Actualizado: 02/05/2024 23:14
cubaencuentro.com cuba encuentro
| Cuba

Disidencia

En busca de una definición

Lo que se omite en los cables sobre la oposición cubana divulgados por WikiLeaks es la labor de infiltración e, incluso, “creación” de “disidencia”, de la Seguridad del Estado

Comentarios Enviar Imprimir

El año que comienza parece plantear un gran requerimiento a la disidencia cubana. Lo sugieren los cables divulgados por WikiLeaks que, como es lógico (debido a su pertinencia o impertinencia, según se mire), el propio régimen se ha encargado de reproducir en la página oficialista de Internet CubaDebate. Según estos cables la diplomacia estadounidense en la Isla desaprueba a la disidencia. Y, curiosamente, hay cierto sector de la propia disidencia que coincide con ellos. Lo hace, por ejemplo, el moderado Arco Progresista, según palabras de su portavoz Manuel Cuesta Morúa. Dice Morúa: “Es bastante duro el juicio que hace la SINA (Sección de Intereses de Estados Unidos en la capital cubana), pero cercano a la realidad. Tengo una visión bastante crítica de nosotros mismos”.

Independientemente de los matices que luego el propio Morúa introduce, lo cierto es que este enfoque adolece de una omisión que considero clave. Pero antes de referirme a esa omisión —y para comprender mejor el conjunto—, añadamos otros datos importantes en los que se sustenta dicho juicio.

En los referidos cables queda claro que para los diplomáticos de EEUU la disidencia ofrece alternativas que no resultan realmente serias. ¿Debemos entender que las que ofrece son informales, insensatas, irresponsables, irreflexivas, etc.? No voy a remitir al lector a las alternativas en cuestión, solo diré que existen, y eso es bastante. Que se consideren “realmente serias” o no es algo que entra ya en el campo de lo especulativo. Pero si se observaran con amplitud de miras, entonces tal vez se verían como lo que son: pasos previos, simbólicos casi, hacia esa visión concreta de lo que podría hacerse después del castrismo. Un “después” que debe entenderse como la culminación de un proceso de transición más o menos lenta, durante la cual habrá que superar numerosos traumas, vicios y resistencias. Ante esto el “valor de resistencia” que Morúa destaca pasa a un segundo plano. Es importante, sin duda, pero interesa que esa lucha se mantenga con una perspectiva inteligible, so pena de producir el efecto contrario. Lo que no debe significar en modo alguno una descalificación del valor simbólico per se que tiene. En las condiciones de Cuba, donde los símbolos han sido el cemento con que hasta hoy se han unido las piezas de la dictadura, un símbolo disidente, si se utiliza en la forma debida, adquiere o puede adquirir una importancia capital.

Pero sigamos con los cables. El jefe de la SINA, Jonathan Farrar, remitió otros al Departamento de Estado referidos a un segundo aspecto que, curiosamente, van en el sentido que me interesa subrayar. En estos el señor Farrar aprecia a la disidencia (menos mal), pero no así a la influencia que ésta tiene en la sociedad, particularmente en la juventud; lo que atribuye, con algo de razón, pero también con bastante de error, a sus mensajes poco atractivos. ¿No olvida algo el señor Farrar? ¿No olvida que esa ciudad que se ve a través de los ventanales del edificio de la SINA es la capital de un pequeño país donde impera un régimen totalitario, en el sentido que ya se le daba al totalitarismo en la Italia de Mussolini?

Otros despachos vienen a decir que los opositores “malgastan energías boicoteándose unos a otros”; que carecen de programas para captar a un amplio espectro de la sociedad cubana; y que la SINA no dispone de evidencias del apoyo popular que la disidencia afirma tener. —Continúan pues en la misma tesitura: la de ignorar insólitamente el contexto. Pero lo importante es que aquí, en este aspecto, más que en los restantes, resalta, por omisión, la verdadera causa de ese aspecto poco atractivo de la disidencia cubana que parece necesario advertir.

Otro de esos enjuiciamientos es aún más grave. Asevera que el principal objetivo de los líderes opositores es obtener dinero. —Sí, en efecto, esto es lo que también afirma el régimen para justificar la aplicación del bodrio legal conocido como Ley Mordaza. No obstante, lo realmente inconcebible es que dicho juicio se sustente en un caso, ¡en un único caso! Este individuo supuestamente disidente cuyo nombre se omite llegó al extremo de presentar al Consejero Político de la SINA un presupuesto para pagar salarios a los miembros de su grupo.

