Actualizado: 28/03/2024 20:07
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La columna de Ramón

Carta a la muñeca Barbie

Los niños cubanos siguieron esperando su muñeca nacional, a merced de tu presencia tentadora.

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Californiana, esbértida y pervertida muñeca Barbie:

Nadie duda que eres la representación de un ideal. De un ideal estético muy extraño, o al menos ajeno, o tal vez impuesto. Será entonces que los himnos nos hacen daño en el subconsciente, y arrebatas a todo el mundo con tus breves, ocultas y nada provocadoras ex teticas, y en la mente animal del ser humano ligeramente masculino, anda tu cuerpo como summun —tal vez pontífice—. Es que, sin quererlo, sin beberlo y sin darnos cuenta, vamos "marchando hacia un ideal".

Por muchos ingentes esfuerzos —indigentes refuerzos— de producir muñecas sensuales con las características étnicas de cada país, los niños, en su diabólica constancia, prefieren tu esbelto, lánguido y soberbio cuerpecito antes que un modelo Rigoberta Menchú, Petra Almaguer, o Lucecita Benítez. No hay infante o infanta insular que prefiriera desnudar una muñeca modelo Sara González desdeñándote a ti, californiana divorciada de 46 añojos sólidos, llenos de playa y buenas boutiques. Las boutiques de la Quinta Avenida son como los bodegones cubanos, pero sin tanta naturaleza muerta.

Tienes algo de Brigitte Bardot, con una suave, dulcísima y enigmática inteligencia bovina, como de Vilma Espín teñida de rubio, con un cuerpo sometido a severas sesiones de ejercicios físicos en lo que mi amigo El Pible llamaría el Gimnasio Agramonte, que es un sitio patriótico y deportivo.

Eres altiva, aguzada, blonda. Pequeña, peluda y suave, que se diría de algodón, el enemigo te ha exportado a los más recónditos sitios del planeta para sorberles los sesos a las tiernas criaturas con ese modelo capitalista y consumista.

Es cierto que nuestro acertado e inamovible gobierno, siempre pendiente de la felicidad de sus súbditos y de su estabilidad emocional, jamás te permitió acceso oficial a la Isla. Te lanzó a pelear con María Silvia, sin mucho éxito, eso sí, y con ello te sembró, sin mala uva, como oscuro objeto del deseo.

Lanzó un modelo competitivo basándose en nuestras más auténticas expresiones nacionales, pero todo indica que no funcionó. Era una muñeca que se parecía demasiado a Caridad Cuervo a punto de cumplir los setenta años, con artrosis y sobrepeso. Un ejemplar de plástico, decididamente cubana, lozana y patriota, entre Ángela Davis menopáusica tirando para Aida Diestro. Los niños perversos no le hicieron caso y siguieron soñando secretamente contigo y con el inacabable ajuar con el que te han dotado los demenciales fabricantes.


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