Fidel Castro, Obituario, Fallecimiento
Fidel Castro (1926-2016)
Fidel Castro fue un revolucionario firme en sus principios. Para algunos un héroe y para otros un tirano
El hombre que fue el centro de la política cubana en los últimos 56 años, sobrevivió a 13 presidentes estadounidenses y enterró a cuatro papas, murió este 25 de noviembre, a las 10:29 de la noche.
El exgobernante Fidel Castro nació el 13 de agosto de 1926 a las 2 de la mañana, en la finca Manacas, poblado de Birán, en el municipio de Mayarí, al norte del oriente de Cuba, a unos 100 kilómetros de la Sierra Maestra, de donde lanzaría 30 años después la epopeya que quedó conocida como la Revolución Cubana.
Fidel Alejandro Castro Ruz, según la generalidad de sus biógrafos y quienes lo conocieron de cerca, fue un hombre influyente y controversial del siglo XX, que marcó esa etapa de la historia mundial, al crear una sociedad comunista en el mundo occidental sin tolerar disensión alguna. En la Guerra Fría se alineó con la difunta Unión Soviética contra Estados Unidos y resistió a todo intento de Washington de derribarlo, entre ellos el asesinato y una invasión directa. Estuvo en el centro de la primera crisis que casi llevó el mundo al borde del holocausto nuclear y envió tropas a países tan lejanos como Angola y Etiopía.
Sin embargo, tuvo una educación católica.
Tras aprender a leer y escribir a los cinco años, en la finca azucarera de la familia, donde creció junto a cinco hermanos, sus padres —Ángel Castro y Argiz, un terrateniente gallego que llegó a Cuba a fines del siglo XIX enrollado en el ejército de ocupación español, y Lina Ruz, cocinera en el hogar de los Castro y oriunda de la occidental provincia de Pinar del Río— lo enviaron, primero al Colegio La Salle, de los Hermanos Maristas, y después al de Dolores, de los jesuitas, ambos en Santiago de Cuba, y posteriormente al prestigioso habanero Colegio de Belén, también de los jesuitas, cuya disciplina marcó fuertemente su vida posterior.
Estando en Dolores, Castro tuvo allí, posiblemente, su primera decepción hacia Estados Unidos. Le escribió una carta al entonces presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt, invitándolo a visitar las minas de hierro del Oriente del país y de pasó le pidió un billete estadounidense de $10 y autografiado. A vuelta de correo recibió una respuesta de cortesía del Departamento de Estado, pero no había ningún billete. “Fidel quedó muy molesto, decía que los americanos eran muy tacaños”, recordó su colega de escuela, el ya fallecido profesor Luis Aguilar León.
Según el padre Armando Llorente, su confidente y educador, en su paso por Belén, Castro se distinguió por ser “motivado, orgulloso y diferente de los demás”, con “el deseo de distinguirse primeramente en los deportes”, ya que “le gusta ganar sin que le importe el esfuerzo; tiene muy poco interés en fiestas o en socializar y parece alienado de la sociedad cubana”. Cuando se graduó, en el libro de curso, alguien escribió: “Tiene madera de líder”.
Pero fue también, en el mismo colegio habanero, donde el joven Castro tuvo su primer encuentro con las ideas autoritarias. En varias entrevistas en los últimos años, admitió que allí le impactó el fascismo de la Falange española. En esa época, también concurría a actividades de Hispanidad, un movimiento critico de los valores materiales anglosajones y promotor de los valores espirituales hispanos.
La universidad
Castro inició su vida política en la Universidad de La Habana, a cuya Facultad de Derecho ingresó en 1945. La universidad era en ese entonces un Estado dentro de otro Estado, gozando de una autonomía que la protegía, no solo del ingreso de la policía sino de la influencia del Gobierno, con lo cual era un excelente recinto para discutir todo tipo de ideas políticas. Fue allí donde Castro se lanzó sin éxito a la presidencia de la Federación Estudiantil Universitaria, y donde —según sus detractores—, en un incidente nunca totalmente aclarado, dio muerte a Manolo Castro, un rival político dentro de la organización, sin parentesco alguno con él. También allí pasó a formar parte de la Unión Insurreccional Revolucionaria, un grupo de jóvenes con ambiciones más gansteriles que revolucionarias, y pronunció, en noviembre de 1946, su primer discurso de “líder político”, según la versión oficial cubana, en una manifestación de protesta por el aumento de las tarifas de los autobuses.
