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Disidencia, Diálogo, Oposición

Diálogo en Cuba: ¿miedo a qué?

Planteado el llamado a conversar sin actores sociales excluidos, la nota discordante es una amplia reticencia, incluso el rechazo abierto de varios opositores emblemáticos, al valorar la novedosa propuesta

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El 5 de marzo el Movimiento San Isidro hizo pública la propuesta a un Diálogo Político Nacional bajo el soporte de la plataforma digital Patria y Vida. La iniciativa se ha convertido en tema central del debate entre cubanos cuando de cambios hacia la libertad se trata.

La propuesta del MSI es consecuencia del crecimiento de este movimiento disidente, pues repasando la historia reciente, el acto inicial de un diálogo, involucrando dictadura y opositores, se efectuó en la madrugada del 27 al 28 de noviembre pasado, cuando varios cientos de jóvenes se juntaron frente al Ministerio de Cultura en La Habana, directamente motivados por el arresto, el día anterior, de los huelguistas de hambre de San Isidro en la destartalada vivienda del joven performancista Luis Manuel Otero Alcántara.

Aunque es notable la insuficiente divulgación del acontecer cubano, en particular dentro del gran archipiélago caribeño, se conoce lo que pasó después de aquella noche grandiosa y aciaga a la vez, cuando finalmente una treintena de los cientos de manifestantes, lograron reunirse a puertas cerradas, nefasto precedente, con un viceministro, quien enclaustró la propuesta en hábil jugada de parachoques, sin impedir el mínimo acuerdo de una promesa de diálogo entre artistas y gobierno.

Digamos que el primer combate de una nueva batalla por la libertad de Cuba terminó favorable para la dictadura, pero los derrotados no fueron aniquilados, se reorganizaron, generando futuros combates cuyas armas ya están sonando a través del territorio nacional.

Y aquí vale señalar que no hay pólvora, como era usual durante la juventud de los hermanos Castro Ruz, sus perros de presa en este siglo XXI están enfrentando carteles, poesías, canciones, y hasta grafitis que, tomando el ejemplo de cantautores involucrados, usan también el cuerpo propio, al serles prohibidos los espacios públicos para expresar su dolor.

Planteado el llamado a conversar sin actores sociales excluidos, la nota discordante es una amplia reticencia, incluso el rechazo abierto de varios opositores emblemáticos, al valorar la novedosa propuesta. Veamos cómo el MSI explica su demanda:

“Por ello y ante la negativa absoluta de la élite comunista de escuchar a quienes piensan diferente y discrepan de la dirección en que se ha conducido el destino de nuestra nación. Movimiento San Isidro manifiesta la necesidad urgente de llamar a un Diálogo Nacional a todos aquellos cubanos y cubanas, vivan dentro o fuera de Cuba y que aspiren construir un país que represente un hogar seguro para todos sus hijos e hijas”.

Primero, debemos considerar que quiénes nos proponen dialogar están en el corazón del entramado social cubano, son víctimas prioritarias de un aparato represivo que ha hecho proverbial su diabólica eficacia, tal vez la única obra maestra de Fidel Castro.

No hay ingenuidad en los llamados muchachos de San Isidro, asombran por su claridad de ideas y su probada valentía, lejos de compromisos sospechosos con intereses ajenos a la causa sagrada de los cubanos.

Precisamente por ser ellos una variada y genuina representación del cubano de a pie en el país de hoy, las imágenes no mienten, su convocatoria es abarcadora, totalmente inclusiva: “lo único que queremos que abunde en Cuba es la prosperidad, el progreso y el respeto a nuestra dignidad como seres humanos libres. No apostamos por el conflicto, proclamamos la paz”.

Respecto a los temerosos de la palabra, aclaran que entienden por diálogo:

“Lo entendemos como el espacio de comunicación que permitirá considerar las voces de los diversos sectores de la sociedad cubana”.

¿Podría alguien sinceramente comprometido con el futuro de Cuba, enemigo de la dictadura, oponerse a semejantes proposiciones?

