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Familias, Código, Votación

No votar, la opción menos costosa para la izquierda democrática cubana

Para un amplio sector de la población el referendo sobre el nuevo Código de las Familias se está convirtiendo no en otra cosa que en la oportunidad de expresarle al régimen su descontento, con un rotundo No a la propuesta evidentemente apoyada por él

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Parto de recordar que uno de los precedentes más importantes del 11 de julio de 2021 lo fue la manifestación no autorizada del colectivo LGTBI, el 11 de mayo de 2019, por el Prado habanero. Con su actitud, ellos han demostrado que no es una graciosa concesión del régimen lo que ahora se hace, con el Código de las Familias, sino el resultado de su demostrada decisión a ir a la calle por sus derechos.

Respeto, por tanto, a todos los miembros del colectivo que decidan asistir a votar, porque ellos se lo han sabido ganar, y no precisamente “portándose bien”.

Sin embargo, debo señalarles a ellos, y a quienes en el bando abiertamente opositor apoyan la aprobación de ese Código, lo políticamente inapropiado de participar en el próximo referendo de septiembre.

Para un amplio sector de la población este referendo se está convirtiendo no en otra cosa que en la oportunidad de expresarle al régimen su descontento, con un rotundo No a la propuesta evidentemente apoyada por él.

Muchos no votarán No al Código de las Familias, sino a un régimen vertical que nos ha consultado con cierta libertad solo dos veces en 63 años —dejemos a un lado, en esos dos casos, la real falta de libertad para expresarse públicamente en defensa de la opción contraria al poder, o para reunirse quienes se oponen y hacer propaganda de su opción. Régimen por cuyo empecinamiento en no reformarse el nivel de vida de los ciudadanos cae en picado, las esperanzas de tiempos mejores se esfuman, mientras el país se despuebla. Votarán No, en definitiva, no porque sean homófobos, o conspiracionistas, sino porque están ávidos de una oportunidad para expresar de alguna manera su descontento y hasta ya oposición abierta, y esto de encontrarse en privado frente a una boleta, con una opción contraria a los deseos del régimen, les resultará caído del cielo.

Y es que la situación en Cuba hoy no está para dedicarse a consultas sobre tal o cual derecho al matrimonio, la adopción, u otro derecho de sociedad satisfecha, cuando se encuentran en entredicho ya el real derecho a la alimentación, a una atención médica de mediana calidad, a los medicamentos, a una vida digna y a un futuro mejor al insoportable presente. No sé le puede exigir a la absoluta mayoría de la ciudadanía que perciba el próximo referendo de septiembre como lo que en realidad es, una consulta para darnos en Cuba un Código de Familia de sociedad nórdica, cuando se vive en un país que regresa en el tiempo, a resultas de un régimen político empecinado en no permitir la más mínima iniciativa individual. Para ellos el tal referendo solo puede interpretarse como una oportunidad de expresar su descontento, y nada más.

Por tanto, pasado el referendo, el crecido número de boletas votadas en contra de la propuesta, o por lo menos el número que el régimen haga público, porque no hay que ser ingenuos y confiar en su transparencia y apego a la verdad, no podrá ser tomado como un medidor del conservadurismo, o la homofobia de la sociedad cubana, ya que muchos tienen, como hemos visto, otra razón catártica para votar No.

Pero que esos individuos, no conservadores, no homófobos de necesidad, o por lo menos no tanto como para determinar su posicionamiento político, se descubran en la trinchera opuesta del colectivo LGTBI y los sectores progresistas opositores, si determinará a la larga ese posicionamiento político y su actitud ante otros comportamientos sexuales. Sobre todo, porque los sectores conservadores y más a la derecha no perderán la oportunidad de presentarse a sí mismos como los únicos verdaderamente democráticos, y sobre todo populares, mientras presentan a la oposición de izquierdas y progresista de elitista y pija, y al colectivo LGTBI como de vendido al régimen, en base a la concesión de algunos derechos sectoriales.

Este corrimiento político de la población hacia la derecha y el conservadurismo, y esta visión del colectivo LGTBI como de poco interesado en el interés común, dispuesto a pactar con el régimen por sus intereses sectoriales, tendrán como consecuencia, entonces sí, un agravamiento del índice de homofobia en la sociedad cubana.

El grado en que esto ocurra dependerá de lo que haga el régimen para imponer el Sí. Si cambia boletas o no, y si aumenta el acoso y la represión contra los proponentes del No. Porque si la población da en creer que se alteró su voto, o si ve a más pastores atacados, esto no sólo los alejará más del régimen, sino que por una transferencia natural se sentirá menos identificada con los progresistas de la izquierda democrática, y sobre todo con los miembros del colectivo LGTBI, que fueron con él al referendo.

Imaginemos entonces que sucedería en una sociedad cubana en transición hacia la democracia en 2024 o 2025: En ella la izquierda progresista no pasaría de una oposición elitista, con poco arraigo popular, el partido de los pijos, mientras que una de las primeras medidas que podría imponer la derecha conservadora, con su enorme capital político, y su efectiva demagogia, sería la abrogación del Código de las Familias, “impuesto mediante fraude en Dictadura”.

Para evitar lo descrito es que le sugiero a los sectores de izquierda y progresistas que opten por no participar, aunque después de dejar claro su apoyo al nuevo Código. La izquierda progresista debe entender que siempre será la que peor parada saldrá de este referendo, porque si bien muchos entenderán la actitud del colectivo LGTBI, no podrán hacerlo en su caso. Y sin duda la derecha no perderá oportunidad de presentarla como de sector que necesariamente necesita de un poder fuerte para imponer sus programas, por lo tanto, de anti democrática.

La izquierda progresista debe entender que siempre perderá, porque es precisamente contra ella que va dirigida esta convocatoria extemporánea, esta jugada política. El régimen intenta atraerla hacia él, o al menos mantener hacia el extranjero su monopolio del discurso de izquierdas y progresista que sale de la sociedad transnacional cubana. Por tanto, la mejor opción ante la izquierda progresista es la de sobrevivir a esta jugada, para plantarle cara a ese monopolio en otros frentes. O sea, declarar su apoyo al nuevo Código, pero negarse a participar en el referendo por no contarse con las garantías debidas a quienes opten por el No, y considerar que en la situación de crisis extrema resulta incorrecto plantearse un referendo el cual la ciudadanía interpretará a su manera, lo más probablemente como la oportunidad de ejercer un voto de castigo.

En cuanto al colectivo LGTBI, en su caso, por razones plenamente comprensibles, entiendo su decisión a participar. Mas si así lo hacen les dejo aquí un par de sugerencias: insistan más en hechos como la manifestación del 11 de mayo de 2019, sepárense del régimen y hagan contar que si ahora se lleva a referendo este nuevo Código no es a resultas de la bondad de Mariela Castro, sino a sus presiones constantes por sus derechos.


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