Los dos años siguientes serían fructíferamente revolucionarios para el ahora difunto líder cubano. En septiembre 1947 se unió a una expedición organizada por opositores dominicanos con vista al derribo del dictador Rafael Leonidas Trujillo, que quedó conocida como la conspiración de Cayo Confites. Descubiertos por las fuerzas gubernamentales, aún en territorio cubano, Castro se lanzó al agua y cruzó a nado la bahía de Nipe, infestada de tiburones. Dos meses después se afilia al Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), por el cual se postularía al congreso en 1952, pero las elecciones no se realizaron después que el dictador Fulgencio Batista, dio un golpe de Estado.
En marzo de 1948, Castro participa en “El Bogotazo”, una rebelión popular que estalló en las calles de Bogotá, Colombia, tras el asesinato del líder populista Jorge Eliécer Gaitán. Aunque estaba previsto un encuentro entre los dos, este nunca se realizó porque el colombiano murió media hora antes. Años más tarde, Castro recordaría que “en un impulso juvenil” se unió a la revuelta, llegó incluso a armarse con un fusil sacado de una estación de policía. El episodio terminó con un pedido de protección a la embajada cubana, después que la policía lo identificó a él y otros dos estudiantes cubanos, como “agitadores”. El viaje a Colombia se produjo para participar en una reunión estudiantil, organizada para protestar por la Novena Conferencia Interamericana, la cual había sido boicoteada por el mandatario argentino, Juan Domingo Perón, por quien Castro nunca ocultó su admiración.
De regreso a la Isla, Castro reanudó sus estudios universitarios, profundizó su militancia en el Partido Ortodoxo y se aproximó de su líder, Eduardo Chibás. El suicidio de este último, en agosto de 1951, tendría un impacto monumental en el joven Fidel Castro, quien comenzó a radicalizar sus posiciones políticas, terminando por apartarse de la organización.
El 11 de octubre de 1948, Fidel Castro se casa con Mirta Díaz-Balart, una estudiante de filosofía de la universidad y miembro de una de las familias políticamente más influyentes del país, a punto de aportar dos miembros a la Cámara de Representantes de la Cuba Republicana, y posteriormente otros dos al Congreso de Estados Unidos. El matrimonio tiene un hijo, “Fidelito”.
Mirta era hermana de Rafael Díaz-Balart, congresista, senador y partidario del dictador Fulgencio Batista, quien inicialmente fue amigo de Castro, pero posteriormente se transformó en uno de los más férreos detractores.
Castro se gradúa como abogado en 1950, abre un pequeño bufete en la capital, pero la política copa ya todas sus energías. El golpe de Batista en marzo de 1950 termina por convencerlo de que la vía armada y revolucionaria es la solución de los destinos del país.
Así es como el 26 de julio de 1953, comanda el asalto a los cuarteles de Moncada, en Santiago y al de Bayamo, por un grupo de jóvenes, nucleados a su alrededor, a quienes dio por llamar “la Generación del Centenario”, en recuerdo del aniversario de la muerte del apóstol José Martí.
El ataque fracasa, las bajas son fuertes de ambos bandos, y Castro emprende una huida que lo llevaría a las estribaciones de la Sierra Maestra donde es capturado por fuerzas del ejército. Gracias a la intervención del arzobispo de Santiago de Cuba, Castro no es sumariamente ejecutado, como sucedió a algunos de sus seguidores, sino sometido a juicio y condenado a 15 años de cárcel. En el juicio asumió su propia defensa y pronunció un alegato, que posteriormente quedaría conocido como La Historia me Absolverá, donde hizo una presentación de sus ideas políticas y planes económicos para el país.
Enviado a la prisión de Isla de Pinos —actual Isla de la Juventud—, permaneció allí hasta que fue amnistiado en mayo de 1955. Un mes después anuncia la fundación del Movimiento 26 de Julio, crea su dirección nacional y parte hacia México, con la intención marcada de formar una fuerza expedicionaria para derribar a Batista. Estando en prisión, se divorcia de Mirta.
Durante su estancia mexicana, Castro dedica su tiempo al entrenamiento militar y el de sus hombres, viaja a EEUU para recaudar dinero para la expedición y asegurar, principalmente en Miami, una retaguardia de apoyo con abastecimiento de armas a su lucha de guerrillas.
