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Casado, Carromero y dos viajes a Cuba

No solo antepasados del nuevo líder del Partido Popular español están enterrados en la Isla: hay una historia mucho más cercana, que lo vincula con la oposición al régimen

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Antes de Ángel Carromero estuvo Pablo Casado.

Del viaje y la tragedia que ocurrió durante la estancia de Carromero en Cuba se ha hablado mucho y se sigue discutiendo: ¿accidente o asesinato? El lamentable fallecimiento de Oswaldo Payá y Harold Cepero acaparó y sigue dominando cualquier análisis. Pero hay más, porque la visita en la isla del entonces número tres de Nuevas Generaciones en Madrid (la organización juvenil del PP) seguía un camino ya iniciado por otros políticos de la derecha española.

Primero fue el viaje frustrado de Jorge Moragas a La Habana en 2004, cuando las autoridades no le dejaron entrar en Cuba junto a dos parlamentarios holandeses. En la agenda de Moragas estaba incluido un encuentro con Oswaldo Payá.

Luego, en 2006, Casado realizó un viaje similar al que Carromero haría casi seis años más tarde, en 2012, solo que con éxito.

Por supuesto que la muerte de ambos opositores cubanos y todo el proceso de detención, enjuiciamiento, condena, traslado a Madrid y posterior liberación del joven político español son causas más que suficientes para acaparar la atención. Pero no por ello la estancia de Casado pierde interés. Más ahora, que el entonces diputado del PP está al frente de la organización. Hay además un detalle adicional: en su momento Casado se encargó de contar su viaje, en tres colaboraciones aparecidas en El Mundo y en LibertadDigital.

Las visitas de Carromero y Casado a Cuba ofrecen grandes contrastes. Toda la carrera política del primero se ha desarrollado a la sombra del segundo, quien era el presidente de Nuevas Generaciones cuando Carromero estaba en una celda cubana. A su vez, Casado es la materialización de un proyecto desarrollado entre José María Aznar y Esperanza Aguirre: la versión española —o específicamente madrileña— de un joven neocon, licenciado en derecho por la Universidad Complutense (cuestionado y cerrada la causa) y con una maestría en derecho (título bajo cuestionamiento) de la Universidad Rey Juan Carlos; así como cursos de perfeccionamiento en el IESE de la Universidad de Navarra, en un curso de postgrado que esta institución ofrece con la colaboración de la Universidad de Harvard.

Pese al poco tiempo transcurrido al frente del PP, Casado se ha encargado de enfatizar un discurso de reivindicación política de la derecha española —de la simbología hasta los terroristas de ETA y el aborto— y de mayor confrontación ideológica que el expresidente Mariano Rajoy. También en dejar bien clara una intención de puesta en marcha de un riguroso neoliberalismo económico, si en algún momento llega a la presidencia en España.

Curioso, aunque fácilmente entendible, que en esta historia de viajes a Cuba y encuentros con disidentes participaran dos políticos españoles que luego han desarrollado una importante trayectoria en la política de su país. Moragas durante el Gobierno de Rajoy y ahora Casado en la búsqueda de llevar de nuevo la derecha a la Moncloa. Carromero queda entonces como un mal paso del PP o el hijo medio bobo de la familia, pero no inútil por completo: continuaba al lado de Casado y colaborando con él.

Porque si vamos a creer en lo escrito por Casado —que tiene antepasados familiares enterrados en la isla— él hizo mucho más que Carromero por la disidencia en Cuba. Eso es lo que publicó en el diario español El Mundo —“Mi odisea para ver a disidentes”: registros, vuelos en viejos aviones, miradas amenazantes y seguimientos policiales[1]—, donde nos cuenta que se comportó como una especie de James Bond, en lucha a favor de la democracia: “Mi misión consistía en acceder a las casas más vigiladas de Cuba, sin ser detenido ni encarcelado. Para ello, me hice, no con pocas dificultades, con un carro de alquiler, guardé la tarjeta fotográfica en una costura del vaquero, las direcciones de los disidentes en un paquete de kleenex, y empecé mi ruta…”.

Más adelante, tras una visita a la casa de Elizardo Sánchez Santacruz, escribe:

“Al regresar al coche me encontré la puerta del copiloto abierta. Miré a mi alrededor con nerviosismo y a dos manzanas de allí pude ver un Lada 1500 con dos hombres dentro mirándome. Así que me puse en marcha más pendiente del retrovisor que de la carretera, lo que estuvo a punto de costarme un pinchazo, debido al estado deplorable de las calles, o el atropello de un par de perros. El viejo coche soviético siguió detrás de forma ostensible, como queriendo darme un aviso”.

Casado menciona sus reuniones con otros disidentes, como Vladimiro Roca, hasta llegar a lo que considera “la etapa más difícil, y a la vez más deseada de mi viaje: la cita con Oswaldo Payá, el líder del Movimiento Cristiano de Liberación y principal cruz de Castro”.

El texto, tanto en las descripciones como en el análisis, abunda en lugares comunes y expresiones demasiado repetidas. Quizá ello no le resta, de forma definitiva, cierta veracidad —el cliché es parte fundamental de la realidad cubana—, pero evidencia un propósito militante:

“Hacía tiempo que quería venir a Cuba por razones familiares, ya que mi abuela nació y vivió su infancia en La Habana y mi bisabuelo está enterrado en la gran necrópolis de Colón, en pleno centro del barrio Vedado. Sin embargo fue mi animadversión al comunismo en general, y a Fidel Castro en particular, lo que me empujó a hacer este viaje de apoyo a la disidencia, que está viviendo con miedo e incertidumbre los últimos días del tirano”.

