Actualizado: 23/04/2024 20:43
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La Columna de Ramón

Carta a Conrado Massaguer

La vida sería incompleta sin el sentido del humor, que es, entre los cinco sentidos, como el sexto, y allí lo mandan muy a menudo los mandatarios.

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Estampario y caricaturizario Conrado Walter Massaguer:

El humor no lo es todo en la vida. También están la burlita, la chacota, los planes quinquenales, los grupos electrógenos, el sarcasmo, la ironía, la puya, el ridículo, los discursos del mulato venezolano de camisa punzó, la parodia —que es casi lo mismo que los discursos del gordito venezolano de tez barrosa y camisa punzó—, la sátira, la trompetilla, la caricatura y los gestos del obeso e imparable hablador venezolano de tez morena, cara de torta y camisa punzó.

Pero la vida sería incompleta sin el sentido del humor, que es, entre los cinco sentidos, como el sexto, y allí lo mandan muy a menudo los mandatarios, porque carecen de él, o saben su poder. Por suerte el humor se alimenta de otras cosas, y a veces, hasta alimenta. Vive libre, independiente, y sobrevive hasta en los velorios modernos, cuando ya no está en el programa.

Hay humor en las hojas de los árboles, en una puesta de sol, en las heridas de los héroes —si no se atienden a tiempo—, en las palabras y en los sueños. Por mucho que se esfuercen los científicos, jamás han podido separar al humor de la vida, que está llena de ironías. Si le sarcasmo la ironía a la vida se convierte en caricatura.

Todo eso lo sabía usted allá en su ciudad de Cárdenas natal, o su natal ciudad de Cárdenas, porque vino a nacer en medio de un carnaval. Fue en 1889, y vino a morirse en medio de otro, que ya dejaba de ser alegre, cuando eran más importantes los tanques que las carrozas, en la ciudad de La Habana de 1965, mientras María Caracoles bailaba su Mozambique con ariques y el perico amenazaba con llorar desde los cueros de las tumbadoras.

Tal vez ni cuenta se dio. Estaría feliz de que una caricatura suya, de Charles Chaplin, fue la primera que transmitió la televisión mundial, desde la Columbia Broadcasting Station, en 1932. Luego llegó otro cómico, para desgracia menos silente, o para decirlo mejor: nada silente, y le quitó los zapatones a la gente.

Si usted se pone a ver la historia patria en el siglo XX, todo anda relacionado con la columbia, que es el baile más lento y triste del complejo de la rumba. El Colombiano Mayor —el cómico de quien le hablo, imitado a la desperfección por el moreno cara de papa de la camisa punzó— entró en escena porque otro se había instalado a la fuerza precisamente en un cuartel llamado Columbia. Lo derrotó —dice él en todos sus monólocos— y convirtió aquello en Ciudad Libertad, que es la única libertad que quedó en la ciudad, en uno de sus peores chistes, o al menos de los más memorables.

Y ya instalado en el poder tuvo sus devaneos con el cuartel de Medellín, porque todo lo que sea Medellín o medallón le priva. Y Medellín está en Columbia, si uno se mete tres tragos y lo dice en latín estropajoso. Mas eso es historia reciente. Cuando la historia se convierte en histeria uno saca los dientes, si no de risa, de espasmos, que también lleva su humor, o su mal humor.

A esa altura del campeonato, de seguro que a usted la caricatura le daba lo mismo, si había hecho más de 28 mil, incluyendo la mejor caricatura personal hecha a George Clemenceau, el presidente del Consejo de Estado de Francia, allá por los alegres y guerreristas años cuarenta. Inició así —o la continuó— una tradición imparable de libertad artística: dibujar con gracia a los mandatarios extranjeros enemigos.

Si usted viera ahora con qué libertad los caricaturistas cubanos caricaturizan a los mandantes americanos, aplaudiría con ardorosa efusividad. No ha habido presidente yanqui que no haya tenido más de cien versiones cagalitrosamente cómicas en la prensa del país, la misma prensa que usted se dedicó a diversificar pero que luego, por el asedio enemigo y la falta de papel, pasó a manos del Estado, para no andar consumiendo más de la cuenta, sino educarnos en lo que científicamente se denomina "el consumo viable", que es como lo que te den, lo que decidan y lo que le salga a los esforzados mamelucos estatales de su gandinga.


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