Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Crónicas

El totí extraterrestre

La desaparición de los baños públicos, las tintorerías y las tiendas, y su regreso en dólares.

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En Cuba, los restaurantes, fondas, cafeterías y bares estaban por ley obligados a tener servicio sanitario para uso público, y a mantenerlo limpio. Después de 1959 fue una ley innecesaria. En La Habana, donde dicen que por olvido —o por despistar— quedó uno en la pizzería de 23 y 12, debía entrarse en punta de pies, suspendiéndose el pantalón hasta el tobillo con una mano y con la otra tapándose la nariz.

Quienes antes los limpiaban, ahora si no andaban por las montañas persiguiendo alzados, o estaban en la costa tirados sobre el diente de perro esperando a los americanos, andaban por provincias cortando cañas para las zafras del pueblo. Tal vez por eso desaparecieron.

Sin embargo, es de señalar al respecto, me decía muy entusiasta en una cola un viejito revolucionario que estuvo en la Sierra y en Girón, el hecho de que estemos frente a una desaparición coincidente con el boom de las naves extraterrestres en nuestro planeta; boom, por cierto, precisó, del que Cuba sólo ha registrado la experiencia de la nave que un amanecer —hace cuatro o cinco años— se posó, quién sabe si por reparaciones, en el patio de un solitario bohío de la provincia de Matanzas, donde un campesino que estaba colando café habló con uno de los tripulantes.

Claro que otras naves podrían haber estado aquí sin dejarse ver. Y empezando a reflexionar al respecto, recordó el viejito que una vez en la provincia de Camagüey fueron sorprendidos unos piratas que le cogían dinero a la gente para transportarlas a Estados Unidos y cuando el día acordado para el embarque llegaban a la costa, las mataban y enterraban.

Esto sucedió hace cosa de treinta años. De no ser porque la banda fue capturada, estadísticamente aquellas víctimas serían cifras, cantidad incluida en las decenas de miles de cubanos que han perecido en las aguas del Estrecho de La Florida.

Luego entonces no sería insensato suponer que personas que aparecen en esas luctuosas estadísticas de la patria escapando, traicionando, corriendo a comer las migajas que desde su mesa les tiraba el enemigo, fueran en realidad honestos ciudadanos abducidos. Esto mucho más cuando la vorágine en que ha debido vivir la Isla se prestaba para, además de abducirlos, llevárselos sin dejar huellas.

Visto así, quedaría explicada la masividad sin precedentes de aquel éxodo que tanta lágrima ha arrancado. Y hasta el estrago mismo que han sufrido las ciudades, la agricultura y la economía en general, tendría sentido.

Arte de magia

Esta idea, que no era de él, me decía, no carecía de fundamento. En la época en que desaparecen los urinarios, empezaron a esfumarse las tintorerías, las barberías y las posadas. Podría alegarse que también los empleados de esos sectores estaban, por esos entonces, de milicianos en las montañas o en la costa oteando el mar, con no menos arrojo que los empleados que antes de ser milicianos limpiaban los urinarios. Pero eso sucedió hace mucho tiempo.

Muchos de aquellos héroes que entonces no tenían hijos, hoy tienen nietos. Sospechosamente, sin embargo, decía, sus antiguos centros de trabajo siguen sin reaparecer. Esto parecía decir mucho, ¿no?

Es verdad que con la liberación del dólar y la necesidad de recaudar divisas han aparecido en La Habana —y quién sabe si en otras ciudades del país— numerosos kiosquitos coquetones, pintaditos, casi femeninos, instalados en solares yermos y plazoletas, provistos de sanitario con candado en la puerta, para uso exclusivo de los consumidores. Y aparecieron una o dos tintorerías que trabajan en moneda convertible, sin distinción de nacionalidades, y tiendas elegantes donde pueden entrar los cubanos.

Son novedades que en lo personal, y sin que lo lamente, para el viejito no cuentan, puesto que él no tiene divisas para acceder a ellas. Decía que desde que aparecieron, las dio por desaparecidas, porque quienes tienen poder para abducir personas y llevárselas a otros planetas —además de todas las otras tropelías que esos infames han estado cometiendo contra la revolución cubana, sin lograr vencernos ni arrebatarnos la fe—, podrían lo mismo llevarse la fortaleza del Morro si les diera la gana.


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