¿Se aproxima un 11 de julio multiplicado por diez?
Las causas de la explosión social del 11 de julio están más presentes que en aquella fecha
Si alguien me preguntara qué yo creo que ocurrirá en Cuba en los próximos dos o tres años, o quizás mucho antes, y yo contestara que se va a producir el desplome del modelo económico y político que ha existido durante más de sesenta años, no solo nadie, o quizás muy pocos lo creerían, sino que muchos se burlarían, y esta reacción sería muy comprensible, simplemente porque esos vaticinios se han estado realizando desde los primeros meses de 1959.
Sin embargo, por esta misma revista, en noviembre de 2018, yo predecía —más bien preguntaba—, que en el espacio de dos años ocurrirían hechos trascendentales en Cuba para que ese cambio se produjera. No dije que se produciría el cambio para ese momento como algunos después alegaron, sino hechos trascendentales. Y justo, a los dos años, en noviembre de 2020, se produjeron dos acontecimientos que fueron respaldados por muchas personas del pueblo: la huelga de hambre de los miembros del Movimiento San Isidro y la sentada frente al Ministerio de Cultura, dos actos que precedieron a las manifestaciones multitudinarias del 11 de julio pocos meses después. El 21 de mayo el propio autor había publicado en Havana Times el artículo “La nomenclatura cubana duerme sobre un polvorín”, y en CUBAENCUENTRO, el 22 de junio, pocos días antes de las manifestaciones, “La disidencia debe prepararse para una explosión social”.
Si fuera a exponer las causas de la explosión social del 11 de julio las resumiría en tres:
- La situación crítica de la población, no solo en lo material (apagones, desabastecimiento, restricciones económicas, indolencia gubernamental ante la pandemia, entre otros males) sino, además, la ausencia de derechos y libertades fundamentales. Para nada mencionaría aquí los efectos del embargo estadounidense como han hecho algunos medios, sobre todo de Europa, lo que revela un total desconocimiento de la realidad cubana. La palabra que más se gritaba era libertad.
- El acceso a la tecnología moderna de la telecomunicación: el internet, los teléfonos móviles y las redes sociales entre otras, que permite una información inmediata de cualquier acontecimiento en el país. Antes cualquier acto de rebeldía en un barrio de una ciudad, o no se conocía hasta el día siguiente en los demás barrios, o no se conocía nunca, como pasó con las protestas multitudinarias en Regla en 1991, algo que incluso todavía muchos habaneros no se han enterado.
- Y finalmente, el desarrollo de una conciencia cívica en amplias capas de la población, algo que ha ido madurando durante varios años, en gran parte por las actividades de la disidencia interna. En los años 80 los primeros grupos disidentes tenían, como objetivo principal, la denuncia de las violaciones de los derechos humanos ante los organismos internacionales, pero muy pronto, muchos de nosotros comenzamos a comprender que era mucho más importante el desarrollo de una conciencia cívica en la población. Durante las recientes protestas multitudinarias en la población de Caimanera, el grito más escuchado era “¡Vivan los derechos humanos!”.
Lo del 11 de julio, lo he dicho antes, fue el comienzo de un proceso revolucionario que desembocará en el cambio radical de las estructuras de la sociedad, que es en definitiva lo que define a una revolución según el Diccionario de la Academia Española de la Lengua. Y esas manifestaciones fueron el equivalente del asalto al Cuartel Moncada en 1953, inicio del proceso que seis años después se concretó en la victoria de 1959, con la diferencia de que lo del 26 de julio fue violento y con el costo de muchas vidas, y lo del 11 de julio fue pacífico e incruento —por lo menos por parte de la oposición— y esta diferencia es notable y decisoria, porque no solo la violencia genera violencia, sino que, además, sangre genera sangre, y muerte, más muertes, algo que no hay que explicar a los cubanos que conocen la historia de los últimos sesenta y tantos años de su país, por lo cual esa diferencia augura el advenimiento de una era de paz y fraternidad para los cubanos.
Pero volviendo a los supuestos vaticinios, no se trata de una bola de cristal, sino del estudio de todos los factores de la situación actual y del cálculo de la relación causa-efecto.
Para empezar, hay que tener presente que el régimen cubano se apoya sobre bases insostenibles, o sea, un modelo disfuncional. ¿Por qué? Porque una desproporcionada burocracia mantiene el control absoluto sobre medios de producción que oficialmente no les pertenece sino al Estado, por lo cual no existe en ella un real incentivo productivo. De ahí la corrupción rampante. Era muy común encontrar en los medios informativos gubernamentales, dos palabras: “desvíos” y “faltantes”, dos males que salían a flote durante las auditorías. El régimen intentaba combatir esa corrupción, pero era inútil porque era algo consustancial del modelo. Se trata de una contradicción entre propiedad estatal y apropiación privada, que genera una crisis estructural permanente y a la larga conduce al desastre.
