Actualizado: 28/03/2024 20:07
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HUMOR

Cien horas que estremecieron al mundo

'Nuestro Lisandro Otero en París', la momia egipcia y los calzoncillos del Comandante.

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Una curiosa medida

Ya sé que sobre el Comandante se cuentan leyendas tan difíciles de creer como la de que alguna vez celebró el Día de las Madres. Sin ir más lejos, el otro día un ex guardaespaldas declaró al diario El Nuevo Herald que el Comandante mandaba a quemar todos sus calzoncillos por temor a que durante el lavado sus enemigos aprovecharan para envenenarlo por los planos bajos. Eso representa, groso modo, un total de 17.155 calzoncillos incinerados en los últimos 47 años (sin contar años bisiestos) por su condición de presuntos agentes de la CIA.

Esta curiosa medida de seguridad explicaría dos cosas: 1) las dificultades que durante décadas ha atravesado el Ministerio de Comercio Interior en uno de sus departamentos más deficitarios, y 2) la tendencia de la población masculina de la Isla a usar ropa interior sólo en casos extremos, como bodas y adulterios (hay quien aconseja que el Comandante, dada su avanzada edad, debería pasarse a los pañales desechables y así, de paso, se salvaría a los pobres calzoncillos de la Inquisición preventiva a la que se los somete. Otros sospechan que desde hace rato el Comandante viene siguiendo ese consejo, lo cual explicaría la casi infinita extensión de sus discursos).

La Deep Blue Commander

A pesar de todo, pienso que mi teoría no es una simple leyenda. Todas las piezas encajan. Por una parte, con una imaginación como la suya, el Comandante nunca ha tenido necesidad de copiarse a sí mismo. Fíjense en sus consignas de los últimos cuarenta años: "¡Patria o Muerte!", "¡Socialismo o Muerte!", "¡Ahorro o Muerte!". Cierto que la "Muerte" y la "o" se repiten bastante, pero no me negarán que el resto de la frase ha tenido siempre un toque renovador.

Por otro lado, está la noticia aparecida recientemente sobre el proceso de restauración al que está siendo sometida una momia egipcia de 2.000 años perteneciente al Museo Bacardí de Santiago de Cuba (se dice que era compañera de estudios de Alicia Alonso en la escuela primaria, pero se conserva mejor). Estos dos elementos bastan para concluir que, en efecto, el Comandante ha sido sustituido por una computadora de última generación mientras espera su turno para ser restaurado después de la momia (la egipcia, porque Alicia gustosamente le cederá su turno).

A esos anticastristas siempre dispuestos a saltar de entusiasmo ante el menor signo de debilidad del Comandante, les recomiendo calma. Si el Comandante ha decidido que una computadora lo sustituya debe ser porque esta tiene méritos suficientes para hacerlo, con la ventaja de que además no es aficionada al Chivas Regal. Seguramente no se trata de una computadora cualquiera, sino de una como Deep Blue, la misma que se ha enfrentado un par de veces a Garry Kasparov en torneos de ajedrez.

Deep Blue versión Commander tendría en su programa la experiencia acumulada por el Comandante en sus 60 años de vida política: todos sus discursos, entrevistas, mesas redondas, comparaciones estadísticas y recetas de cocina. Y el problema es que la Deep Blue Commander (Deep Green para abreviar) no tiene frente a ella a Kasparov.

Los líderes del exilio nunca han dejado de enfrentarse a Deep Green, sólo han pasado por alto un pequeño detalle: que ellos juegan al dominó. No en balde llevan 40 años tratando de pegarse con el doble nueve sin conseguirlo, todo lo que encuentran en el tablero son alfiles, torres y caballos.

Luego están los otros que, de tan sutiles, no se sabe ni a lo que juegan. Se pasan el tiempo hablando de reconciliación entre los peones de ambos bandos mientras dedican todos sus esfuerzos a darle jaque mate al doble nueve, al doble seis y al doble uno. Y de paso, al doble blanco, por racista. Y todo para trancar el juego y seguir revolviendo las fichas eternamente.

Deep Green, con sus 200 millones de operaciones por segundo, seguirá ahí, lo mismo dando entrevistas que instrucciones para usar ollas, y pasando de la defensa rusa al gambito venezolano mientras el Comandante es restaurado y aprovecha para cambiarse los pañales desechables.

Yo seguiré aquí firme, revelando cada una de sus estrategias, sin temor a represalias porque sé que el Comandante después de todo no es un tipo rencoroso. De cualquier manera —por si acaso— no pienso llevar a lavar mis calzoncillos hasta que llegue el verano.


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