Pues SI, hay quiénes se oponen, y no pocos, por cierto, si hemos de juzgar por lo que puede verse en las redes sociales. Al valorar tal balance, lo primero a tener en cuenta es lo opuesto, el desbalance. No perdamos la perspectiva de que, las posibilidades de informarse y opinar son al menos dos a una a favor de unos tres millones de la diáspora frente a los 11 millones dentro del archipiélago.

Al reiterar el término geográfico, nos motiva recordar que, en otra isla cubana, la históricamente Isla de Pinos, decretada por Fidel Castro Isla de la Juventud, sus artistas publicaron un manifiesto solidario con los protestantes del 27 de noviembre, documento público claramente a favor de un diálogo nacional, anticipándose a la iniciativa que motiva este comentario.

La rebelión anticomunista en ciernes abarca la geografía nacional, extendida allende nuestras fronteras.

Decimos anticomunista, aunque el manifiesto del 5 de marzo anda lejos de lo doctrinario, porque, y esta idea aparece en el documento, el Partido Comunista de Cuba, quien gobierna, se opone a todo diálogo y no escucha a una mayoría silenciada, no silenciosa, de discrepantes.

Seguidamente abordamos tres argumentos, cuasi repetitivos, de los opuestos a conversar entre cubanos, gobierno necesariamente considerado pues su existencia es obviedad insoslayable:

- No se dialoga con asesinos, dictadores, enemigos, sería traicionar el sacrificio de tantos patriotas que nos antecedieron en la lucha.

- Los culpables de crímenes deben pagar por sus delitos ante la ley.

- La dictadura jamás dialogará, por tanto, es un contrasentido proponerles dialogar.

Comenzando por el argumento inicial, ¿En qué se aparta la propuesta al presente Diálogo Nacional de los anhelos que llevaron a sacrificios extremos, exilio, cárcel y muerte, a tantos patriotas?

Reto a los que desestiman el diálogo a responder esta pregunta porque, sencillamente, son los mismos objetivos a lo largo de nuestra historia, vienen de la república democrática sintetizada en Martí, desde el dubitativo actuar político del genio literario de Heredia, pasando por los resueltos guerreros del 68 y el 95, sin olvidar a los demócratas anti machadistas y anti batistianos, después por consecuencia, anti castristas.

En cuanto a reclamar juicio justo y severo castigo para tantos esbirros, ni siquiera los ejércitos victoriosos aliados, luego de aplastar al fascismo por las armas, al costo de millones de vidas, agréguense millones de toneladas de escombros humeantes, lograron sentar en el banquillo correspondiente a muchos de los principales responsables de la Segunda Guerra Mundial.

Por su parte, la historia cubana demuestra que, tratándose de pasadas dictaduras, no solo escaparon muchos culpables, en especial los principales, sino que la aplaudida venganza envolvió la paranoia represiva posterior.

El sentido común aconseja, sin abandonar toda posibilidad de juzgar y condenar a represores, corruptos y demás cómplices de tanta amargura, ajustar la acción a las posibilidades reales, sin condicionar el objetivo insoslayable que es acabar con el régimen que la engendra.

¿Tiene algún discrepante otra solución política a mano? ¿Podría explicarla sentimientos aparte?

Queda la sospecha de razones ocultas, pero la sola incapacidad de darlas a la luz invalida a los probables opinantes.

El tercer argumento cuenta con sobradas razones, estaríamos ante un milagro social si los dictadores renuncian a sus poderes y privilegios sin compensación alguna, en especial una fórmula legal de perdón.

La intransigencia de los dictadores es inversamente proporcional a la capacidad de movilización en su contra de la mayoría opositora. En tal fórmula, movilización es muchísimo más que gente gritando consignas en las calles, comprende un consenso mayoritario de cubanos usando todos los medios posibles contra el régimen, hasta no dejarles otra salida que no sea abandonar el poder.

Se trata de todo lo contrario a la nefasta arrogancia de quiénes desacreditan al hermano de causa, víctimas juntas del mismo carcelero.

Y si los mandantes se mantuvieran en sus puestos hasta las últimas consecuencias, hecho previsible, habremos acortado el camino gracias a la concertación de voluntades que supone unirnos en diálogo por el cambio hacia la libertad, que es en todo momento, el objetivo de nosotros, los cubanos.


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