, sino a uno pretencioso, cuya savia nutre desde que Cuba es Cuba las más diversas tendencias y formaciones políticas. Esta costumbre, ya folclórica, alcanza con el advenimiento del castrismo una especie de apoteosis, de clímax discursivo. Castro trenza en un mismo discurso idealismo colectivista y demagogia nacionalista, mezcla retrógrada donde las haya.

El resultado es un país en el que decenas de miles de individuos se echan –o son echados- a la calle para recibir a un patético ex golpista extranjero que canta rancheras y se pasea con una cotorra posada en el hombro. Un país cuya clase gobernante es incapaz de sacar del poder a un anciano decrépito, que le hace padecer el más espantoso de los ridículos. Y una nación, ya en el exilio –específicamente en Miami-, cuyas calles llevan el nombre de personalidades nacionales todavía vivas, detalle que ilustra hasta qué extremos es capaz de llegar el exhibicionismo de la cubanidad (la observación viene a cuento de que la Junta de Comisionados de Miami-Dade aprobó ayer eliminar el nombre del ex pelotero José Canseco de una calle del condado, que lo llevaba nada menos que desde 1988, pero la práctica de bautizar avenidas con el nombre de personalidades cubanas vivas es ya una costumbre en la capital del exilio).

Una nación así sólo puede subsistir institucionalmente afincada en un “patriotismo” complaciente, más concentrado en ensalzar su mitología que en localizar la raíz de sus dificultades y carencias. En definitiva, ¿qué es el castrismo como idea –ya se sabe lo que es como hecho concreto- sino un intento de glorificación de lo nacional que se sirve, estructuralmente, del totalitarismo?

En cualquier caso, el problema viene de lejos. Durante más de un siglo el nacionalismo cubano –histriónico, despistado, narcisista como pocos- ha sido incapaz de fraguar la nación y/o civilizar el país en cualquiera de sus variantes, ya sea como aliado u opositor de Estados Unidos. El hecho de que en ciertos círculos intelectuales de la República se cuestionara la capacidad de los cubanos para gobernarse a sí mismos no constituye más que la excepción de una regla letal en términos históricos: la incapacidad de la mayoría de los cubanos para abordar críticamente, con propósito de enmienda, las anomalías y déficits culturales de la nación.

Se habla mucho del papel a jugar por la comunidad exiliada en la transformación económica de Cuba durante el poscastrismo, pero muy poco de su responsabilidad en la transformación de la cultura nacional y/o la psicología del nacionalismo acrítico. Probablemente, porque de inmediato surge la pregunta: ¿está capacitado el exilio para tan gigantesca tarea? Castro, ¿es el padre o es el hijo de una cultura política que de alguna manera padecemos y segregamos todos, en el insilio y el exilio?

La refundación cubana sólo será posible –apuesto modestamente- desde la asunción de un nacionalismo crítico formalmente estructurado. Un nacionalismo que deberá empezar por redefinir el propio concepto de nacionalismo, desafío que la mayoría de los creadores de opinión, tanto en la Isla como en el destierro, no han querido, o no han podido, afrontar durante los últimos cincuenta años. Ya no más golpes de pecho, ni patrióticas andanadas, ni especulaciones en torno a la supuesta grandeza del país y su gente. La refundación sólo será posible desde un nacionalismo que asuma no sólo las virtudes de la cubanidad, ya suficientemente alabadas, sino las carencias de una cultura política acríticamente asentada en lo superlativo, incluso en lo imaginario.

Para ello es preciso contar, entre otros actores, con ese “exilio púdico” –como lo ha definido el filósofo Emilio Ichikawa- que, tras asimilar constructivamente su experiencia posnacional, está en condiciones de leer la política en lugar de emborronarla. Esa fuerza de choque silente podría resultar decisiva de cara al gran golpe de timón que necesita Cuba, esto es, de cara a la construcción de un proyecto nacional verdaderamente viable, autocrítico. Crecientemente sobrio.

