Veleidades de un fiscal
Sereno guardián de los tesoros castristas y verdugo de los ciudadanos, Juan Escalona pide más represión contra el mercado informal.
El fiscal general Juan Escalona Reguera, un nombre manchado de sangre en la historia reciente del país, ha tronchado con especial vehemencia los destinos de no pocos ciudadanos ávidos de encontrar justicia. Nunca le ha temblado la mano, ni siquiera en los sucesos más oscuros del acontecer judicial de la Isla. Mucho menos ahora que el régimen se tambalea en la cuerda floja que él mismo ha tensado y de la que penden tantas vidas.
Como parte de una gira nacional, Escalona Reguera —sereno guardián de los tesoros castristas y verdugo del pueblo— se presentó en cada una de las provincias afectadas por los fenómenos naturales Gustav y Ike para respaldar sus propios edictos y dar beneplácito a todos los procedimientos extrapenales y las violaciones de los derechos humanos que se cometen hoy en Cuba. Sus subordinados de la Fiscalía debían entender que el "momento histórico pide celeridad y mano dura en el enfrentamiento a quienes juegan con el pueblo".
Ante lo que se considera un escándalo, por la realización de más de 500 juicios sumarios en todo el país en la etapa post-Ike, cuyo único objetivo es implantar el miedo y evitar así un despertar de la conciencia popular, el fiscal general ha acudido a los llamados "Tribunales Populares" y lo ha dicho sin medias tintas: continuarán los juicios sumarios en nombre de la protección de los bienes del régimen.
Su paso sancionador estuvo precedido por una campaña en la prensa oficialista en contra de los "delincuentes y vagos" que estropean "la obra de la Revolución".
Parte de nuestra existencia
Los pocos periódicos que circulan en la Isla se hacen eco de las sentencias a una señora "sorprendida" con jabones artesanales, a quien llevaba unas papas de más en una jaba o al irresponsable que "resolvió" un saco de cemento para un amigo.
El "rechazo popular" se vuelca sobre ellos, y contra los que sustrajeron al Estado cables eléctricos, tejas de zinc u otros materiales de construcción. Tres huracanes han convertido el ya desequilibrado panorama judicial en un campo donde la delación y el irrespeto campean a sus anchas.
Pero, ¿quién es el pueblo? ¿Por quién está conformado?
La gente ha sobrevivido, por más de cincuenta años, gracias al mercado negro, la economía informal o la "resolvedera", como popularmente se ha bautizado. Son miles los productos que se procuran "por la izquierda" para poder llegar a fin de mes, con las ganas de esperar una nueva fecha en el almanaque. No hay sector de la vida económica, política o social que no esté permeado por el "desvío de recursos", el tráfico de influencia o los abusos de poder.
Hasta cierto punto, este modus operandi forma parte de la existencia del ciudadano común: o esperas largos meses por la llegada del carro colector para limpiar la fosa de la casa, o pagas unos pesos y "resuelves" al instante; o haces la cola de la lista de espera para conseguir pasaje para viajar a otra provincia, o sobornas al empleado de turno…
¿Acaso los gobernantes de la nación ignoran este estado de cosas? Se podría apostar por otra hipótesis, relacionada con la profunda crisis estructural que cercena la nación, y no con "el rechazo del pueblo ante quienes impunemente trafican con bienes mal habidos".
Incluso podría subrayarse el inmenso miedo e impotencia que sienten los represores por el pueblo. No hay ley, regulación o prohibición puesta en práctica que no lleve en uno de sus párrafos el "sentimiento y aprobación popular". Al fin y al cabo, el "pueblo" es esa masa amorfa que ha servido para fraguar la inmensa mayoría de los desatinos castristas.
El recurso más preciado
Hoy en día, la mayoría de la gente habla a la sordina lo que calló por más de cuatro décadas. Las cuentas están sobre la mesa y los ciudadanos lo saben. Ha sido la gran torpeza estructural —en la economía y en el proyecto social que defiende el régimen—, y no los huracanes, lo que ha provocado el descalabro del país.
Una señora lo decía, en medio de las ruinas de su hogar, con el gracejo que no le han podido arrebatar: "Nos representaron por muchos años el Edén, pero la escenografía ha sido demolida por los vientos".
¿A cuál ciclón achacar la falta de mercados competentes en la Isla, el desabastecimiento, tras intentar controlar los precios de los productos?
Si un suceso ha llevado al país al borde del abismo como nunca antes, es el paso arrollador de Gustav, Ike y Paloma. Hoy el régimen es sólo un simulacro que pretende hacer ver que el mundo se derrumba por la crisis del capitalismo, aunque en realidad Cuba sucumbe con más del 60% del fondo habitacional en peor estado que hace cincuenta años, y la imposibilidad de alimentar a sus habitantes, como no sea con la libreta de abastecimiento, que no ha hecho más que acrecentar sus dominios.
Los juicios sumarios son el recurso más preciado para un régimen que no pretende sino perpetuarse en el poder y mantener subyugados a sus ciudadanos. Los alimentos, el sustento en sentido general, deben buscarse fuera de los mercados estatales, a través de la economía informal o la "bolsa negra", porque hasta los centros que expenden en divisas están prácticamente vacíos.
Las hordas represivas sólo entienden a personajes como Juan Escalona Reguera, quien ordenó a los fiscales provinciales continuar realizando "excelentemente esta misión", según reflejó la prensa oficialista.
Resulta contradictorio que desde su despacho, el fiscal general actúe con tanta celeridad ante los transgresores de las leyes represivas y no encuentre, quizás traspapelado, el caso que Martha Beatriz Roque y Vladimiro Roca presentaran a finales de agosto contra los adalides de la Mesa Redonda.
Así es el sistema judicial de la Isla, un entramado donde se concentran todos los esfuerzos humanos e inhumanos para desarticular el pensamiento libre y cuestionador, y donde el pueblo tiene las manos atadas por las mismas cuerdas que tensan personeros como Escalona Reguera.
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