La sierra
Al amanecer del 2 de diciembre de 1956, Castro, su hermano Raúl —que le sucedió en la presidencia de Cuba— y 80 seguidores, desembarcan en la playa Las Coloradas, al sur del país, cerca de la Sierra Maestra, a bordo del yate Granma. Al desembarco, le sucede un fuerte encontronazo con el ejército que lo esperaba en aquella zona desde hacía días, y apenas 12 hombres sobreviven.
El periodo de la Sierra Maestra se caracterizó, según sus biógrafos, por una mezcla de lucha armada contra el ejército gubernamental a la par de intensas negociaciones políticas con las diversas facciones revolucionarias, algunas de ellas con serios recelos hacia el líder cubano. Fueron negociaciones donde salieron a relucir las diferencias entre “el llano” y “la sierra”, una referencia a las diferencias tácticas en los métodos de lucha guerrilleros y urbanos, donde tenían gran participación las fuerzas del Directorio Revolucionario, de José Antonio Echevarría, con quién Castro firmó un acuerdo político, estando aún en México. La idea del líder guerrillero era de que “el llano” debería subordinarse a la “sierra”, un anticipo de lo que sería después la sociedad cubana, gobernada bajo su inspiración.
El 13 de marzo de 1957, el Directorio Revolucionario lanza un ataque al palacio presidencial de Batista, donde en una acción conjunta, luego de tomar la emisora Radio Reloj, muere Echevarría. Castro condena el ataque, aunque tras el triunfo revolucionario se transformaría en una de las principales fechas del régimen. En abril de 1958, antes que lanzara hacia la capital sendas columnas guerrilleras, hace un llamado a la huelga nacional, que fracasa por las rivalidades entre las fuerzas políticas.
Estando en la Sierra Maestra, Castro da los primeros indicios de su antinorteamericanismo. En junio de 1958, en una carta escrita a su estrecha colaboradora Celia Sánchez Manduley, tras presenciar el bombardeo por la aviación de Batista de una casa campesina, con bombas proporcionadas por EEUU, el líder guerrillero escribió: “Cuando esta guerra termine, comenzará una mucho más grande, una guerra contra ellos [los norteamericanos]. Acabo de llegar a la conclusión, que ese es mi destino”.
Por esa época, EEUU ya estaba prestándole atención a las consecuencias de una eventual toma del poder por Castro. Como se reveló más tarde, por parte del comité investigador del desembarco de Bahía de Cochinos en 1961, la embajada estadounidense en La Habana ya había contactado a políticos opositores a Castro y estaba tratando de convencer a Batista para que entregara el poder a una Junta Militar.
Castro se entera del asunto, por informes propios y contactos con oficiales del ejército que combatía, y comienza a acelerar los planes para tomar el poder. La guerra se agudiza, el Gobierno enfrenta el terror revolucionario en las ciudades provocando aún más terror, arrestando y torturando a jóvenes del Movimiento 26 de julio. Una política que tiene un efecto contraproducente y termina por darle más popularidad a Fidel Castro que concluye la guerra como el líder incuestionable de la oposición a Batista. Y del país.
El poder
En las primeras horas del 1 de enero de 1959, Batista y sus amigos más cercanos escapan a República Dominicana, una vez que EEUU rehusó darles asilo político, las primeras tropas rebeldes entran en la capital y el Movimiento 26 de julio asume el poder.
Vienen meses de confusión política pero también de alegría popular. En medio de las discusiones por la división de su cuota de poder entre las organizaciones revolucionarias, la incipiente revolución cubana sufre la primera escisión dentro del Ejército Rebelde. Durante el verano, percibiendo lo que describió como la penetración comunista en el Gobierno, el comandante Huber Matos, jefe de la plaza militar de la central provincia de Camagüey, se declara en rebeldía y denuncia la complacencia castrista con los comunistas. Matos es arrestado y condenado a 20 años de cárcel que cumple en su totalidad.
Al mismo tiempo, con el beneplácito de Castro, comienzan los juicios populares contra los principales personeros del régimen de Batista, acusados de torturar y perseguir a la población, y el país asiste a una legión de fusilamientos, que terminaron a principios del año siguiente, tras provocar indignación en Estados Unidos y Latinoamérica. El número exacto de muertos nunca ha sido determinado.