Pero antes es preciso comenzar por lo evidente: el obstáculo es cultural. Con alrededor de trece millones de cubanos censados, el hecho de que cerca de dos de ellos hayan vivido y trabajado durante décadas en Norteamérica y Europa resulta significativo, prácticamente insólito en el marco de la historia latinoamericana, y tal vez pudiera desembocar en una revolución gradual de las mentes y de la cultura. Ojalá.

Ilustración, Omar Santana



Un ejemplo de disidente

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Leo en Encuentro en la Red que el Comité para la Protección de Periodistas ha decidido conceder a Héctor Maseda Gutiérrez, “encarcelado junto a otros periodistas en su país en 2003, el Premio Internacional a la Libertad de Prensa, el próximo 25 de noviembre en Nueva York”.

La nota proviene de EFE. Y continúa: “Maseda Gutiérrez, que era parte del movimiento de prensa independiente, fue acusado, junto a otros 28 periodistas, de conspirar contra el gobierno cubano, recordó el Comité (CPJ, por siglas en inglés) en un comunicado.

“Señaló, además, que fue condenado a 20 años de prisión por actuar contra la integridad territorial del Estado”.

El de Héctor Maseda es uno de esos casos en los que la transparencia de la causa y la transparencia de la personalidad confluyen armoniosamente. Estuvimos juntos durante la fundación del Grupo de Trabajo Decoro, en 1998 –junto a Manuel Vázquez Portal, su director, Claudia Márquez Linares y otros amigos periodistas-, y siempre después. Por eso podemos decir, sin temor a agotar el lugar común o sonar cursis –esa permanente tentación de lo cubano-, que Maseda es un ejemplo de disidente.

Éste es un artículo que escribí meses atrás, a propósito de la presentación de su diario en el Koubeck Center de la Universidad de Miami:

La prisión fecunda

un artículo de Armando Añel

Hay prisiones infecundas. De hecho, la infecundidad es de lo más común tras las rejas. Es el caso de la prisión sufrida, o tal vez disfrutada, por Fidel Castro. El máximo responsable de la tragedia nacional resultó también, en su momento, uno de los máximos beneficiarios de las dictaduras “amateurs” padecidas por la República. Se sabe que durante su reclusión en la penitenciaría de Isla de Pinos, en la que cumplió apenas veintidós meses de los quince años a los que previamente había sido condenado, gozó de beneficios y/o privilegios impensables para los presos políticos que actualmente se pudren en las cárceles comunistas. Vivió a cuerpo de rey su breve encarcelamiento, como vivió con el corazón de un verdugo su posterior estancia en el poder.

Tras las rejas, Castro tuvo tanto tiempo para leer, impartir instrucciones, recrear recetas culinarias o cartearse con sus familiares y amigos, que apenas le alcanzó para hacer la autocrítica que pusiera sobre el tapete los errores de bulto y disparates conceptuales que desembocaron en la matanza del Cuartel Moncada. Y lo que es peor, su naturaleza resentida, narcisista, le impidió tener después, con los miles de cubanos encarcelados por su régimen –encarcelados por razones políticas, y en la mayoría de los casos sin que hubiera hechos violentos de por medio-, atenciones similares a las que disfrutara durante su prisión en Isla de Pinos. Durante su insistente estadía en el poder trató a sus rivales ideológicos poco menos que como animales. Incluyendo a quienes en el pasado colaboraron con él o le salvaron la vida.

En contraste, y felizmente, también hay prisiones fecundas. Es el caso de la padecida por Héctor Maseda, periodista independiente y presidente del Partido Liberal Democrático de Cuba, arrestado durante los sucesos de la Primavera Negra, en marzo de 2003. Tras la parodia de juicio en el que él y otros setenta y cuatro disidentes fueron condenados sumariamente, recibió una sentencia de veinte años de privación de libertad, de los cuales ya ha cumplido cinco. El diario Enterrados vivos, una crónica de su paso por las cárceles cubanas –Maseda aún continúa en prisión-, fue publicado recientemente por el Grupo de Apoyo a la Democracia.

