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Ejército Libertador, Pagos, Independencia

El pago de haberes al Ejército Libertador cubano

Una página soslayada de la historia

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El sistema de enseñanza en Cuba ha inculcado a través de décadas el hecho cierto de que el Ejército Libertador fue licenciado en 1899, a instancias del gobierno interventor norteamericano, pagándole a cada integrante 75 dólares.

Los llamados mambises cubanos recibieron mucho más que 75 dólares, por lo que la mencionada cifra es solo una verdad a medias, en extremo perniciosa, puesto que lo cierto favorece el ocultamiento de hechos que intencionalmente escapan al conocimiento de la mayoría, deformando la opinión pública sobre un momento crucial de nuestra historia, convirtiéndose en un asunto político.

La generalidad de nuestra historiografía reconoce que el Ejército Libertador estaba en una situación extrema de desamparo al terminar la guerra e iniciarse la ocupación militar norteamericana, el 1ro de enero de 1899. Su razón de existir había cesado, mientras que, en un país devastado por años de guerra total, obtener recursos por cuenta propia para mantener en pie a tantos hombres armados era imposible.

El historiador Torres Cuevas ha descrito la situación, citando a un soldado mambí:

“Yo, que he servido a mi país, que todo lo he sacrificado, no puedo ni siquiera tener a mi lado a mi familia por carecer de recursos para ello. No puedo emprender ningún negocio ni reconstruir mi finca por carecer de recursos…” (Cubadebate, Los días en que se nublaron los sueños… Julio de 2023)

La jefatura militar cubana se debatía entre un préstamo mayor para pagar debidamente a la tropa al licenciarla o aceptar un donativo menor de 3 millones de dólares, ofrecido por el presidente McKinley.

Resumiendo acertadamente el problema, sigue explicando el también Dr. en Ciencias Históricas, Académico y miembro del Consejo de Estado:

“Algunos especulaban con un suculento préstamo de Estados Unidos, lo que endeudaría a la república antes de nacer. Lo cierto es que parte de los miembros de las fuerzas libertadoras abandonaban sus filas por creer que, con el fin de la guerra, se había terminado su deber patriótico; otros, por la perentoria necesidad de ocuparse de sus familias hambrientas y desarrapadas.”

El Libro de texto vigente para la enseñanza media general en Cuba, elaborado bajo la tutoría del Dr. Torres Cuevas, ofrece a los alumnos esta conclusión:

“Los norteamericanos conveniaron con Gómez la entrega del donativo y el licenciamiento del Ejército Libertador. La revolución quedó acéfala.” (Historia de Cuba, Tomo II, año 2016. Texto firmado por la Dra. Francisca López Civeira)

Las últimas palabras, sobre qué se entendía en 1899 por revolución y su condición de descabezada, ha sido tema abordado en anteriores artículos de quien escribe, publicados en esta web. Nos limitamos a confirmar que los 3 millones, repartidos entre la totalidad de miembros del Ejército Libertador, arrojaron la consabida cifra histórica de 75 dólares por cabeza.

La verdad silenciada vino a continuación. Los cubanos no se conformaron con la cantidad recibida. Una vez establecido el gobierno nacional, su presidente, Tomás Estrada Palma, decidió gestionar y aceptar el referido préstamo bancario, nombrando una comisión presidida por el propio Máximo Gómez, antes opuesto a legarle una deuda al estado independiente próximo a proclamarse, encargado ahora de ejecutar lo que se llamó Pago de Haberes al Ejército Libertador.

Hemos utilizado como fuente principal de cuanto sigue el valioso estudio firmado por Elizabeth López Mir, titulado EL EJÉRCITO LIBERTADOR CUBANO: NI TAN POBRES, NI TAN OLVIDADOS. SU LICENCIAMIENTO Y PAGO DE HABERES ENTRE 1899 Y 1903. (Ver Trocadero, nº 32 (2020), e-ISSN 2445-267X, pp. 135-151. PDF Copiado de la internet)

Un préstamo de 35 millones de dólares fue conveniado con la casa Speyer & Co, pagadero con el 10 % de las rentas de la aduana de la república durante 10 años, convenio que fue cumplido integralmente.

