Actualizado: 02/05/2024 23:14
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Sociedad

En los fines están los principios

Guerra sucia contra la disidencia: ¿Puede esperarse que el almácigo dé mangos?

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Ni piedad, ni respeto

No se explican, si no es desde tales perspectivas, maniobras tan baratas como el intento de hacerle creer a la opinión pública que las Damas de Blanco son agentes al servicio del extranjero. Demasiado ciego o desalmado habrá que ser para tragarse el cuento de que un grupo de madres, esposas, hermanas desesperadas ante el encarcelamiento de sus seres queridos, reclaman justicia por el mero hecho de ganarse unos dólares. Únicamente a partir de aquel viejo principio —sin principios— de que "eres según concibes al prójimo", se admite no ya la invención, sino la aceptación de semejante barrabasada.

Lo peor (para quienes las perpetran, sobre todo) es que este tipo de artimaña se lanza desde el poder absoluto, aprovechando el control, sin límites, abusivo, que ejerce el gobierno sobre todos los medios nacionales de información. Lo que ellos dicen (al menos así lo creen) es lo único que cuenta, ya que nada más será escuchado en esta isla. Asimismo, las acusaciones que formulan, por amañadas que estén, son las únicas que gozan de patente de corso ante la Ley.

Porque se ha vuelto rutina, a nadie sorprende ni escandaliza en Cuba que la Seguridad del Estado fotografíe, filme, grabe (para utilizarlo luego según convenga), todo lo que hacen y dicen los representantes de la oposición interna, aun en la más privada interioridad de sus alcobas. Escandalizaría, por insólito y tal vez por lo que muestre el resultado, que al menos en un solo día de gracia los opositores pudieran hacer lo mismo con cualquier magnate del régimen, echando garra a sus medios, a su impunidad y a sus escrúpulos.

De igual forma, es imposible imaginar cuál sería el saldo si a las Damas de Blanco se les facilitara sacar la cuenta del dinero que gastan (en viajes al exterior, en caros abogados estadounidenses, etcétera) las madres y esposas de los llamados "cinco héroes" que reclaman libertad para sus familiares.

Se trata de un supuesto, claro, porque seguramente las admirables damas de Santa Rita hallarán natural, y lo es, que cualquier mujer, o cualquier ser humano, política aparte, haga lo que pueda y cómo pueda por ayudar a los suyos.

Lo antinatural es que en el chapoteo de la guarra política no exista ya lugar para el respeto, o para la más ínfima piedad, hacia un grupo de mujeres que sufren y se la juegan a diario, pacífica, humildemente, a cambio de algo que no tiene precio: el amor.

Pero qué remedio. Parece que pedirle un sencillo asomo de pulcritud espiritual a la nueva piara de Epicuro es como esperar que el almácigo nos dé mangos.


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