En Enterrados vivos Maseda hace un recuento pormenorizado de lo que significa padecer la (in)justicia revolucionaria, esto es, describe con precisión de miniaturista la atmósfera infernal, a ratos surrealista, que prima en las penitenciarías del gobierno cubano. La suya sí que es una prisión fecunda porque, en lugar de servir a propósitos inconfesables o adelantar una agenda personal -y a pesar de las condiciones infrahumanas que ha debido enfrentar durante los últimos cinco años-, es la consecuencia de su lucha pacífica por devolverle al ciudadano de a pie, y en general a la sociedad civil de la Isla, las libertades secuestradas desde hace ya medio siglo.

Pero, más que una denuncia, Enterrados vivos es una proclama. La proclama de un hombre que ha dado con sus huesos en la cárcel por defender los derechos de sus conciudadanos, por denunciar la gigantesca cárcel en que el régimen de Fidel Castro ha convertido a Cuba. Régimen incubado, nunca mejor dicho, por una prisión infecunda.



Olivera Castillo: Estados Unidos: ¿Menos racismo que en Cuba?

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El número nueve de Islas, revista de temas afrocubanos que edita en Miami el antropólogo Juan Antonio Alvarado, ya circula en La Habana. Se trata de una publicación sui generis en el ámbito editorial cubano, centrada en lo que sin duda constituye uno de nuestros grandes temas pendientes en tanto nación y/o cultura. Un tema, el racial, que ganará en importancia a medida que se acerque el fin de la dictadura, y al que convendría prestar más atención aquí y ahora mismo.

Islas maneja con holgura el tema, cumpliendo una función imprescindible en este sentido. Días atrás, dentro de la jornada por el centenario de la fundación del Partido Independiente de Color, en la capital de la Isla, el Comité Ciudadanos por la Integración Racial (CIR) celebró el Tercer Taller sobre Temática Racial, presentando el número que nos ocupa.

En este contexto, los integrantes del CIR anunciaron la campaña Empoderamiento ciudadano, “para proveer legalmente a los ciudadanos contra la arbitrariedad y abuso policiales a partir de la legalidad vigente, empezando por las comunidades marginales”. Según el CIR, “la detención y solicitud de identidad en forma arbitraria a jóvenes cubanos, fundamentalmente de raza negra, es una fuente de abuso policial que expresa el racismo institucionalizado de la policía a través de la llamada caracterización, que supone la existencia de tipos humanos predelectivos. Empoderamiento ciudadano pretende revertir esta situación desde la legalidad”.

A propósito del tema racial, y en relación con la carrera hacia la Casa Blanca, el décimo número de Islas publica el siguiente trabajo del periodista independiente Jorge Olivera Castillo. Que lo disfruten:

Estados Unidos: ¿Menos racismo que en Cuba?

un artículo de Jorge Olivera Castillo

Los acontecimientos precipitan una lección inobjetable: la democracia razonablemente ajustada a los cánones de los derechos fundamentales del individuo es la vía idónea para alcanzar funcionalidad a largo plazo, sin sobresaltos que hagan naufragar el proyecto de gobierno. Si hay un asunto para sustentar este principio basta echar una ojeada a la contienda electoral de los Estados Unidos.

No es el propósito cuestionar procedimientos, premisas u otras características de las leyes constitucionales que trazan los parámetros para elegir al presidente norteamericano. Las motivaciones se basan en el hecho de que un ciudadano negro haya podido alcanzar un espacio que hasta ahora había sido un ámbito exclusivo de la población de origen anglosajón.

Barack Obama rompe todos los pronósticos. Quizás sin proponérselo, logra marcar un hito en la historia de ese país, al mantener altos índices de aceptabilidad entre los votantes y ganar, en igualdad de condiciones, la nominación por el Partido Demócrata a su correligionaria y ex primera dama Hillary Clinton.

