Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Economía

El futuro anunciado no sirvió

¿Cómo puede el trabajador sentirse dueño de la riqueza si, a pesar de lo que produce, necesita un ingreso adicional para sobrevivir?

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El pasado mes de septiembre, en un contexto caracterizado por la deteriorada relación salario-costo de la vida y sumido el mundo del trabajo en un mar de indisciplinas, ilegalidades, delitos y corrupción, al punto que las autoridades del país han considerado ese estado como la posible causa del fracaso revolucionario, se celebró en Cuba el XIX Congreso de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC).

La revolución, decía su líder en 1959, "es la demanda de hoy y la demanda del futuro. La Revolución son los salarios del futuro…". Si el presente es el futuro anunciado, entonces este no sirvió. Resulta que entre el deseo y la realidad, en materia de distribución, media la producción. Para lograr que su aumento se convierta en tarea fundamental de los trabajadores, estos tienen que ser y considerarse dueños, por lo que se impone un cambio radical en la concepción del papel del movimiento obrero, donde su esencia sigue siendo la defensa de sus intereses, mediante lo cual coadyuvan al avance social.

Cuando se pierde el sentido de pertenencia, como ha ocurrido en la Isla con la llamada propiedad de todo el pueblo, ocurre que los ciudadanos, desposeídos e impedidos por ley de ser propietarios y de recibir en dependencia de sus aportes, buscan los medios para subsistir a través de la ilegalidad y la corrupción.

¿Cómo puede el trabajador sentirse dueño colectivo de la riqueza, si a pesar de lo que produce tiene que encontrar un ingreso adicional para sobrevivir? Esa realidad explica la imposibilidad de salir del estado actual sin restablecer la correspondencia entre salario y costo de la vida.

Dicha tesis demuestra que la solución del problema sindical está estrechamente ligado a la democratización que requiere la naturaleza y funciones de la economía. Por lo que se necesita la creación de espacios y la institucionalización de derechos y libertades para que, de manera paralela al Estado, los trabajadores puedan participar como verdaderos sujetos en la gestión económica. La frase "la Revolución es de los trabajadores" no puede ser una consigna sin contenido real.

"Las soluciones", dijo Raúl Castro en la clausura del Congreso, "sólo pueden salir del trabajo práctico cotidiano de los dirigentes sindicales, del contacto directo con los trabajadores, sus problemas y aspiraciones". A lo que hay que añadir la necesidad insoslayable de devolver la autonomía al movimiento sindical, como elemento activo de la sociedad civil, sin lo cual lo primero es inalcanzable. Cuando eso ocurra, los dirigentes sindicales, elegidos por los trabajadores, responderán a esa responsabilidad contraída sin necesidad de orientaciones extrasindicales.

Lo que se requiere es democracia en la economía, es decir, una amplia distribución del poder económico entre todos los participantes en las distintas actividades económicas. Esto debe abarcar desde la toma de decisiones, hasta la distribución de las utilidades, incluido el derecho a la posesión de los medios de producción.

Ese sería el verdadero socialismo, que no puede ser sino democrático, que conlleve, en las condiciones de Cuba, primero a una distribución justa de la riqueza y luego a una democracia política que no constituya un simple retorno al voto universal y secreto; lo que constituiría el mejor aporte a la búsqueda de la justicia social y la democratización que se está produciendo en nuestra región.


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