Actualizado: 29/04/2024 14:55
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Sociedad

Por una verdadera pelota libre

Si la calidad no es sólo patrimonio exclusivo del béisbol bien pagado, el amor a la bandera y el orgullo nacional tampoco lo son del Estado.

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También aquella pelota que, según el discurso oficial, es mercantilista y deshumanizada cuenta con un extenso sistema de reconocimientos y respaldos a los atletas que han pasado por sus escenarios: el monto de retiro que a partir de cierta edad se paga a los peloteros que han jugado en las Grandes Ligas garantiza una vida decorosa para todos los que han actuado en la Gran Carpa.

La ascensión cada año al Salón de la Fama de alguna luminaria del pasado, la retirada del número de uniforme de los que han sido estrellas en un equipo para que los aficionados los puedan ver, por siempre, en las vallas de los estadios sede, así como la permanente recordación de los ídolos de siempre, son elementos que contribuyen a afianzar el valor, la trascendencia y la continuidad de lo que por más de un siglo ha sido el gran espectáculo para la nación norteña y todos los amantes del béisbol en el mundo.

En Cuba, las nuevas generaciones de aficionados no conocen siquiera los nombres de los que en épocas pasadas han dado glorias al deporte nacional. Son en extremo ilustrativas las declaraciones de Luis Giraldo Casanova, uno de los exponentes más grandes de esta "pelota libre", quien al retirarse del deporte activo expresó a un periodista: "No tengo ni bicicleta".

También Fernando Sánchez, miembro prominente de una dinastía de peloteros estelares, confesó públicamente no entender cómo después de dedicar al béisbol veinticinco años de su vida, con muchos récords y sin una sola sanción, no es tomado en cuenta por las autoridades para ningún reconocimiento.

Ansias y vocación de libertad

El Clásico Mundial desarrollado con todo éxito demostró muchas cosas: que no estamos tan lejos, con un poco de roce y experiencia, así como con la participación de nuestras estrellas asentadas con éxito en el béisbol norteamericano podemos codearnos de igual a igual con la elite. Este torneo ha servido además para demostrar a los atletas, dirigentes y aficionados cubanos que el talento atlético, las grandes ganancias que genera, la caballerosidad deportiva y el orgullo —sin condicionamientos ni manipulaciones— por representar al país de origen no son excluyentes ni incompatibles.

En esos días de buen béisbol, mientras en sus declaraciones de prensa las grandes luminarias de las Grandes Ligas —hasta ahora negadas por la propaganda oficial— mostraron su admiración y respeto por los peloteros de la Isla, todos los cubanos vimos que se puede ser estrella profesional, millonario, patriota y además una persona sencilla y afable. Si la calidad no es sólo patrimonio exclusivo de la pelota muy bien pagada, el amor a la bandera y el orgullo nacional no son patrimonio exclusivo del Estado policíaco.

También fue muy triste ver que en esa tan esperada fiesta que constituyó el primer Clásico Mundial, los atletas cubanos que dieron colorido al evento eran tratados como prisioneros por las autoridades de la Isla. Según parece, en el béisbol cubano los que generan el espectáculo y garantizan las emociones no merecen nada y, siempre agradecidos, deben cumplir con su obligación de darlo todo esperando por las gracias que el amo decida concederles.

El béisbol llegó a la Isla cuando se concretaba el nacimiento intelectual e institucional de la nación cubana y se convirtió rápidamente en símbolo de identidad. El béisbol cubano nació con ansias y vocación de libertad, por eso en sus primeros terrenos se conspiró y recaudó para la causa independentista, por eso varios de sus iniciadores marcharon a la manigua insurrecta para luchar por la libertad.

Hoy los amantes del béisbol en Cuba, persistentes e incansables seguimos soñando con el día en que nuestros ídolos deportivos no tengan que alcanzar el éxito y la gloria a costa del desarraigo y la nostalgia, con el día en que no necesiten escapar para evitar ser, hasta el fin de su vida atlética, bandera propagandística y objetos de manipulación política.


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