El joven senador podría ser el próximo anfitrión de la Casa Blanca. Unos lo consideran fenómeno, otros prefieren ver en su posible victoria la esperanza de un cambio de políticas y estrategias que favorezcan mejoras sociales, mayor estabilidad económica y otra proyección internacional que suprima o atenúe el rechazo de gran parte de la opinión pública allende las fronteras.

En apenas cuatro décadas, el ciudadano de la raza negra asentado en esta nación ha ido desbrozando el camino y hoy ocupa lugares que antes sólo podían ser fruto de la fantasía. Al margen de inclinaciones ideológicas o políticas es menester pensar en dos figuras que han ocupado responsabilidades de importancia dentro de la élite de poder: Condolezza Rice y Colin Powell. Se cuestiona su identificación con la clase política más conservadora, pero es una realidad que no han estado allí como figuras decorativas.

Aunque el racismo es un tema pendiente dentro de esa sociedad, hay matices y sobre todo hechos incontrastables que marcan otras interpretaciones sin la generalización, la crudeza y el tono que el fenómeno tuvo hasta el final de la década del sesenta del siglo XX.

No es necesario acopiar elementos para la manipulación con tal de reflejar realidades que nadie, con un mínimo de sentido común, se atrevería a cuestionar. Los ciudadanos negros que antes eran perseguidos como bestias por las huestes de hombres blancos racistas para ser incinerados vivos, ahorcados y humillados de los modos más lacerantes que se pueda imaginar, en la actualidad no tienen que preocuparse por el linchamiento ni otro medio violento de exterminio.

Es cierto que la discriminación racial cuenta con un alto grado de sofisticación. Sin embargo hay tribuna pública, leyes y otros medios que tal vez no eximan completamente del peligro, pero dan cobertura favorable para crear anillos protectores contra las víctimas.

Obama desborda las fronteras de los Estados Unidos. En Cuba facilita un reajuste de conceptos asociados al racismo en los Estados Unidos y coloca al gobierno a la defensiva en un renglón en el que presenta enormes irregularidades. El bajo perfil de las informaciones relacionadas con Obama y la contienda electoral da fe de la estrategia de desinformación: ocultar un suceso que pone en aprietos a los publicistas del régimen de La Habana. Las repetidas alusiones en contra del sistema político norteamericano, sus fallas, entre las cuales aparecen periódicas muestras de carácter racial, ya no tienen el mismo nivel de credibilidad.

Un negro está en campaña presidencial y eso, dejando a un lado los resultados finales, significa un detalle revelador de los cambios hacia el interior de los Estados Unidos. Con alrededor del 13.4% de la población, los afroamericanos tienen un candidato que enarbola un discurso a partir de la integración y de los valores de todo el país, sin distingos de ninguna clase. No quiere una república negra, tampoco el liderazgo inútil de la vanidad ni otro sentimiento divisionista. Actúa como ciudadano normal, que aspira a poner en práctica una agenda, si es que alcanza la victoria, basada en proyectos más allá del color de su piel.

Las fugaces imágenes de Obama en la televisión cubana han sido de máxima utilidad para muchos cubanos de la raza negra. Eso podría servir como aliciente a un destino que excluye la verdadera integración. El negro en Cuba, sobre todo si su pigmentación es más oscura, conoce perfectamente su estado, circunscrito a la marginalidad y al curso segregacionista sustentado por una casta de burócratas y políticos sin ánimos de cambiar sus concepciones racistas.

El grado de representatividad del negro norteamericano en las estructuras del sistema, en comparación con el número de sus ciudadanos, es un referente de notable trascendencia, que ejemplifica su evolución a través de una lucha aun sin concluir, pero donde hay espacios para celebrar éxitos, algunos de gran envergadura, irreversibles y útiles para acrecentar la dignidad de una raza que tuvo y tiene la desdicha de ser, a menudo, subvalorada y objeto de vilezas tanto verbales como de hechos. En cambio Cuba, con un índice proporcional más elevado (cerca del 60% de negros y mestizos) refleja un cuadro totalmente distorsionado del equilibrio en la participación real de los ciudadanos negros o mulatos.