Aquí se impone una digresión que ya he contado en otros sitios pero que es imprescindible, porque explica la susodicha omisión que he venido mencionando. Cierta tarde de los años 90, en los inicios del movimiento del periodismo independiente, asistí a un seminario sobre periodismo impartido en la SINA. El tema, recuerdo, tenía que ver con el modo de reportar catástrofes. Al concluir la proyección de un video donde durante un buen rato vimos arder unos bosques estadounidenses y a varios reporteros informar in situ sobre el incendio, se abrió el debate. Y fue entonces cuando se produjo lo que nos interesa: Dos personajes muy conocidos por aquellos días en la SINA y, en general, en la prensa independiente, se apartaron bruscamente del tema. A ellos los interesaba referirse, enfática e insistentemente, al asunto de la financiación, y pidieron dinero. Enfática e insistentemente pidieron dinero. Exigieron casi una nómina para la disidencia; la nómina que el régimen sigue diciendo existe aunque nunca ha podido mostrarla. Uno de ellos, un anciano ya, llegó a quitarse la boina y mostrar su cabeza vendada para probar los “sacrificios” que hacíamos y los peligros a que estábamos expuestos. Supuestamente la policía política le había propinado una paliza. (Luego se supo que se la había propinado él mismo al caerse accidentalmente de sus propios enclenques pies.) La petición, huelga decirlo, fue rechazada. Años después, durante los juicios sumarísimos de la primavera de 2003, estos personajes fueron desvelados como agentes de la Seguridad del Estado y presentados por el régimen como “héroes de la Revolución” para atestiguar sobre la supuesta financiación de este movimiento a través de la SINA.

¿Esto no debería servir para entender algunos porqués de lo que se dice en dichos cables y, a la vez, comprender la omisión a que he venido refiriéndome? No obstante, por si no es así, lo diré claramente. Lo que se omite es precisamente esa labor de infiltración e, incluso, “creación” de “disidencia”, de la Seguridad del Estado. Labor que convierte a una parte de esos grupos y a algunos supuestos líderes en “oposición y líderes disidentes apócrifos”, al servicio o como parte integrante del régimen. Un método muy eficaz, como vemos, para desacreditar, debilitar y, de ser posible, destruir a la oposición, tanto dentro como fuera de la Isla.

¿Cómo se puede enfrentar una jugada sucia tan limpia? Con otra jugada de igual calado pero diferente naturaleza: con una definición precisa de la disidencia. Una definición que proteja a los disidentes de las hasta ahora inevitables falsificaciones cuya omisión, aunque insólita, es evidente en los cables de la diplomacia estadounidense.

¿No fue eso lo que en cierto modo hizo José Martí respecto de los cubanos independistas al fundar el Partido Revolucionario Cubano?

La disidencia hoy debiera hacerlo, si no uniéndose en un único Partido como el martiano, con bases que la blindasen frente a las manipulaciones del régimen, sí al menos haciendo más pedagogía, incluso en la propia SINA, sobre cómo funciona la Seguridad del Estado. Así tal vez no atribuirían a la disidencia, por ejemplo, la gestión realizada por ese individuo para obtener financiación de EEUU. Y quizá también podría explicarse (la disidencia, digo) para que se entienda por qué es casi imposible influir más en la población desde las filas de una disidencia al uso, debilitada constantemente por esas infiltraciones, por los destierros y por el control absoluto que el régimen conserva, al mismo tiempo que los blogueros y algunos artistas, si bien hacen una labor encomiable, no pueden sustituirla.

Leyendo dichos cables vemos que no sería muy complicado. Bastaría quizá —insisto— con definir a la disidencia descartando todos los rasgos negativos con que la describen esos diplomáticos y el propio régimen. Y haciendo que la definición así concebida traspase lo estrictamente semántico para convertirse además en una declaración de principios; en una ética que excluya (o desautorice), sin excepción, a todo aquél que en nombre de la disidencia favorezca, directa o indirectamente, al régimen, alimentando esa imagen deplorable. Esta definición implicaría la supresión (o desautorización), por ejemplo, del individuo que llevó ese obsceno presupuesto al Consejero Político de la SINA. Y a todos los que, de un modo u otro, conscientemente o no, le hagan el trabajo a la Seguridad del Estado.



Los comentarios son responsabilidad de quienes los envían. Con el fin de garantizar la calidad de los debates, Cubaencuentro se reserva el derecho a rechazar o eliminar la publicación de comentarios:

  • Que contengan llamados a la violencia.
  • Difamatorios, irrespetuosos, insultantes u obscenos.
  • Referentes a la vida privada de las personas.
  • Discriminatorios hacia cualquier creencia religiosa, raza u orientación sexual.
  • Excesivamente largos.
  • Ajenos al tema de discusión.
  • Que impliquen un intento de suplantación de identidad.
  • Que contengan material escrito por terceros sin el consentimiento de éstos.
  • Que contengan publicidad.

Cubaencuentro no puede mantener correspondencia sobre comentarios rechazados o eliminados debido a lo limitado de su personal.

Los comentarios de usuarios que validen su cuenta de Disqus o que usen una cuenta de Facebook, Twitter o Google para autenticarse, no serán pre-moderados.

Aquí (https://help.disqus.com/customer/portal/articles/960202-verifying-your-disqus-account) puede ver instrucciones para validar su cuenta de Disqus y aquí (https://disqus.com/forgot/) puede recuperar su cuenta de un registro anterior.