Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Política

Telenovela y turismo

Los familiares de los cinco espías detenidos en Estados Unidos no se bajan del avión a costa del erario público.

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Sólo después de la devolución del niño Elián González, el gobierno decidió informarle a la opinión pública nacional que a cinco miembros de la Seguridad del Estado se le habían impuesto severas condenas en Estados Unidos por delitos de espionaje y atentados contra la seguridad nacional de ese país. Sin embargo, no informó sobre los restantes miembros de la Red Avispa, que llegaron a acuerdos con la Fiscalía y se declararon culpables.

Pensaba La Habana, por aquel entonces, que las activas muestras de solidaridad de importantes personalidades mundiales a favor del acto humanitario de entregar un niño de seis años a su familia podían ser utilizadas también para lograr la liberación de Gerardo Hernández, Ramón Labañino, Antonio Guerrero, René González y Fernando González.

Tras la negativa real de muchas de estas personalidades a involucrarse en un obvio caso político-judicial, comenzó una descomunal batalla propagandística diseñada desde el Departamento Ideológico del Comité Central del Partido.

Las primeras acciones

La primera acción desplegada fue hacer creer a la ciudadanía que los espías no eran simples desconocidos, sino héroes de la patria, y que sólo luchaban contra los grupos "terroristas" de Miami.

Lograr su excarcelación no sólo debía entenderse como una batalla nacional, sino que su "injusta" prisión debía ser protestada por todos los ciudadanos. Comenzaron a publicarse fotos, testimonios y hechos que demostrasen su aún improbada inocencia. Los periódicos de la Isla comenzaron a difundir diariamente artículos leguleyos donde se exponían razones por las cuales exigir y luchar, clásico de toda campaña política del gobierno.

Actos donde se proclamase la inconformidad del pueblo con sus arrestos y condenas, marchas "populares", programas especiales de radio y televisión para exigir su liberación, no sólo constituyen hechos ya vistos, sino planes futuros.

La enorme cantidad de familiares de los convictos, muchos de ellos con años de permanencia en Estados Unidos, y otros con excelentes condiciones de vida en el interior del país, también se hicieron públicos.

El hotel del Vedado

Para la vigilancia absoluta del movimiento de cada uno de los familiares, el gobierno decidió juntarlos en un lujoso edificio de la calle 23, en la capital. Allí no sólo ocurren reuniones para elaborar estrategias políticas, sino que se deciden los viajes trasatlánticos, el vestuario de lujo, los discursos pertinentes, las fotos más sentimentales y las apariciones cuidadosas en los medios de difusión.

Dentro de los diez apartamentos que ocupan existen hasta polémicas discusiones. Allí se decide qué familia debe ir a Inglaterra y cuál a Canadá, Suiza, España, a la sede de Naciones Unidas, etcétera. Pocos se contentan con simples viajes interprovinciales. Una especie de agencia de turismo, diligenciada por el gobierno, decide el destino pertinente, con el propósito absurdo de convencer al mundo de que los espías sólo defendían al pueblo de atentados terroristas.

Los viajes nacionales ocurren con la misma frecuencia. Casi semanalmente se organizan fletes aéreos, y los recibimientos y las cenas lujosas acontecen por doquier. Es un dispositivo montado que se debate entre mostrar una imagen de sufrimiento obvia y un nivel de vida inaccesible para la mayoría de los cubanos, sobre todo para aquellos que, lejos de edificios lujosos, luchan por la libertad de los presos políticos en la Isla.


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