De poco ha valido su amplia participación en las guerras de independencia contra el colonialismo español, sus esfuerzos en la arquitectura de una república que, tras más de un siglo de existencia, todavía no logra articular una estrategia de desarrollo coherente y de real soberanía. El negro cubano necesita de prototipos para sacar su autoestima del congelador. En los medios se resolvería parte de la batalla. Una exposición positiva en la pantalla, donde se proyecte un personaje que no tenga el clásico compromiso de representar lo peor del ser humano, es una forma de empezar a desmontar la idea de que el afrocubano, fundamentalmente el de más intensa coloración, es un ser inferior, despreciable, carente de intelecto.

Morgan Freeman, Denzel Washington, Wesley Snipes, Eddie Murphy, Danny Glover y Whoopi Goldberg, por sólo citar algunos ejemplos, son catalizadores de un pensamiento que busca dignificar las estructuras de su raza. Sencillamente son artistas negros norteamericanos que han contribuido a romper tabúes y a enviar un mensaje por medio de sus actuaciones en el cine y en la televisión, donde queda establecido que el negro no es un paradigma de la inferioridad ni una especie de simio con cierta inclinación a la racionalidad.

Ha sido una larga carrera contra esquemas mentales que parecían inamovibles. No obstante hay motivos para aplaudir y mirar al futuro por encima de trabas y obstáculos que siempre aparecen en el camino. Todo esto es una decantación de la dialéctica. Un ejemplo de virtud y perseverancia, en aras de integrarse y crear conciencia en la sociedad de que valorar a un ser humano por el color de su piel es una aberración demasiado onerosa para cualquier nación que se respete.

No importa que Barack Obama no consiga ser el próximo presidente norteamericano. La historia lo recoge ya como el primer negro con posibilidades de llegar a la presidencia del país más poderoso del planeta. Lamentablemente en Cuba no se puede esperar algo parecido. No se acaban de desterrar patrones que lanzan al negro a lo último de la escala social, salvo raras excepciones.

Lo más trágico del asunto es que continúan los aplazamientos de una discusión a fondo de tal problemática. Hay sólo algunos debates que en realidad no superan el formalismo. Hablar de los hechos sin emprender soluciones es como dibujar sobre el viento. Cuando se haga el inventario de los desaciertos del socialismo y el gobierno de partido único, el problema racial figurará entre los primeros.

Quizás en democracia tengamos mejor suerte. Al menos se podrán ventilar las experiencias, dudas y proposiciones en público, sin temor a ir a la cárcel. Por ahora no hay garantías para polemizar sobre un tema tan espinoso sin una intervención de las autoridades por medio de su policía política.

Esto que he escrito podría ser considerado una falta grave a la legalidad socialista. Señal de que muchos callan por miedo y no porque deseen esquivar un tópico con muchas aristas y consecuencias. Lo hago a riesgo y con plena conciencia de estar contribuyendo a poner en perspectiva algo que nos toca muy de cerca. Me convenzo una vez más que en Cuba el nivel de discriminación racial es mayor que en los Estados Unidos.



El día de los violadores

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Este miércoles se celebra el Día Internacional de los Derechos Humanos. Más que celebrar, sin embargo, lo que hay es que lamentar. En todo el planeta los regímenes de fuerza, totalitarios, dictatoriales, seudodemocráticos o autoritarios, hacen legión, básicamente en el llamado Tercer Mundo. Una situación particularmente lamentable si se tiene en cuenta que el organismo mundial encargado de investigar y denunciar las violaciones de esos derechos finalmente las ha institucionalizado, creando un nuevo Consejo de Derechos Humanos (CDH) cuyos integrantes, en considerable medida, son consuetudinarios violadores de la libertad individual, incluso del derecho a la vida.

