Actualizado: 29/04/2024 7:40
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Posición Común, Represión

La pelota a su tejado

¿Cómo pueden ser que los emplazados por sus violaciones sea quienes emplacen a los países democráticos?

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Las dictaduras son previsibles. Todas actúan según la imagen que las nutre y que siempre es de arrogancia y fuerza. Una imagen que se supone modelada con el barro de sólidos e inamovibles principios; lo que suena bien, pero termina mal. Por eso me resulta como poco curioso la ingenuidad de aquellos Gobiernos europeos que ven cambios sustanciales en Cuba. Digo, si es que de ingenuidad se trata. También puede suceder que estemos ante eso que se conoce con el eufemismo “política real”, realismo político o, como se diría en alemán, realpolitik. En verdad una práctica cínica que consiste en supeditar la ética y la decencia a los intereses propios.

El Ministro de Relaciones Exteriores del régimen ha tendido, con su presencia reciente en Bruselas, un velo de duda sobre el particular. Si no, echémosle un vistazo a lo que declaró luego de haber sostenido su primera reunión con la señora Catherine Ashton.

Dijo: “Expresé la disposición de Cuba a continuar avanzando hacia un marco de relación bilateral” —lo que está bien. Y añadió un matiz esencial, que también podría estar bien si no fuera por la inversión (o mejor, perversión) que le infunde: “…para avanzar en la normalización de las relaciones entre la Unión Europea y Cuba han de removerse los obstáculos existentes” por parte (y he aquí la perversión advertida) de la Unión Europea. Esto es, la Posición Común.

Y luego prosiguió con la advertencia de que este proceso “debe tener bases recíprocas y no discriminatorias”, sin “injerencia en los asuntos internos de los Estados” y (esto debiera subrayarse) con “pleno reconocimiento” de la legalidad constitucional de las partes. Y precisó, como remate de su prosopopeya, que “Cuba está a la espera de las decisiones que tome la Unión Europea al respecto”.

En principio ―es cierto―, el punto de vista parece legítimo. Los términos “bases recíprocas”, “sin injerencias en los asuntos internos de los Estados” y “reconocimiento de la legalidad constitucional” no sugieren si no una exigencia lógica. Pero solo en principio.

Si se ahonda un poquito ―nada más que un poquito―, saltan a la luz todos los despropósitos, que son varios.

Para empezar, es inaceptable que la dictadura coloque, así sin más, la pelota en el tejado de la UE. ¿Cómo pueden ser ellos, los emplazados por sus violaciones, quienes emplacen a los países democráticos? ¿Cómo puede aceptarse que diga que los obstáculos están en la UE y no en la Isla?

Estamos de acuerdo, sin embargo, en que el proceso debe de tener “bases recíprocas”. De eso se trata: De que en ambas partes haya democracia. De que unos y otros respeten los mismos derechos humanos y libertades que son consustanciales a casi toda la civilización de Occidente. La susodicha Posición Común no significa otra cosa.

¿O es que de verdad suponen que haber desterrado a decenas de opositores pacíficos debe considerarse un gesto democrático? ¿Y acaso pueden verse como tales los exiguos y engañosos cambios económicos que se pretenden? ¿Es que debe ignorarse su comportamiento represivo actual, que continúa el modus operandi de siempre por los motivos de siempre?

Si seguimos esta línea de reflexión, ¿puede aceptarse la exigencia de que se reconozca una “legalidad constitucional” concebida por el régimen solo para reprimir y perpetuarse? ¿Una “legalidad constitucional”, por tanto, antidemocrática, con todo lo que ello supone?

¿Puede aceptarse la obscena apelación a la “no injerencia” de un régimen que ―aparte de su larga trayectoria injerencista; algo, por supuesto, inadmisible incluso como arma en su contra―, mientras plantea a la UE estas exigencias, continúa su escalada represiva y sus calumnias para intentar sofocar a la oposición, sin que haya sobre él otra presión desde Europa que la Posición Común en cuestión? ¿Y si, en nombre de los principios de soberanía al uso, se pudiese, entonces no tocaría cuestionarse esos principios?

Lo grotesco de la pretensión del régimen podemos verlo con más nitidez si analizamos la esencia de la medida misma.

Por si alguien no lo recuerda, la Posición Común, impulsada por el Gobierno español que entonces presidía José María Aznar, condiciona las relaciones entre ambas partes a algo tan racional como son los avances hacia la democracia y el respeto de los derechos humanos en la Isla.

Y pensemos: Que la UE condicione sus relaciones con un país transgresor de los fundamentos que, al menos desde la caída del Muro de Berlín, conforman su espíritu, ¿puede verse como otra cosa que no sea una decisión autónoma y natural que, en este caso, afecta a Cuba por motivos que competen exclusivamente a la naturaleza anormal de la dictadura? Y Raúl Castro y el hermano deben y pueden decidir, también de forma soberana (y sin injerencias) qué hacer con dicho condicionamiento. Por cierto, es lo que soberanamente hacen.

Sin embargo, hay algo que sí puede y debe reprochársele a esta medida: su carácter selectivo, que no discriminatorio.

Selectivo, porque no se aplica a todas las dictaduras, por eso que decía al principio de la llamada “política real” o “realismo político”. No discriminatorio, porque obedece a consideraciones que nada tienen que ver con lo racial, político, ideológico, religioso, cultural o económico del régimen, sino con su abuso de poder y las constantes violaciones a los derechos de sus ciudadanos. O sea, con lo inaceptable del método utilizado para mantenerse en el poder, pese a que ése, su empecinamiento, ha hundido la economía y convertido el país en una gran cárcel.

Recordemos que el origen de esta medida está en un acto de represión masiva contra opositores pacíficos, conocido como la Primavera Negra del 2003. Una represión que evidenció por enésima vez el carácter políticamente discriminatorio y abusivo de esa “legalidad constitucional” que el Canciller de la dictadura exige se reconozca.

Y una última consideración: ¿tiene sentido que el criminal se queje de discriminación porque a su lado no estén sentados todos los criminales?

Ojalá la democracia europea discurra con lucidez e interprete como es debido (sin el cinismo del referido “realismo político”) los enroques y los puntos de vista de la dictadura. Es preciso que la pelota continúe donde está.



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