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Avestruz, Disidencia, Cuentos

El cubano: avestruz del trópico

Como avestruz de dos cabezas, viviendo ambas del cuento, tanto vamos hacia el socialismo próspero con carnes exóticas que si todos marchamos, el miedo y la dictadura se acaban

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La bayeta mediática que viene dándose al avestruz —como consecuencia de otra tragicomedia del desgobierno kubizhe— trae a colación que el cubano mismo es un avestruz nacido y criado en la Isla de Cuba pintoresca. Cierra los ojos y hace que se esconde para no enterarse de las realidades a su alrededor, para vivir sin darse cuenta de las innumerables asechanzas que lo rodean, como maestro en hurtarse ante la verdad y en negar su comprensión a lo evidente y a lo inevitable cuando no es grato a su vanidad o a su falso sentido de la conveniencia.

¿Pasado vigente?

Antes de alistarse para dar guerra contra este abordaje de la cubichería, los patriotas de ronda en Internet deben saber que tales apreciaciones, como las cadenas, vienen de lejos. Vieron la luz en un librito titulado El cubano, avestruz del trópico (1938), que el erudito holguinero Enrique Gay Calbó (1889-1977) dio a imprenta como “tentativa exegética de la imprevisión tradicional cubana”. Nada más que oyó disertar a Gay Calbó sobre el asunto, el precursor de Eusebio Leal, Emilio Roig de Leuchsenring (1889-1964), arrimó el ascua a su sardina con que, por obra y desgracia de la inveterada costumbre de actuar como avestruz, el cubano ha vivido siempre precariamente en su tierra y jamás se ha ocupado de estudiar el pasado para mejor desenvolverse en el presente y prepararse para el porvenir.

¿Presente caduco?

Cabría discutir si la cosa sigue siendo así o no. Aun haciéndose ver que los contratiempos de hoy derivan de contratiempos no enmendados de ayer, el cubano cierra los ojos, se niega a escuchar consejos y advertencias, renuncia a toda indagación seria y continúa con tropiezos y caídas. Vive en un estado de mesianismo absurdo e imprevisor. Se embulla inexplicablemente hasta por conquistar a quienes no han de tener más interés que los cubanos mismos en salvar la patria. El cubano, como avestruz tropical, parece siempre ignorar qué ocurrió. No es de extrañar que lleve una vida de tumbo en tumbo, saliendo de una crisis para entrar en otra, como pueblo de avestruces con gobierno de avestruces al cual se oponen avestruces.

Avestruz bicéfalo

La bandería pro-Castro esconde la cabeza para no ver que con partido único no hay democracia [1] ni hay economía con planificación y dirección centralizada del Estado [2]. La bandería anti-Castro esconde la cabeza para no ver que entre el gobierno que hace el mal y el pueblo que lo consiente hay cierta solidaridad vergonzosa [3], la cual no podrá revertirse con vividores de la política saltando de un embullo en otro y ripiándose entre ellos en vez de unirse [4].

Así que no habrá una Cuba libre y democrática, sino la misma Cuba fracturada de siempre, como avestruz de dos cabezas que tratan de arrancársela una a la otra, pero sobre todo viviendo ambas del cuento, ya sea que vamos hacia el socialismo próspero con carnes exóticas o que, si todos marchamos, el miedo y la dictadura se acaban.

Coda

Las dos cabezas del avestruz tropical kubizhe han llegado incluso a pensar que no ver equivale a no ser visto y así pretenden quedar siempre al margen de la crítica.

Notas

[1] Vid.: Hans Kelsen: Esencia y valor de la democracia, Labor, 1934.

[2] Vid.: Ludwig von Mises: El socialismo. Análisis económico y sociológico, Hermes, 1961.

[3] Víctor Hugo: Guillermo Shakespeare, Saturnino Calleja, 1880, 285.

[4] Cf.: Jonathan Farrar: “The U.S. and the role of the opposition in Cuba”, cable confidencial 09HAVANA221, 15 de abril de 2009.


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