Un ejemplo paradigmático es el del régimen cubano. Condenada en infinidad de oportunidades por la ONU, precisamente por su política estructural de violación de los derechos individuales, resulta que ahora La Habana ocupa no un puesto en el banquillo de los acusados, como indica su historial represivo, sino un asiento en el Consejo supuestamente llamado a poner coto a dichas violaciones.

Todo comenzó en junio de 2007, cuando Cuba y Bielorrusia fueron “absueltas de sus cargos”: ya no tendrían que recibir una atención específica de la ONU según las reglas adoptadas por el nuevo CDH. Como guinda, este verano fue elegido presidente del Comité Asesor del CDH Miguel Alfonso Martínez, también presidente de la oficialista Sociedad Cubana de Derecho Internacional.

Con la nomenklatura cubana apoltronada en el Consejo de Derechos Humanos, éste refrenda su condición de réplica maquillada de su predecesora –la antigua Comisión de Derechos Humanos–, víctima de dos señas de identidad complementarias: su connivencia con gobiernos represivos y su clamorosa incapacidad para sancionar a los mismos. Al permitir que sus miembros sean elegidos por una mayoría simple de la Asamblea General, el organismo vuelve a arropar a regímenes delincuentes, dado que es público y notorio el relativismo, la insensibilidad y el desprecio a los derechos individuales que caracterizan a la mayoría de los gobiernos integrantes de Naciones Unidas.

En su momento, allá por la primavera de 2006, Estados Unidos había pedido que los miembros del organismo demostraran un compromiso firme con la protección y promoción de los derechos humanos, que los candidatos a conformarlo resultaran elegidos por las dos terceras partes de la Asamblea General y que cualquier gobierno bajo sanciones del Consejo de Seguridad por violaciones o terrorismo fuera excluido categóricamente. Visto lo visto, era el único modo de diluir la marea autoritaria que ahora mismo inunda el CDH.

Como ya ocurriera con la agonizante –y finalmente revivida– Comisión de Derechos Humanos, pero multiplicando ad infinitum sus dislates e incongruencias, el nuevo CDH sigue haciéndose el sueco frente al siempre espinoso asunto de las violaciones de los derechos humanos. La inclusión del régimen castrista constituyó su piedra de toque, y el episodio se ha saldado, y continúa saldándose, con el más escandaloso descrédito.

Nada que celebrar.



Memorias de un naufragio

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La presentación del libro Cuba: Memorias de un naufragio, de Jacobo Machover, tendrá lugar este miércoles, a las ocho y treinta de la noche, en la Maison de l’Amérique Latine (217, Boulevard Saint-Germain, 75007-Paris).

Publicado por la editorial Buchet-Chastel, el volumen será presentado por la escritora Zoe Valdés. Se trata de una obra testimonial dividida en cinco partes: I-Prisión: territorio libre de Cuba, II-Resistencias colectivas silenciadas, III-Los intelectuales fuera de juego, IV-Huir a toda costa y V-Disidentes y marginales: todos culpables.

El libro recoge entrevistas a Ricardo Bofill, Armando de Armas, Armando Valdés Zamora, José Gabriel Ramón Castillo, Yolanda Huerga, Manuel Vázquez Portal, Jorge Valls, Hubert Matos, Angel Cuadra, Pedro Corzo, Lorenzo Pellón, Mario Chanes de Armas, Angel de Fana, Ernesto Díaz Rodríguez, Jorge Mujals, Maria Cristina Oliva, Manuela Calvo, Carmen Aria, Blanca González (madre del opositor Normando Hernández), Miguel Sales, Raúl Rivero, Alejandro González Raga, José Luis Hernández, Enrique Ruano, Idalberto Sánchez, José Fernández Vera, Reinaldo Arenas, María Elena Cruz Varela, Sergio Perodín, Jorge, Antonio García Mas, José Ramón Menéndez, Henry Pérez Granda, Roberto Viza Egues, José Mario, Ramón Humberto Colás y el editor Juan Manuel Salvat.

