Actualizado: 25/04/2024 19:17
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LA COLUMNA DE RAMÓN

Carta al manjuarí

Tienes esa higiénica expresión de no pensar en nada, que te asemeja a ratos al ministro de Relaciones Exteriores.

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Eso da qué pensar. Si eres un habitante del interior, donde nada cambia o lo hace con lentitud armoniosa, tienes más posibilidades de difuminarte de cualquier batalla, incluyendo la de ideas. Tu morfología es otro acierto: entre caimán con dolores de ovarios y bate de béisbol, nadie sabe en qué familia ubicarte, y así nadie puede dividir tu familia, con lo desgarrador que resulta. Tienes esa higiénica expresión de no pensar en nada, que te asemeja a ratos al ministro de Relaciones Exteriores, pero sin afán de señalarte, y ha sido efectivo, mira tú.

No existe ni un mal chiste contigo, de esos que comienzan diciendo: "¿qué le dijo un manjuarí a otro? ¡No te muevas, que mañana se acaba el pleistoceno!". Ninguna frágil ama de casa ha estremecido los cimientos de la ciudad al grito eufórico de "Llegó el manjuarí para los números bajitos". A eso ha contribuido no poco el socialismo: como se perdieron hachas, sierras, serruchos, llaves inglesas, taladros y demás instrumental cercenador, salvaste tu pellejo. Te la jugaste con la consistencia de la jicotea, pero sin exponerte a la guanajada de salir a coger sol.

Tu arribo al segundo milenio, en esa isla experimental y siquiátrica, tiene además, mucho de azar. Tu inutilidad en todo sentido te ha salvado de ser ejemplo para la construcción del hombre nuevo. ¿Queremos que el hombre nuevo esté ahí en el fondo de un charco, casi sin moverse, con el único fin de durar? No. El hombre nuevo tiene que buscar una salida, aunque sea a Bolivia, y de ahí a las pancartas y pulóveres.

Lo que me asusta es que el Saurio mayor comience a fijarse en ti y de pronto coja majomía con tu ejemplo, y te desmenucen concienzudamente para ver cuál es la flor de tu secreto. O que te claven en el escudo nacional, debajo de la palma real, con lo cual vivirías eternamente, pero sólo en los cuños del Estado. O lo más diabólico: que seas el sustrato ideológico del sistema esquizoide de la Isla. En definitiva, nunca evolucionaste pero sigues vivo.

Yo me pregunto. Y como me pregunto yo mismo, me respondo si me da la gana. Pero me pregunto: ¿qué hemos hecho para merecer ese destino biológico donde lo que más ha durado es un guajacón con escamas férreas? Ser el precursor de anfibios y batracios y pasarse 135 millones de años sin cambiar siquiera el peinado o la manera de sonreír me da mala espina. Tú saltaste el Paleozoico y yo el Período Especial, donde había menos caza.

También me pregunto, y tengo derecho a preguntarme, por qué mi pueblo es un pueblo alegre y sonriente. ¿De qué nos ufanamos? Ah, sí, es que somos un muestrario. En la Isla vive el pájaro más pequeño del mundo: el zunzuncito o pájaro mosca; también el anfibio más pequeño: la rana pigmeo o sapito, y el murciélago más diminuto: el murciélago mariposa. Y de ñapa, también baila y goza en tierra cubana la jutía enana, la de menor tamaño de su especie.

Entonces me respondo la sospecha, porque también sospecho. Tal vez no existan muchos manjuaríes o manjuarises, o manchuarís, como decían los pobres indios, sino uno solo, que la prensa y el Saurio Mayor multiplican, haciendo el milagro. Quizá ese solito ejemplar ande cautivo, victimizado por no evolucionar, u objeto de estudios, ahora que el Prehistórico Verde quiere llegar a los 120 años. No sé, tal vez sea así, y a lo mejor logre vivir tanto, si acepta sumergirse en la Laguna del Tesoro y decida no continuar jorobando.

Pero me queda una duda profunda como un cenagal: se dice que la esperanza de vida en el país se ha logrado estirar hasta los 79 años. No sé para qué. Es posible que la gente espere llegar a verte adornando fuentes y riachuelos. Acaso todo sea más sencillamente macabro: les ha dado por esperar que el murciélago mariposa, la rana pigmeo y el zunzuncito crezcan algún día.

Paleozoico y pleistocénico,
Ramón


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