Actualizado: 02/05/2024 23:14
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Sociedad

Nuevo curso escolar

El tono triunfalista no oculta las dificultades y laberintos que sufre el otrora orgullo de la otrora revolución.

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Y ahora viene lo más amargo: sigue hablando del más ostentoso fraude educativo jamás cometido en Cuba: la universalización de la enseñanza universitaria. Nadie con experiencia docente —salvo los "periodistas" de Granma, expertos en monográficos de ocultismo— puede concebir un plan más descabellado, salvo que sus fines no sean que la gente aprenda, sino tenerlos entretenidos —sobre todo a los trabajadores cesanteados o a los graduados sin empleo— y de paso proseguir el adoctrinamiento ordenado por la "batalla de ideas".

Los dos ministros —¿quién podría sustentar sus respectivas idoneidades?— terminan sus discursos como si se tratara de una fiesta de quince, donde la agraciada con lo inexorable exhibe su traje cursi y largo, arcaico y rosado.

Ninguno hizo la menor referencia a que prosigue el éxodo o la precipitada jubilación de docentes, a que los institutos pedagógicos continúan nutriéndose de los alumnos menos aventajados, a que la gente en la calle les llama "pobresores" por sus salarios, por la carencia de estímulos, por las vigilancias ideológicas "bajadas" desde el Partido, por las goteras o los pupitres rotos, porque no hay papel para los exámenes e ir al baño se convierte en un descenso al infierno, por el almuerzo de homenaje a Mahatma Gandhi y las guaguas que leen a Kafka…

Ninguno de los flamantes o flamígeros funcionarios inauguró el nuevo período escolar con una leve —aunque fuera irrisoria— alusión a las expectativas de calidad de vida, ni siquiera a qué factores espirituales la determinan, la pueden enriquecer o empobrecer… Fueron discursos plúmbeos, de ese plomo derretido que no ve más allá de una agenda burocrática llena de datos, consignas, lugares comunes. Sorprende —eso sí— que no citaran a José Martí como siempre: fuera de tiempo, lugar y costumbres.

Acaba de comenzar otro curso escolar en la patria… La patria que obligará a una enorme inversión en la construcción y reconstrucción de las escuelas y sus medios, desde el preescolar hasta las universidades. La patria que tendrá que asumir el desastre, respirar hondo, acordarse de cuando en los sesenta fuimos casi un modelo y proponerse la formación real —no para la propaganda— de maestros y profesores. Cada curso bajo la dictadura agrava los retos.


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