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Hombre Nuevo, Socialismo, Patria

El extraño caso del Hombre Nuevo

Seis décadas entre colas y marchas

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A este niño le dijeron que sería el Hombre Nuevo. Y desde muy pequeño lo pusieron en un Círculo Infantil para que a las madres sustitutas les dijera “tías”, y no viera a su verdadera madre hasta bien entrada la noche. De pequeñito también fue a sembrar café Caturra con su padre, y cortinas rompe vientos con los abuelos… los domingos. También para ser Hombre Nuevo debía ser pionero, comunista, como aquel Extranjero. Todos los días en el matutino de la escuela saludar la bandera frente al busto de Martí, y gritar el lema de ser como Él.

En casa hay que aprender a vigilar al vecino. Quien no apaga la luz innecesaria. Con la Patrulla Click, tocar la puerta ajena, y decir compañero, como se dice en español, hay que ahorrar porque el país lo necesita. El Nuevo Hombre todavía niño denuncia lo mal hecho, incluso si de su propia familia se trata. De tal modo la tía, quien es además su madrina, ha muerto. Es una canalla. Se ha ido al Norte, donde vive el enemigo, gente mala.

La familia, acá, habita el paraíso de los obreros y los campesinos. Están haciendo una zafra de 10 millones de toneladas de azúcar que va a desarrollar el país. Lo dice el Máximo Líder. Nunca se equivoca. Cuando habla en la televisión o en la radio no se puede ni chistar. La abuela puso el Corazón de Jesús que estaba en la sala en su cuarto; la madre, el del Máximo Líder en su lugar —ya había colocado el cartelito en la puerta: esta es tu casa Fulano. Mientras, Los Siete Samuráis del 70, La vaquita Matilda, Olivito y Pelusín del Monte hacen desaparecer a Mickey Mouse y a Superman.

¡Qué importan los apagones! ¡Vivan las chismosas! El país va hacia delante. ¡Mira qué carnavales y qué carrozas —la del Azúcar ¿con espejos? ¿O era la de la Construcción? El futuro es del Hombre Nuevo. “Esto” es una circunstancia pasajera, un paso duro y necesario porque el socialismo hay que construirlo, no lo entregan hecho. Pero es duro ver al abuelo recogiendo cabos de cigarros del suelo para hacer “tupamaros” con hojas de Biblia. A la abuela, haciendo engrudo con harina para forrar las libretas con periódicos y papel de RX.

Los Diez Millones no fueron, aunque una orquesta recién se nombra Van Van. Con un poco de suerte y paciencia el niño- proyecto Hombre Nuevo podrá ir a un restaurante cuando la madre logre coger un turno por teléfono. “Antes” solo los ricos podían comer en estos lugares, dice ella. Por desgracia, la familia del futuro Hombre Nuevo no tiene suerte ni siquiera para sacarse un buen día para comprar los juguetes —básico, no básico y dirigido. “Antes” solo los niños ricos tenían juguetes, dice el padre.

El semi-niño creció creyéndolo todo. Por eso cuando le dijeron de la Nueva Escuela, el semillero del Hombre Nuevo, no lo pensó dos veces para entrar en la Beca. Al principio, vestido de azul marino, corbata y chaqueta, sintió liberarse de la familia. No los necesitaba. Ahora es un hombrecito, como dice el instructor de albergue mientras lo castiga a limpiar el baño después del silencio; y el guía de campo, que doble el lomo, que quien ha visto un joven con dolores y lamentos. Cierto día el becario del semillero iba a quedarse sin pase; alguien había robado su corbata. Fue la primera vez que, como Hombre Nuevo, comprendió y ejecutó la palabra “resolver”. Había que “resolver” una corbata, y a mano tenía la del amigo. El amigo también aprendería ese mismo día que una circunstancia, un incidente, es solo intercambiar verbos, robar por resolver.

Ya se iba formando como Hombre Nuevo. Ahora, en los 80, solo faltaba obtener la carrera. En las “escuelas de la calle” la gente no estudia, y los maestros son mediocres, dicen sus padres. Para evitar cualquier percance, los formadores —casi tan jóvenes como los formados— revisan las respuestas antes de entregar las pruebas, o salen a fumar, dejan que copien, y si no funciona, ponen la fórmula en la pizarra —por entonces no vendían los exámenes; para eso habrá que esperar hasta los 90.

El semi-hombre nuevo es casi adulto. Pero se quedó sin carrera. Le toca el Servicio Militar de finales de los 70: Angola y Etiopia. Hombre Nuevo Internacionalista: a entregar la vida si es necesario… porque la vida, la suya, no vale nada, como canta el trovador desde un reclinable de museo; o vale tanto como la del desconocido, durante el día amigo, y en la noche enemigo. El semi-hombre internacionalista regresa “con tres heridas, la del amor, la de la vida y la de la muerte”.

