La inutilidad histórica del castrismo
Al enumerar las consecuencias del embargo, el régimen pone en primer lugar lo de tener que pagar más por traer las mercancías desde más lejos, o el tener que adquirir productos de menor calidad
Situémonos en la lógica de los argumentos del régimen y admitamos que el embargo es la principal causa de la actual situación de Cuba. Hacerlo es admitir entonces el fracaso de ese mismo régimen, y su inutilidad histórica.
El castrismo, como la forma más radical del nacionalismo cubano que haya llegado al poder, se impuso una misión histórica: eliminar la dependencia económica de Cuba a Estados Unidos, que a su vez nos hacía dependientes políticamente de Washington. Así lo reconocieron desde muy temprano Fidel Castro, o el mismo Raúl Roa (fue la posibilidad de eliminar esa dependencia lo que atrajo al castrismo a Roa). Ya desde 1959 el castrismo en ciernes se propuso y puso en acción una política para diversificar los mercados para los pocos productos cubanos, o para los de los muchos que dado el carácter intrínsecamente dependiente de nuestra economía se importaban. El fin era disminuir nuestros intercambios comerciales y financieros con EEUU al mínimo. No importaba que los costos de transportación de mercancías crecieran, o que la calidad de lo comprado bajara, el asunto era marcar distancia económica de EEUU, para así disminuir la influencia política que Washington tenía gracias a su control sobre la realidad material, económica cubana.
Más de sesenta años después, no obstante, el régimen heredero del castrismo reconoce implícitamente que esa política de 1959 fue un disparate, al acusar al embargo de la situación presente de Cuba, a pesar de mantener relaciones normales con todas las demás economías del planeta. Reconocen así que lo de buscar otros mercados, para nuestros productos e importaciones, aunque aumentara el valor de los fletes y disminuyera la calidad de lo adquirido, era un grave error. Porque precisamente al enumerar las consecuencias puntuales del embargo para Cuba ponen en primer lugar lo de tener que pagar más por traer las mercancías desde más lejos, o el tener que adquirir productos de menor calidad.
En realidad, no hace falta mucha imaginación para interpretar al embargo como la respuesta de EEUU a ese intento del “nacional castrismo” de marcar distancia: ¿no decían ustedes que necesitan distanciarse de nosotros para ser “verdaderamente soberanos”? Pues vamos a darles el gusto, ya que quieren irse a comprar o vender a otra parte, respetemos su voluntad soberana, y neguémonos a seguir manteniendo unas relaciones económicas que solo pueden traerles a ustedes subordinación política.
Clamar por volver al “mercado natural de Cuba”, como antes de morir lo denominó Iroel Sánchez, y nada menos que en Granma, para comprar y vender más cerca y con mejor calidad, no es más que a su vez admitir implícitamente que los caminos que se asumieron en 1959, y llevaron al rompimiento del verano de 1960, estaban equivocados. Que por tanto el régimen instaurado desde entonces no tiene justificación histórica (salvo la de demostrar lo erróneo de los fines del nacionalismo radical republicano sobre los cuales se erigió), y que mucho menos tienen razón de ser ahora.
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