Tomando como base un cuadro estadístico publicado por el historiador Jorge Ibarra, tenemos que esta vez, al paso de 4 años desde los mínimos 75 dólares, los soldados en número de 41492, recibieron como promedio 231 dólares oro, en tanto otros 4 mil militares, desde clases hasta generales, obtuvieron entre 1063 y 12 mil dólares promedio, aunque las cifras individuales difieren al consultar los registros que escrupulosamente se crearon, bajo la firma del Mayor General Carlos Roloff, contador jefe del cuerpo armado antes licenciado.

Por ejemplo, López Mir reproduce un cuadro elaborado al consultar los pagos efectuados al 2do Cuerpo de Ejército, radicado en la zona oriental, cuya cabecera era la ciudad de Holguín. Algunas sumas fueron:

Cuatro mayores generales, $1.7941.66 cada uno. —35 coroneles, $8.416,26 por persona. En igual condición, 128 Comandantes $4.736,97 y 228 tenientes $2.399,05.

La magnitud real de estos ingresos se valora al considerar algunas referencias de precios y salarios, tomadas de fuentes confiables, para los años iniciales del siglo XX.

En Cuba, un tabaquero experto ganaba 3 dólares al día, en tanto los obreros simples eran pagados como promedio a un dólar la jornada.

Consultando información de Estados Unidos para igual fecha, el sitio web FRASER, derivado de Discovery Economic History, cuya fuente es la Federal Reserve, arroja un salario medio semanal para trabajadores de poca calificación en la costa atlántica, entre 10 y 12 dólares a la semana.

De especial interés para Cuba, la caballería de tierra (1 Ca = 33 acres), oscilaba entonces entre 75 y 150 dólares según lugar y calidad relativa del terreno.

Las consecuencias directas del pago de haberes, soslayado de nuestras aulas, medios de comunicación y hasta de los discursos políticos, es que unos 4 mil militares del ejército libertador dispusieron de inmediato, en 1903, del dinero suficiente para convertirse en propietarios inmuebles, iniciar negocios de una magnitud considerable, en tanto los soldados ganaron en un día el salario de medio año laboral como mínimo, equivalente a un obrero simple de la época.

Ninguna cantidad de dinero es comparable al sacrificio patriótico de un soldado, sin importar su grado militar, considerando además que la mayoría de ellos ascendieron por méritos alcanzados en el campo de batalla, sobreviviendo a una larga contienda frente a un enemigo implacable que le superaba ampliamente en número y armamentos.

Pero los hechos son testarudos. La profesora Elizabeth antes citada, nos ofrece este caso:

“Un ejemplo de ellos fue el Teniente Coronel Francisco Franco Ortiz, de Banes, quien era negro y analfabeto, pero pudo comprar haciendas y ejercer dentro del comercio en la zona, convirtiéndose de esta forma en un hombre acaudalado gracias a los $7.970,66 que recibió.”

La consecuencia directa del pago de haberes al ejército libertador fue el surgimiento del caciquismo, una suerte de jefes locales dominantes en la política nacional, posicionados como propietarios a partir del dinero recibido en un momento excepcional de la historia. Las figuras prominentes de entre tales engendros políticos acapararon los cargos públicos hasta el congreso y la presidencia nacionales.

Aquel montón de dólares oro actuó en combinación con las penurias de un país asolado por la guerra, donde la democracia era un recién nacido tras cuatro siglos de monarquía despótica aplicada a una colonia. Los caciques contaron además con las ventajas inherentes al prestigio de su biografía independista y su autoridad militar, aceptada por los subalternos.

No hay dudas de que para los inversionistas extranjeros que acudieron en masa sobre terreno fértil a bajo precio, mayoría norteamericanos, los nuevos jefes serían el mejor instrumento para asegurar en cada sitio la eficacia de los negocios.

El resultado del caciquismo quedó expresado en la república que fue modelándose bajo tales presupuestos, tutelada por la conocida Enmienda Platt, cuyo artículo tercero se acostumbraron a invocar en sus disputas internas los líderes políticos cubanos, aun cuando desde Washington se manifestara, particularmente en el caso cubano, la voluntad reiterada de evitar la intervención refrendada en la tristemente célebre enmienda.

Carlos Loveira retrató aquel estado de cosas al publicar en 1920 una novela antológica de la literatura cubana: Generales y Doctores.


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