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Díaz-Canel, Presidente, Inversiones

Los viajes de Miguel

Díaz-Canel solo sirve para confirmar en sus interlocutores foráneos los rumores y sospechas de que las cosas no andan bien en Cuba

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El régimen gasta considerables cantidades de recursos en las giras de este señor, con toda su familia. El objetivo declarado es conseguir atraer inversiones a Cuba, o contratos de negocios, para sacar a la economía nacional del hueco en que cada vez más se hunde.

El primer y esencial problema con la manera en que se atrae el capital, los conocimientos, las tecnologías, por los decisores del régimen cubano, está en que pretenden atraerlos desde el supuesto de que ellos le pueden imponer a los potenciales inversionistas o socios condiciones omnímodas, como si Cuba fuera hoy por hoy una superpotencia global, a la cual las posibilidades de inversiones y negocios se le sobran, y no un pequeño país desmantelado, con una población completamente desmotivada, en huida para cualquier parte, aplastada por una clase política obtusa hasta el ridículo, que para colmo de males pretende tener participación en la toma de decisiones claves en tu inversión o negocio.

El problema en esencia, por tanto, es que Cuba pretende imponerles a los inversionistas un marco de condiciones para la inversión solo aceptable para alguien en su sano juicio si verdaderamente fuéramos EEUU o Europa, y no el Burundi o el Haití que la clase política tardocastrista deja detrás.

A estas alturas del juego, si algo es evidente hasta para los gatos en las antípodas, es que el régimen tiene el agua más arriba del cuello, y en consecuencia los interesados esperan a que en algún momento no muy lejano las condiciones legales para la inversión, o los negocios, se relajen en Cuba. El régimen, no obstante, parece no entender que nadie te ayuda según tus condiciones cuando las que se desean imponer no tienen nada que ver con tu real situación para imponerlas, y el otro lo sabe.

En el ínterin, Miguel Díaz-Canel Bermudez, su familia, y los muchos piojos pegados, se aprovechan y pasean, a costa de los escasos recursos.

El segundo, aunque secundario problema en la campaña de promoción de inversiones por el régimen cubano tiene que ver precisamente con la elección de este señor para gestionar esas inversiones y contratos. Negociador no es cualquiera: tiene que tener una serie de cualidades y habilidades de las que Miguel Díaz-Canel no es que carezca, es que las tiene negativas. Cualquiera que se enfrente cara a cara con este señor la primera pregunta que se hará, al mirar en sus ojos medio dormidos y percibir toda su apariencia mediocre, es si este tipo realmente manda en Cuba; dada la conocida tradición de nuestro país de tener gobernantes con chispa, carisma. Y esta percepción importa mucho, porque no es lo mismo entregarle mi dinero, mis relaciones o recursos, a un testaferro, que al verdadero dueño. La segunda pregunta que le saltará a la otra parte, tras escuchar las migueladas, los discursos inalterables y casposos de secretario del partido provincial, soltados con el mal gusto del tipo aburrido pero que se empeña en aparentarse campechano, es si en realidad este saco con un tipo adentro está situado en la negociación que se realiza, o en algún orbe super ideologizado habitado por dogmas políticos, consignas, conceptos tomados al paso y convertidos en panfletos, tópicos pasados de moda…

Díaz-Canel, en persona, solo sirve para confirmar en sus interlocutores foráneos los rumores y sospechas de que las cosas no andan bien en Cuba, ya que definitivamente no pueden ir bien con ese tipo de ahí enfrente, de responsable o en todo caso de representante de los asuntos del país. Aquello, si anda como se supone solo puede andar una autocracia encabezada por alguien tan nada estadista, o negociador, que espere mejores tiempos, y gobernantes, para recibir a mi dinero.

Mandar a pasear a Miguelito… perdón, a promover la inversión foránea, es hacerle el trabajo a la CIA, al “Imperio” y a los “odiadores” de Miami. Nadie en su sano juicio va a tomarse muy en serio a un mediocre de su calibre. En todo caso pensaran: “me envían a este plomo para evitar comprometerse en serio, y en caso de necesidad deshacerse de él, y echar para atrás los acuerdos firmados con él, dejándome a mí en la estacada… no sería la primera vez”. Preferirán, repito, esperar a que el régimen tardocastrista dé su brazo a torcer y flexibilice sus condiciones a la inversión y los negocios; como evidentemente hacen los tan divulgados inversionistas rusos, que si uno le cree al Noticiero, hace ya un año tienen sus maletas hechas para venir para acá.


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