Actualizado: 25/04/2024 19:17
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La columna de Ramón

Carta a Manuel Muñoz Cedeño

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Así sucedió con La Bayamesa, que instrumentó para que Céspedes y Fornaris, se colaran en nuestro acervo autoral como dúo trovadoresco. Pero un prócer no está para ese tropelaje del mundo artístico. Sobre todo si luego será presidente de una República en Armas, anda dando sablazos a diestra y siniestra, y lo primero que se le ocurre es meter congóleri desencadenando mandingas.

Uno desata a un mandinga y después gasta mucho en pestillos, candados y trancas para puertas y ventanas. Así que el binomio autoral no se fornarizó, y quedó para una serenata junto al balcón de Luz Vázquez, que en aquel tiempo era una ventana —el balcón, Luz Vázquez estaba como plátano para sinsonte—, pues Bayamo era tan chiquito que a cualquier cosa un poco por encima de la cintura se le llamaba balcón o terraza.

Es posible que ahí le comenzara a usted el rictus amargo y la cara de estreñimiento que le encontré yo ahora en la foto. Me huelo que no le pagaron la instrumentación. Los próceres padecen de amnesia económica y creen que los artistas están ahí para servirles, o que estan vivos gracias a ellos, y les entra como una suspicacia en la piel, que lo que antes les parecía divertido se convierte en peligrosísimo.

La vida me ha dardo la ración a golpe de cerbatana. He aprendido a vivir lejos de próceres, gente eminente y futuros grandes hombres. Cuando me huelo que uno de ellos está a punto de dejar la crisálida, busco una salida urgente y me alejo lo más carpentier que puedo. Esa sombra es fatal. Como arrimarse a una mata de guao.

Pero usted era un modesto músico de pueblo. Y los músicos pueblerinos que, además de buscarse los frijoles con la iglesia sin que les den de hostias, suelen andar por ahí engendrando prole numerosa, no tienen mucho tiempo para andanzas patrióticas ni conspiraciones —un trabajador de la semicorchea agarra más rápido un constipado que una conspiración—.

Sin embargo —que es como desbloquearse— y a pesar de traer 17 hijos de 5 mujeres diferentes a este mundo, tuvo tiempo unos años más adelante de agregarle otra importante raya al tigre y una muesca en la culata de su colt: le puso sandunga heroica al Himno de Bayamo, que iba a entrar en el hit parade de la patria para convertirse, por decreto y todo, en el Himno Nacional.

Es hermoso pasar a la historia con una cosa así. Pocos lo han logrado. Debe ser un alivio saber que millones de personas creen pertenecer a un país cantando una cosita que les resulta familiar, aunque la mayoría le cambie los versos. Y da mucho más mérito no siendo un bolero, ni un son sabrosón, sino algo que tiene a los bayameses corriendo de aquí para allá hace siglo y medio, metiéndose en cuanto combate aparece sin ser llamados y poniéndose contentos cuando un eminente de esos con mala uva los envía a otros sin comerla ni beberla. Sobre todo sin comerla —aunque los hay que saben aprovechar su momento—.

Imagino que su vecino prócer no tuvo contemplaciones a la hora de darle tea incendiaria al pueblo, y no entró en razones cuando usted le gritaba: —"a mi casita no, que el piano me costo caro"—. Es posible que comenzara ahí mismo a tener esa cara de camarón en veda, esa expresión como de que los músicos tocan mal y el Regional de Cultura no les da instrumentos ni local para ensayos, aunque luego venga un plumífero de esos que padecen miopía anal y escriba sobre su persona una sandez tan grande como esta: "Hoy aquel violinista inmortal, se encuentra multiplicado en la cultura musical de nuestro pueblo", máxime cuando nadie se acuerda de su Tema con variaciones para clarinete, la marcha fúnebre Homenaje, o las canciones Elvira y Hermosa rubia, que debió intitular Rubita sabrosa si pretendía que pegara en los carnavales. La gente padece de mala memoria cuando el temita no lleva sexo implícito.

Un 14 de diciembre de 1895 decidió morirse, como para que los mambises no lo metieran nuevamente en complicaciones, y se le arrimara un prócer con más labia a convencerle de hacer cultura popular. Lo suyo era lo sacro. Tal vez lo lumbar se lo llevara a la lumba.

Con el Muñoz muy Cedeño,

Ramón


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