En otra crónica —titulada En la granja castrista[2]— escribe:

“Los encontronazos de Oswaldo con la dictadura castrista vienen de lejos. Empezó a ser repudiado a los 10 años, a causa de sus convicciones religiosas. A los 17 fue condenado a trabajos forzados: hubo de cortar caña de azúcar en Camagüey por no comulgar en la escuela con la rueda de molino comunista. A los 20 se le mandó a picar piedra en la Isla de Pinos, tras ser acusado de ejercer ‘liderazgo’ entre estudiantes, mientras estudiaba Física, carrera a la que luego añadiría una ingeniería en Telecomunicaciones”.

Tal militancia anticastrista estaba supuesta a ser continuada por Carromero.

El viaje de este no pretendía ser más que un calco de la visita descrita por Casado en sus crónicas —donde aquel entregó libros prohibidos, medicinas, revistas y dinero a los disidentes visitados; un material que reconoce haber escondido en un doble fondo de su maleta y que escapó a la vigilancia de la aduana cubana—, aunque se convirtió en un embrollo internacional y en una tragedia para los cubanos, con el fatídico hecho con la muerte de Payá y Cepero.

¿Estaban las autoridades cubanas ya predispuestas a no tolerar que ocurriera lo mismo que durante la visita de Casado, quien incluso había publicado en la prensa española los detalles de su viaje? ¿Fue el dinero una causa determinante? ¿Los supuestos planes para la creación de una organización juvenil en la isla? Aquí es donde aún hoy continúan las interrogantes.

En entrevista al diario El Mundo, Carromero afirmó: “Fui a dar apoyo y dinero a la disidencia cubana. Les llevamos 8.000 euros, medicinas contra el cáncer e información de lo que pasa fuera de la isla”. Luego, en el Nuevo Herald, volvió a referirse al dinero, y decir que “había cambiado 4.000 euros a moneda cubana en La Habana”.

¿Por qué ese acto irresponsable, sino temerario, de cambiar 4.000 euros un extranjero que llevaba dinero a la disidencia? La tenencia de moneda extranjera no es ilegal en Cuba. Si una cifra tan elevada de dinero —para los estándares cubanos— podría resultar sospechosa para un ciudadano de la isla, también lo fue para un político español de visita, quien debía saber que en todo momento estaría vigilado durante su estancia; incluso más a partir de que su mentor y amigo así lo había escrito y publicado. ¿Fue más hábil Casado o más torpe Carromero? ¿O para los represores cubanos fue demasiado otro viaje de un político español con iguales objetivos? ¿Les resultó Casado un desconocido, a diferencia de Moragas?

No resulta entonces extraño que los interrogatorios en la cárcel a Carromero “se centraron, no en el choque, sino en sus relaciones con el movimiento de oposición cubano y con funcionarios de su Partido Popular en España”, según dijo este a el Nuevo Herald. Como tampoco fue extraño que sus interrogadores le recordaran el caso del subcontratista del Gobierno estadounidense, Alan Gross, que para la fecha cumplía una condena de 15 años en La Habana.

Si La Habana optó por simplificar el caso —¿con la anuencia del Gobierno español de entonces?— y echar a un lado las implicaciones políticas para Madrid (de acuerdo a la manera de pensar y actuar de un sistema totalitario como el cubano), ¿ello implicó un compromiso entre ambos países de mantener el caso no solo en términos jurídicos y no políticos, sino también concluido tras el juicio en Cuba y la devolución de Carromero a España para cumplir allí la sentencia? La realidad es que la muerte de Payá y Cepero ha derivado en la dicotomía accidente-asesinato, cuando hay otros elementos envueltos que tanto la Plaza de la Revolución como la Moncloa han preferido no remover.

¿Mantiene con la situación cubana igual compromiso en el Casado que hoy está al frente del PP? Se trata de alguien que describió el ambiente en La Habana en estos términos: “Tuve la sensación de estar en la Varsovia ultrajada por los nazis”. Es cierto que una silla presidencial puede cambiar cualquier visión, y si el dirigente popular llega un día a sentarse en ella, lo primero serán los múltiples asuntos comerciales, de inversión y préstamos entre los dos países. Aunque también cabe esperar que ese hipotético Gobierno de Casado se asemeje más al de Aznar que al de Rajoy, aunque ahora la presencia empresarial española en la isla ha aumentado sustancialmente.

Por lo pronto, Carromero —por estos días asesor de comunicaciones del PP en el municipio de Madrid y hasta hace poco secretario de Nuevas Generaciones en Madrid, ya que acaba de resultar imputado por tener 32 años— sigue a la sombra de Casado y al parecer tuvo un papel muy activo en el proceso de elecciones primarias en el PP, que culminó con el triunfo de este.

La pregunta es entonces: ¿volverán alguna vez a recorrer La Habana?


[1]Mi odisea para ver a disidentes”, de Pablo Casado, en El Mundo, domingo 24 de diciembre de 2006, número 582.

[2]En la granja castrista”, de Pablo Casado, en Libertad Digital, 1 de mayo de 2007.


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