Según el propio autor, se trata de un homenaje a las víctimas del castrismo: "Hay que salvar sus vivencias del naufragio de la revolución cubana, para que no queden enterradas en un silencio eterno".

Jacobo Machover, exiliado en Francia desde 1963, es licenciado en Historia y doctor en Estudios Latinoamericanos. Se desempeña como profesor en la Universidad de París XII y en la Universidad de Avignon.

Textual: Nota de prensa

La siguiente es una nota de prensa de Agenda para la Transición, cortesía del blog Pepinistas. El vídeo de referencia pueden verlo dando clic aquí.

Este 11 de enero de 2009, tres organizaciones: Movimiento Opositores por una Nueva República, Partido 30 de Noviembre “Frank País” y el Presidio Político Pedro Luis Boitel, cuyos dirigentes son miembros de la Junta de Coordinadores de la Agenda para la Transición, decidieron realizar una actividad por la libertad de los presos políticos; consistente en una marcha en silencio desde el parque de Santiago de las Vegas, municipio Boyeros, provincia Ciudad Habana, hasta la casa sita en Santa Rosalía No.18406 entre Palmas y Final, Reparto Porvenir, a unos dos kilómetros de distancia.
A las 7 y media de la mañana, fue detenido en su casa el presidente del Partido 30 de Noviembre, Emilio Leyva Pérez, en compañía de Miguel López Santos. Se desconoce si otros miembros de la organización que estuvieran citados para la actividad pudieran haber sido también detenidos antes de salir, ya que un pequeño grupo llegó al lugar indicado.
Alrededor de las 10 y 30 de la mañana, cuando se encontraban ya reunidos en el parque 43 disidentes, de los que se ofrecen sus nombres y apellidos, comenzaron la marcha en silencio codo con codo, de dos en dos. Al caminar unas tres cuadras en la calle 2 entre 7 y 5, en la misma localidad de Santiago de las Vegas, fueron detenidos por la policía política, que transitaba detrás de ello, en un fuerte operativo que incluyó la agresión física de algunos de los hombres.
Los introdujeron en un carro jaula de la PNR (Policía Nacional Revolucionaria), y en un ómnibus escolar de color amarillo, de los que son donados al gobierno cubano para las escuelas. Inicialmente, los condujeron a la Estación de Policía de Santiago de las Vegas y desde allí fueron distribuidos a varias unidades, entre ellas: Cerro, San Miguel del Padrón, Calabazar y Wajay.
Entre los detenidos, llevaron en un auto patrulla de la PNR a Victoria Mercedes Lorenzo Rodríguez, con un niño de 8 años. Al llegar a la Unidad de Santiago de las Vegas, la pusieron en libertad.
Jorge Luis García Pérez “Antúnez”, presidente del Presidio Político Pedro Luis Boitel, junto con Iris Tamara Pérez Aguilera y Blas Fortún Martínez, fueron conducidos hasta la casa sita en calle 15 No.1012 entre 10 y 12 en el Vedado para buscar sus pertenencias. Iban en un carro jaula de la PNR, no les permitieron bajarse, fue el dueño de la casa Carlos Cordero Páez, quien tuvo que llevarles el equipaje, el que fue minuciosamente revisado por la policía.
En horas de la tarde liberaron a las mujeres y a las 9 de la noche, tres hombres que estaban en la Unidad de la PNR del Cerro. Sobre las 11 am de hoy, ya habían liberado a los que quedaban en Santiago de las Vegas, en total 10. De los otros no se sabe su paradero.
Ciudad de La Habana, 12 de enero de 2009. Hora: 12:00 am
Nota: Tenemos un video tomado en el lugar, por una persona no profesional, a disposición de quien desee verlo.



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Autor: Armando Añel

Armando Añel

Escritor, periodista y editor. Reside en Miami, Florida.
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