En el pasado existían cientos de capitalistas que, al ser dueños de las empresas, tenían un verdadero interés y por tanto se ocupaban de hacer que esas empresas fueran productivas y de evitar esos “desvíos” y “faltantes”. Ahora solo tiene interés una pequeña cúpula de quince o veinte personas en el Consejo de Estado y el Buró Político del Partido. O sea, se está desconociendo un principio económico elemental: “Cuanto más grande sea un organismo, un país o una empresa, más difícil será controlarla”.
El propio Comandante en Jefe, ya despojado de sus cargos, cometió dos indiscreciones en dos circunstancias diferentes antes de su fallecimiento, debido, posiblemente, a un principio de demencia senil. Hablando con un periodista confesó que el modelo cubano “no sirve ni para los cubanos”, y en otro momento, durante una charla con estudiantes, advirtió que la “revolución” podría ser derrocada “desde dentro”. No hay que tener mucha imaginación para saber quiénes la iban a derrocar: los propios burócratas. Ese modelo no se pudo sostener ni en la Unión Soviética ni en los demás países de Europa del Este, y China tuvo que abandonarlo introduciendo elementos capitalistas. Pero comenzaron a derrumbarse mucho antes de lo que generalmente se cree. Yo mismo me preguntaba por qué todos esos países coincidieron para poner fin a ese régimen en 1989. No era cierto. Se había derrumbado en Hungría en 1956, en Checoslovaquia en 1968 y en Polonia en 1981, pero la presencia o la amenaza de tropas soviéticas impedía que esos cambios se hicieran efectivos. ¿Cuándo y por qué se hicieron efectivos? Cuando Gorbachov declaró su política de no intervención.
Entonces, ¿por qué se ha sostenido en Cuba donde no hay tropas rusas en la frontera? Por una simple razón, porque nunca le había faltado un aliado externo capaz de subvencionar a ese régimen, como lo fue la Unión Soviética y después, Venezuela. Cada vez que esa crisis estructural se agudizaba por falta de uno de esos proveedores, el recurso principal era el éxodo masivo para aliviar las tensiones internas y ganar tiempo hasta encontrar uno nuevo. En 2008 Venezuela exportaba a Cuba 115 mil barriles de petróleo diariamente, supuestamente a cambio de los servicios de médicos y otros profesionales cubanos, pero en la medida en que fue decayendo la producción petrolera de ese país por la disminución de las inversiones privadas, ese número de barriles fue bajando: 87 mil barriles en 2015; 70 mil en 2016, y 50 mil en 2018 por lo que ya, en 2021, con un promedio de 56 mil barriles, se produce la explosión social y la dirigencia cubana, aterrorizada, no solo acudió a la represión más brutal y a las condenas sobredimensionadas, sino además, al más grande éxodo de toda su historia. ¿Logró ganar tiempo con esto? Por supuesto, pero ese tiempo no es ilimitado, y muy pronto el conflicto volverá a presentarse.
Resumíamos en tres las causas de la explosión social del 11 de julio, pero hoy esas causas están más presentes que en aquella fecha. Veamos:
Ya en este año, 2023, el promedio actual de barriles de petróleo que se está recibiendo diariamente ha bajado al mismo nivel de 2021: 56 mil barriles, y la situación general de la población ha empeorado, como lo admite el presidente de la Asamblea Nacional Esteban Lazo, que “el ciento por ciento de la canasta hoy se está importando” y que ya no hay dinero para comprar más en el exterior. También se dijo que ya la tierra no está produciendo nada porque no hay combustible, ni fertilizantes, ni abono, ni siquiera mano de obra. No vamos a hacer aquí un recuento de las tantas calamidades del país, como por el ejemplo las cien mil o doscientas mil personas que actualmente carecen de agua en la ciudad de La Habana, porque sería una lista demasiado larga.
En cuanto a la segunda causa, hoy el número de cubanos que cuenta con los medios modernos de telecomunicación es mucho mayor.
Y en cuanto a la tercera, un mayor número de personas ha despertado a la realidad, sobre todo después de las protestas del 11 de julio como pudo comprobarse de inmediato por las diferentes declaraciones emitidas por diferentes sectores sociales.
Todo lo anterior hace suponer que en algún momento no muy lejano se repita algo semejante a lo del 11 de julio, tan solo con una diferencia muy probable: multiplicado por diez.
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