De vuelta a la Patria todo ha cambiado. El milagro de la resurrección. ¡Tía ha vuelto a la vida! ¡Tía canalla acuérdate de mi talla! En el Norte no están muertos sino dormidos. El Hombre que quiere ser Nuevo debe aprender a tratar cadáveres insepultos y bien nutridos. A partir de entonces muchos hombres y mujeres creen que es mejor ir por el mundo de sonámbulos que de difuntos, y cantando las estrofas del Himno Nacional —“vivir en cadenas es morir”— desatan la Gran Estampida del Mariel. Inauguran así la Década Prodigiosa de los Durmientes: Guantánamo, Ruta de los volcanes, Siberia, Patrocinio…

Poco falta entonces para que la madraza del Neo-Homo renuncie a su papel de metrópoli del Universo Comunista. El hombre que quiere ser nuevo no entiende. No puede entender por qué al quitarle la escalera, el país ni siquiera ha podido sujetarse de la brocha. Tampoco por qué hombres de verde olivo, formadores de nuevos hombres, son pasados por las armas. El Máximo Líder dice, en el aire, sin sujeción a brocha alguna, que ahora si van a construir el socialismo… y el Nuevo Hombre se pregunta: Y “antes”, ¿estaban haciendo un experimento?

Lo llaman Periodo Especial en Tiempo de Paz. Así arranca la Década Lastimosa. No es nada que el Hombre Nuevo no conozca. “Esto” es una circunstancia pasajera, algo que será superado en breve, dicen. En esta nueva circunstancia hay bicicletas en vez de guaguas, polivitaminas por carne, apagones por luz, Cerelac por leche, soya por picadillo. La consiga para el hombre que sigue queriendo ser nuevo es la misma: hay que resistir. Solo falta otro padrino, alguien que bautice… y aparece uno que, en efecto, bautiza con fuego, es decir, con petróleo.

Pero la felicidad dura poco en casa del Hombre Nuevo. Desaparecido el Capitán en Jefe, el barco se escora de nuevo. El Segundo Timonel trata de nivelarlo, y consciente al menos de su incapacidad para navegar en las turbulentas aguas del naufragio, encarga a otros hombres nuevos timonear el barco, sacarlo del encallamiento. Solo que los escogidos para la cosecha no la han sembrado. Como el Hombre Nuevo, no saben cómo se siembra ni cómo y cuándo se siega.

Mientras, el niño que se hizo hombre y ahora envejece, sospecha el regreso a los días de su infancia y adultez, de apagón en apagón, de promesa en promesa; y como lo hizo con los abuelos, y con los padres —¡aquel puerco en la bañera! ¡Los pollitos muriendo bajo la intensa luz del único bombillo!— tendrá que sembrar pescados en los estanques, hortalizas en los techos desconchados, comer avestruces, gallinas decrepitas y tripa.

La única diferencia con el pasado es que ahora lo llaman “continuidad”; lo malo es una “coyuntura”, ya no es una circunstancia pasajera. Para colmo, la tía ha fallecido, literal, no socialmente. No hay nadie que venga “del más allá” de noventa millas, donde viven otros hombres que no son tan malos mientras “sonambulen” con la moneda del enemigo.

En una cola bajo la canícula del verano tropical, esperando una guagua o que algo se lo lleve por delante, siente que regresa a la época de niño. Ha perdido la dentadura, usa la misma ropa, apenas se baña, come puré de lo que encuentre o echen en la bodega, y pasa todo el día jugando con otro Neo-Hombre a quien es el último en una cola donde no sabe si alcanzará el pollo… del Revuelto y Brutal. El hombre ha entregado su infancia, adultez y vejez a cambio de que sus hijos, y los hijos de sus hijos vivan mejor.

“Esto” va en recursiva, se dice. Es como un laberinto donde todo regresa al principio. Es como una resaca del tiempo; un déjà vu resistente al entendimiento. Seis décadas entre colas y marchas: los pescadores del Alecrín, jamón del Diablo para la Navidad, Ángela Davis, la Pizza Napolitana, la Embajada del Perú y el Pueblo Combatiente, la Masa Cárnica, la Tribuna Abierta, el Niño Secuestrado, la hamburguesa McCastro para los vanguardias, los Cinco Héroes, el Picadillo Texturizado, los Primero de Mayo, el Frinkandel o perro sin tripa, los 26 y pa’lante.

Ha caminado contra la naturaleza y contra el implacable, el que pasó. El niño se convirtió en hombre antes de tiempo. El hombre se hizo niño, indefenso. Él debería saber, todos deberíamos saber, que la historia no puede terminar así.


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