Actualizado: 28/03/2024 20:04
cubaencuentro.com cuba encuentro
| Cuba

La columna de Ramón

Carta al doctor Bernabé Ordaz (II)

Urge el apoyo para celebrar en Cuba, con asistencia de loqueros de todo el planeta, una Cumbre de los No Alienados.

Enviar Imprimir

Como desde la segunda década del siglo un tal Mella había dado la orden perentoria de: "Si avanzo, sígueme. Si me detengo, empújame. Si retrocedo, mátame", usted decidió, asesorado por oscuros pisiquiatras del Kremlin, ayudar, con un empujoncito eléctrico a los más lentos. Así que hubo, en sus predios, libertad absoluta de kilowatts a toda hora. Fue como si cumpliera el sueño leninista de la electrificación total, y comenzó a darle chuchazos a todo el mundo, sin ton ni son —que es lo más sublime para las neuronas divertir—.

No resolvió nada, pero al menos mantenía encendida Tallapiedra. Afuera la gente soñaba con morirse en las selvas de Guinea Ecuatorial, en las cañadas verdes de Nicaragua, junto a un kimbo de Lobito, en la umbría boscosidad de Cunene, sobre la arena de Mogadem, un poco para no sonarse otras ocho horas de pie bajo el sol abrasador de La Habana, escuchando las monsergas del Descalabrado Principal, que remachaba que el futuro era nuestro, sin saber que íbamos a hacer con él, si ir desde Guanabacoa al Mariel era tan difícil como pasarse una semana en el cosmos con Yuri Romanenko.

Pero ahí estaba siempre el nunca bien ponderado Pavlov, que experimentó largamente con los reflejos condicionados, recurso que en Cuba empezaron a utilizar primero con las vacas y algunos cederistas destacados. Les ponían reflejos condicionados a falta de aire acondicionado. Y comenzó a escasear también el otro aire, el natural.

El pueblo, agradecido e iluso, vio con sana alegría como surgía en su seno una insania endémica, particular, de la que solamente iban a contagiarse ciertos habitantes de Galicia: la castrofrenia. Todos usaban gorritas verde olivo. Todos hablaban con el tono sereno y desquiciado del Gran Líder. Todos levantaban el dedo para afirmar o perorar. Todos se trepaban en lo primero que hallaran, a modo de tribuna, el lomo de un burro, un taburete, el espinazo de una ballena o el banco de un parque. Y lo peor: todos sabían, de pronto, cómo arreglar el mundo, porque estaban convencidos que allá afuera todo estaba mal hecho, envenenado, en pleno derrumbe.

La irrealidad, fuera de los muros de su hacienda, conspiraba contra sus esfuerzos. A pesar de ello, instaló literas de cuatro pisos, techo una cochiquera, cavó túneles bajo Mazorra para aumentar la capacidad, y habilitó el parqueo. Inútilmente. Se vio desbordado.

Lo que me extraña es que haya muerto de otra cosa, y no conectado a la 220. Lo realmente asombroso es que no haya organizado brigadas internacionalistas para ir a electrocutar levemente a todos los que abandonaban el país. Lo insólito es que mantuviera esa sonrisa beatífica hasta el último minuto.

Claro que le salvó pensar a ratos que era Camilo Cienfuegos piloteando un Cesna por Rancho Boyeros. Y cuando se le pasaba ese delirio, estaba convencido que había nacido en Birán y saltado de un yate en medio de los mangles, como para coger mangles bajitos. A ratos sonaba que era un hueso duro de roer, como había dicho que éramos todos los cubanos el Inalcanzable.

Ahora se precisa, de manera urgente, censar la amplia variedad de alienaciones, demencias, desvaríos, amencias, aberraciones, folias y tarantas creadas en exclusividad por el socialismo tropical.

Urge la mirada mundial, el apoyo del universo sobre la isla, para celebrar allí, con asistencia de loqueros de todo el planeta, una cumbre de los No alienados... Irán tres o cuatro a lo sumo. Desde ahora declino la invitación. Aquello dejó de estar de órdago para estar de Ordaz. A la ordacia del día.

Muy electrizado y con desquicie, Ramón.


« Anterior123Siguiente »