“Esos juicios no debían sorprender a cubanos y americanos. En febrero de 1958 las revistas Look y Bohemia publicaron un reportaje fotográfico titulado 'Justicia en la Sierra', donde se veía a un Castro relajado, sentado en el piso, interrogando a prisioneros acusados de violaciones y asesinatos ante un tribunal revolucionario, y Raúl Castro al frente de un pelotón de fusilamiento”, escribió en su biografía sobre el líder cubano, el escritor estadounidense Tad Szulc.
En los primeros meses de la revolución, Castro asume el cargo de primer ministro y se mantiene al frente del Ejército Rebelde, mientras la presidencia del país era asegurada por el abogado Manuel Urrutia, considerado como un moderado sin conexiones con el régimen de Batista, y que actuara como juez en la fase preparatoria del juicio en el proceso del Moncada.
Son meses en los cuales el líder revolucionario dedica a largas horas a profusos discursos, divulgando sus ideas sobre la reorganización del país, la decencia en el Gobierno y contra la corrupción. Llega, incluso, a prometer elecciones libres, niega profusamente que sea comunista y en una reunión con periodistas estadounidenses en Nueva York, dice que su revolución es esencialmente “humanista”, dispuesta a conservar la propiedad privada.
Pero, al mismo tiempo, inicia una reforma escalonada de la sociedad. En mayo de 1959 firma la Ley de Reforma Agraria y crea el Instituto de Reforma Agraria, que funcionó en la práctica como un gobierno paralelo, alternativo al dirigido por Urrutia, con quien termina teniendo un diferendo político que lo lleva a renunciar como primer ministro, forzando al presidente a seguirle los pasos. Castro vuelve como primer ministro el 26 de julio de ese año, tras la asunción como presidente del abogado Osvaldo Dorticós, quien nunca tuvo realmente muchos poderes ejecutivos, hasta que abandonó el cargo, abolido en 1975.
También decreta la Ley de Reforma Urbana, que confisca inmuebles residenciales para alquilarlos a personas sin casa, baja los alquileres, crea las Milicias Nacionales Revolucionarias, donde encuadra militarmente gran parte de la población. Y lanza una campaña nacional de alfabetización, que devino emblema del régimen.
Primeros años
Los primeros años de la Revolución Cubana se caracterizan por un incremento en el diferendo con EEUU, tras la nacionalización de las propiedades estadounidenses en la Isla, y una aproximación de La Habana a Moscú que se inicia con la visita del entonces viceprimer ministro soviético, Anastas Mikoyan, a la capital cubana en febrero de 1960, de donde sale con el primer acuerdo comercial firmado entre los dos países, que marca el inicio de una gigantesca subvención que en 1991 dejó una deuda pública de casi $200.000 millones.
El 5 de marzo de 1960 Castro acuña la frase que se transformó en la base de la liturgia política de su régimen: “Patria o Muerte”. Una expresión que quedó completada tres meses después con la palabra “Venceremos”.
El diferendo con EEUU tiene sus momentos cumbres en dos ocasiones: el desembarco de Bahía de Cochinos (Playa Girón) y la Crisis de Octubre. La primera se produjo al amanecer del 17 de abril de 1961, cuando una fuerza expedicionaria exiliada desembarca al sur de la Ciénaga de Zapata. En menos de 48 horas, los 1.500 exiliados son diezmados, en parte por la falta de un apoyo militar estadounidense, desautorizado por el entonces presidente John F. Kennedy. El día 16, durante el entierro de las víctimas de un bombardeo previo al desembarco, Castro proclama el “carácter socialista” de su proceso político. La revolución adopta el socialismo.
Por otro lado, en octubre de 1962, satélites estadounidenses descubren que se están construyendo en la Isla bases de lanzamiento de misiles nucleares soviéticos. Cuba aduce que son para su defensa. Especialistas soviéticos dijeron décadas más tarde que la idea era equilibrar la existencia de misiles similares estadounidenses en Turquía, pero la Isla es sometida a una cuarentena y el mundo estuvo, por primera vez, al borde del holocausto nuclear. La crisis duró 13 días. Al final, los soviéticos aceptaron retirarse, en un gesto que enfureció a Castro porque jamás fue consultado al respecto ya que las negociaciones se realizaron directamente entre Kennedy y el líder soviético, Nikita Krutchov.
