Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Crónicas

Adelantos y atrasos

Cuando hasta el último país de Occidente se sacudió de encima el socialismo real, en Cuba estamos todavía rezando por su fin.

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Se ha repetido que el siglo XX llegó a Cuba cuando ya en Europa el viento y la nieve, al derretirse, habían dispersado las últimas cenizas dejadas por la Primera Guerra Mundial, "la Conflagración", como la llamaban los periódicos. Tan tardía llegada ha sido fijada en 1923, cuando de repente una nueva generación, al principio representada por 13 jóvenes audaces, empujó de golpe la puerta de la escena política.

Poco después, la vanguardia ganó terreno en todos los sectores de la vida nacional. Surgió el primer partido comunista cubano, los gremios obreros se fortalecieron, la pintura de academia comenzó a replegarse, y una nueva música y una poderosa literatura hicieron acto de presencia. Cuba estaba lista para una renovación cívica que frustraría el naufragio desde el poder (suicidio más bien) de la histórica revolución del treinta. De ella, con todo, nos quedaron importantes instituciones de nueva creación y una Carta Magna considerada entonces la más adelantada de su tiempo. Cuando llegó el año 59, éramos, después de Estados Unidos, primeros en el desarrollo de la radio y la televisión, en otras cosas.

Es bueno señalarlo, por lo que esto de esperanza tiene. Superada la causa de sus retrasos, los cubanos suelen ponerse al día en un dos por tres. Incluso después de 1959 fuimos los primeros en América en declararnos "territorio libre de analfabetismo". Y somos hoy, en el planeta, de los primeros en la más alta tasa de nacidos vivos y de los primeros, también, en graduados universitarios por habitante.

Sin embargo, en algo tan nimio como la moda, digamos, las cosas, imitando al siglo XX, nos han seguido llegando tarde. Pasó, así recordando al vuelo, con los pantalones de corte campana. Dejaron de ser considerados una perversión ideológica cuando ya en el mundo eran arqueología. Lo mismo sucedió con el blue jean: "pitusa" aquí, donde es de hecho la prenda nacional. Años tardó este sospechoso pantalón en perder la connotación de símbolo del decadente imperialismo que le vieran quienes ha terminado enganchándoselo también cuando los domingos por la tarde se quitan los uniformes y salen a pasear con sus nietos.

Cuando la melena y la barba, que estos mismos censores del pantalón pusieran de moda al bajar de la Sierra Maestra, vinieron por fin a ser aceptadas en el ciudadano común, ya en casi todo el mundo los jóvenes, por renovación estética o por las implicaciones ideológicas que esos signos del pasado tenían, empezaban a deshacerse de ellos y, a poco, a pelarse al cero.

Detalles pocos pintorescos

No todos los detalles de la conocida costumbre cubana de quedarnos atrás son tan pintorescos.

Cuando el mundo iba por otros derroteros, en Cuba eran creadas las UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción), para reeducar mediante el encarcelamiento y el trabajo duro a los homosexuales. Se le impedía acceder a la universidad o se le perseguía allí, en las escuelas e institutos no se les dejaba enseñar y se les desalojaba del teatro, fueran actores o directores de mucho nombre.

Fue una fobia bajada de la Sierra Maestra, igual que la de la religión, enfermedades que el viejo partido comunista no conoció, tanto que tenía homosexuales de renombre en sus filas y hasta en su buró político.

Recuperándose de ese retroceso introducido entonces, ahora cuando (según la última profecía de Nostradamus que fuera descifrada) el movimiento gay está por constituirse en partido político para, en alianza con los ecologistas, tomar el poder en el mundo y poner fin a las guerras, La Habana ha venido, si no a firmar la paz con el homosexual, a aceptar que el mismo tiene derecho a existir, aun no siendo escritor o artista de renombre.

En cuanto a materia de comunicación, es poco lo que se diga. Por alguna razón, sanitaria tal vez, o ética quizá, esos modernos inventos que llaman teléfonos celulares, internet, antenas para ver televisión por satélite y demás perversiones electrónicas, tan cotidianas, tan domésticas ya en casi todo el mundo, en Cuba, como en la Corea del hijo de Kim Il Sun, no tienen presencia. Existen, pero para los extranjeros aposentados aquí, bien como diplomáticos o como empresarios, y para los dirigentes de nivel, por estar exorcizados. Es decir, no existen.

Sin embargo, no sólo le llegó tarde a Cuba el siglo XX. También le llegó tarde la independencia de España. Le llegó cuando ya la victoria sobre las armas españolas en la Hispanoamérica de tierra firme era apenas el recuerdo lejano de unos abuelos desaparecidos y unas cuantas fechas. Esto, a pesar de que en asuntos tecnológicos, como el del ferrocarril, aquí nos habíamos adelantado a Madrid. Porque siempre ha sido así en nuestro caso, adelantos y atrasos. Una especie de yin y yan.

Ahora mismo, cuando hasta el último país de Occidente se sacudió de encima el socialismo real, así con el entusiasmo del buey que lanza bien lejos yugo y frontil en un impetuoso alzar la testuz, en Cuba, en cambio, quien no está rezando todavía, pidiéndole a los Reyes Magos incluso, ha perdido la esperanza y se ha acostumbrado, o seguirá esperando de año en año por el famoso "año que viene" —según pudiera parecer. Es así.


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