Actualizado: 18/04/2024 23:36
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La Columna de Ramón

Carta a Quintín Banderas

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Insurgente y General José Quintino Banderas Betancourt, Quintín Banderas:

Lo suyo fue un caso raro, aunque no hay nada más raro y a la vez normal que una guerra. Ascendió de soldado raso a general, y de ese cargo bajaba y subía con mucha facilidad. Lo degradaron tres veces hasta que, no sabiendo que otra cosa hacer después de la Guerrita de Agosto, buscaron la forma de solucionar el problema asesinándolo a machetazos, que es lo más degradante que existe. Ya si lo tasajean escupiéndolo y mentándole la madre es una aberración. Y de las peores, de las que ni siquiera llevan siquiatra.

Lo consumó la Guardia Rural, que era un cuerpo muy campestre. Si aceptamos que la Guardia Rural era un cuerpo —represivo y todo—, cualquier leguleyo de mala muerte alegaría que no hubo crimen, pues todo quedó en un combate cuerpo a cuerpo, aunque el suyo quedara tendido y desangrado y se convirtiera en cuerpo del delito. No estoy muy claro en estas cosas corporales, por mi rara manía de no incorporarme a nada. No soy ducho en el tema por más que me ducho. Pero a pesar de los años transcurridos sigo encontrando incongruencias en la historia. En la Historia en general, y en la suya propia como General del glorioso ejército mambí.

Sin embargo, si por el contrario, entendemos que la Guardia Rural era una fuerza, del orden, eso si, pero fuerza al fin, lo suyo fue una cañona. Hasta pudiéramos decir que fue asesinado a la fuerza. No creo que llegue a ser un crimen con premeditación, pues los miembros de aquel cuerpo o fuerza que era la Guardia Rural, midiéndoles el coeficiente intelectual, eran incapaces de tener una idea, y mucho menos de premeditarla. Cuando se sospechaba que un guardia civil premeditaba algo, aunque no supiera definirlo bien, era ascendido de inmediato.

Hay muchas maneras de matar a un hombre. Lo más socorrido, cuando se tienen 73 maltratados años, es dejar que sea el tiempo quien se encargue de eso, aunque el método deja huellas. Claro que los hay más apresurados, y de ello se han encargado gente como Aghata Crhistie y sus admiradores de Villa Marista. Y hay uno, refinadísimo, que es dejarlo sobrevivir ahí, día tras día, viendo como se cierra el cuadro a su alrededor, y haciéndole creer que hasta los sueños son delito, y que no hay mejor vida que la que vive. En el transcurso de esa horrible travesía, se le premia con diplomas de cartulina que devorarán los ratones y con veneno para que los ratones no le coman la cartulina.

Pero volvamos a la manigua. Cuando uno está en ese lugar y lo que hace es trabajar en la agricultura, se le llama campo o monte. Cuando hay guerra, entonces la denominan "manigua redentora", que suena más bonito, y de esa manera uno desea que siempre haya guerra. El campo normal es una rutina tediosa, insoportable, y si se le roban mameyes al vecino es hurto con nocturnidad. Pero en la manigua redentora, que es cuando hay guerra, se puede llegar a la diarrea más alevosa robando mangos y mameyes y llamándole "escaramuzas". Eso me confunde. Mi país lleva casi cincuenta años en guerra contra el enemigo, la guerra total, la de todo el pueblo, según dice un Iluminado.

Sin embargo, si te agarran con un pollo ligeramente ajeno, o halando algo parecido a lo que en la manigua redentora conocían como impedimenta, te parten la siquitrilla y te hacen un engome de por vida, aunque alegues que lo tuyo ha sido una simple escaramuza. Para mi que hay gente que no se cree totalmente lo de la guerra, o que le da envidia lo que uno pueda rapiñarle al enemigo en esas escaramuzas cada vez más cotidianas. Los policías del Oriente de la Isla no se han enterado de que vivimos en conflagración, seguramente por efecto de los carnavales.

Un hombre de su extracción y de su calamina tenía que terminar como terminó, y no estoy defendiendo la brutalidad policial. Digo que cada cual tiene su sino, que es como un destino más flaquito, marcado con fuego en su libro de visitas. Lo dicen los manuales. Su biografía, abreviada —¿las reses abrevian o los abreviados rezan?—, escueta como orden militar, casi limita sus posibilidades y es un caso de estudio obligado para todas las escuelas pisiquiátricas de este mundo.


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