Tras el fracaso del desembarco, EEUU respalda una guerra de guerrillas en la Sierra del Escambray, un conflicto irregular, que duraría cuatro años e involucraría a centenares de campesinos, y que el historiador cubano exiliado Enrique Encinosa ha calificado como “la guerra olvidada”.
Pero la Revolución sigue. Castro nacionaliza la enseñanza y la salud pública, expulsa de la Isla centenares de curas y miles de cubanos huyen del país, refugiándose en el sur de Florida.
Partido Comunista
Habiéndose declarado “marxista-leninista” en diciembre de 1961, en octubre de 1965 crea el Partido Comunista de Cuba y asume la presidencia de su Buró Político, dando origen así a una estructura política que hasta hoy rige los destinos del país.
Con la realización de la Conferencia Tricontinental en enero de 1966, donde proclama que “el movimiento revolucionario puede contar con combatientes cubanos en cualquier rincón de la Tierra”, Castro lanza un poderoso movimiento “internacionalista” que extiende su influencia por toda Latinoamérica, algunos países de África y tiene su instante cumbre, con el envío a mediados de la década de 1970, de tropas hacia Angola y Etiopía, así como asesores en guerra irregular a Nicaragua, en apoyo al incipiente movimiento Sandinista.
La Zafra de los 10 millones, un intento frustrado de conseguir la mayor cosecha azucarera de la historia, representó un fuerte revés para el líder cubano, quien empeñó en ella su prestigio y apoyo popular, al paralizar durante casi seis meses a todo el país que se lanzó a los campos. Este revés lo llevó a abandonar una planificación económica nacional, y abrirse a los planes de economía centralizada del mundo socialista. En 1972, viaja a la Unión Soviética por tercera vez, y regresa con una serie de acuerdos de colaboración para los siguientes 20 años. A partir de ese momento, Cuba se llena de asesores soviéticos, que penetran todos los aspectos de la vida pública.
Esa colaboración da origen a la creación de uno de los más poderosos ejércitos del mundo occidental, que tiene su prueba de fuego convencional, a partir de 1975, cuando Cuba participa en la guerra civil de Angola. Una presencia que es vista por los analistas de entonces, como parte de los planes de expansión soviética por el mundo pero que Castro define como una ayuda “desinteresada” y “obligatoria” para todo revolucionario. Después de todo, dice Fidel, Cuba tiene un “componente de sangre africana que debe ser fiel a sus raíces”. Así, Angola y posteriormente Etiopía, fueron escenarios de encarnizados combates, que se prolongaron por más de 15 años.
La década de 1980 es considerada por la generalidad de los observadores, como una década “gris”. Al tiempo que refuerza los lazos con la Unión Soviética, recibe de ella abundantes subsidios, entre maquinaria y alimentos, y Fidel asume la presidencia del Movimiento de Países No Alineados. La población experimenta una pequeña mejoría de su calidad de vida, con pequeños experimentos de desarrollo de economía privada, como es el caso de la apertura de los mercados libres campesinos. El experimento dura poco. Preocupado con las consecuencias del surgimiento de nuevos ricos, Castro cerró esos mercados, dio al traste con cualquier idea de propiedad privada, y en un gesto político, frente a la perestroika soviética, desencadenada en 1985, inicia en 1986 un proceso “de rectificación de errores y tendencias negativas”, durante el cual centenares de cuadros y funcionarios gubernamentales son públicamente criticados y algunos despedidos.
Es también en esa etapa que el movimiento disidente cubano da sus primeros pasos y choca con la intransigencia del régimen. El arresto de sus principales cabezas conocidas en las ciudades, es acompañado con la también detención de otros miembros, menos conocidos, en el interior del país. En términos generales, Castro enfrenta un movimiento disidente, que tiene sus orígenes en los cuadros del “viejo” Partido Socialista Popular, que él mismo había defenestrado en 1968, durante un proceso que quedó conocido como la “microfracción”. En esa época, el líder cubano los acusó de inclinaciones pro-soviéticas y de conspirar para acabar con su poder. Pero, en los años 80, en la medida que la glasnost y la perestroika se ampliaron en la Unión Soviética, Castro comienza, sutilmente, a distanciarse de Moscú y los disidentes van adquiriendo importancia en la vida del país.
“Período Especial”
La llegada al poder de Mijaíl Gorbachov en 1985, marca el inicio de un paulatino distanciamiento de la Unión Soviética en la medida que en ese país avanzaban las reformas políticas y económicas. Desde el inicio, Castro las vio con desconfianza y comienza a censurar la información que de ellas tiene la población. Las primeras víctimas son las publicaciones soviéticas que se vendían en las esquinas. Su circulación es prohibida, después que una de ellas publica un crítico artículo sobre el exsecretario general del partido comunista soviético, Leonid Brézhnev, amigo personal de Castro. Le siguen restricciones a los contactos de los diplomáticos de Moscú con la población y todo llega a su punto más bajo cuando los soviéticos comienzan a retrasarse en el envío de su ayuda y colaboración.
La visita de Gorbachov a La Habana en abril de 1989 se realiza en un clima de gran frialdad. Castro dirá después que esos cuatro días transcurrieron “de manera extraña y nada feliz”, y confirma sus peores temores: la Unión Soviética quiere desarrollar lazos con EEUU y Cuba es un escollo en el camino.
Castro se prepara entonces para lo peor. Una economía cubana sin subsidios soviéticos. Sus temores se materializan con la defunción de su mayor aliado a fines de 1991, un hecho que califica de “desmerengamiento”, y la desaparición del mundo socialista de Europa Oriental. No le queda otra alternativa que decretar un “Periodo Especial”, durante el cual la economía toca fondo, se reanudan los experimentos anteriores de propiedad privada, se abre el país al turismo capitalista y se permite —fuertemente regulado— el ejercicio de un conjunto de trabajos por cuenta propia, principalmente en el área de servicios.
Tras años de penurias, el país comienza a salir de la crisis, que las autoridades califican de “resistencia” y tras el triunfo del presidente Hugo Chávez, en Venezuela, a fines de los años 90, la Isla comienza a recibir una serie de financiamientos y ayudas petrolíferas que permiten mantener el país en movimiento. Venezuela se transforma en su mayor aliado político en el exterior, y Castro envía médicos, maestros, personal militar y de seguridad a Caracas.
En la medida que Venezuela deviene su socio pleno, político y comercial, el régimen comienza a dar marcha atrás en algunas de sus reformas, tímidas, aperturistas, lanzadas al inicio del “Periodo Especial”. Especialistas calculan que, a la muerte de Castro, Caracas está proveyendo a La Habana por lo menos $1.000 millones anuales en petróleo y otras ayudas. También se reanudan los lazos con China, congelados a raíz de la Guerra Fría, por el conflicto sino-soviético en el cual el líder cubano se alineó con Moscú, y el país asiático deviene uno de los mayores exportadores de productos hacia Cuba. Esa cooperación se solidifica cuando al inicio de la primera década de este siglo, China sustituye a los rusos en la operación de la Base Electrónica de Lourdes, centro de espionaje electrónico orientado hacia EEUU.
La enfermedad
Castro se enfermó seriamente a mediados de 2006 y fue sometido a varias operaciones intestinales. Inicialmente, cedió el poder provisionalmente a su hermano, Raúl, cumpliendo lo previsto en la Constitución de 1976, reformada en 1992. En febrero de 2008, Raúl asumió el poder definitivamente, y la intervención de Fidel en los asuntos del país se limitó a artículos de opinión publicados en la prensa local.
Al fallecer, Fidel estaba casado con Delia Soto del Valle, con quien tuvo siete hijos. Además, dejó a su hijo mayor, Fidel Castro Díaz-Balart, hijo de su primer matrimonio, y Alina Fernández Revuelta, producto de una relación extra matrimonial, en los años 1950, cuando salió de la cárcel tras el asalto al Cuartel Moncada.
Fidel Castro fue un revolucionario firme en sus principios. Para algunos un héroe y para otros un tirano. Se mantuvo férreo en el poder hasta el fin de sus días, controlando hasta los partes médicos de su dolencia, y probablemente será recordado como uno de los más fascinantes y controversiales líderes políticos del mundo.
A él parecía preocuparle otra cosa. “No le tengan miedo a los jueces imaginarios que tenemos aquí. [Sino] téngale miedo a otros jueces, a los cuales hay mucho más que temer, témanle a los jueces de la posteridad, témanle a las generaciones futuras que, al final, serán los responsables de decir la última palabra”, dijo Castro, en una fecha tan temprana, o lejana, como 1961.
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