Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Víctimas de la hoz y el verde olivo

El Servicio Militar Obligatorio: Rancheadores y cimarrones en pleno siglo XXI.

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Si el cimarronaje del siglo XIX cubano devolvió en parte la dignidad y la esperanza a un grupo numerosos de esclavos africanos, en la centuria que le siguió, desde los años sesenta con más exactitud, la desobediencia ante el Servicio Militar Obligatorio (SMO) significó una toma de conciencia ante la tergiversada concepción de la defensa de la patria que han impuesto los ideólogos del socialismo tropical.

Desde el mismo primer llamado al SMO, hubo jóvenes que se escaparon de los campamentos militares, las guarniciones que no guardaban nada, e incluso, de las grandes unidades de combate.

Un país que comenzó a autoubicarse al borde de todas las muertes posibles, y para ello utilizaba a los jóvenes como punta de lanza, halló enseguida una resistencia tenaz ante sus excesivas demandas de patrioterismo innecesario y absurdas definiciones de heroísmo.

La utilización de los jóvenes reclutas en formas de producción cercanas al trabajo esclavo, control extremo de la vida cotidiana de las unidades militares, sumado a la férrea disciplina, copiada al calco de los entonces paradigmáticos asesores soviéticos, dieron como resultado una fuga en masa de los recién ingresados al servicio militar.

Según testimonios, en los primeros años eran los mismos oficiales quienes buscaban a sus "fugados", pero pronto comenzó a hacer falta personal especializado en la tarea, además del inconveniente de enviar oficiales en "comisión de servicio" de un rincón a otro de la Isla. Era una cuestión de logística: subutilizar un personal a favor de un problema que no tenía ya remedio.

Luego, en cada uno de los tres ejércitos (Occidental, Central y Oriental), se formaron destacamentos especializados en Búsqueda y Captura, un remedo del rancheador pro esclavista del siglo XIX. Estos pequeños escuadrones se movían con una impunidad tal por todo el país, que sólo era comparable con la anuencia que han tenido siempre los órganos de la Seguridad del Estado.

¿Mejores condiciones ahora?

Entrados los años ochenta se formaron las Unidades de Prevención, donde sus miembros son conocidos con el mote de "boina roja" o "cabeza de aura", en alusión al color de esa prenda militar. Con la institución de estas unidades surgen además los patrullajes por las ciudades, se haría cotidiano ver parejas de estos uniformados en busca de algún atrevido recluta en una fiesta o evento deportivo. También se ocupan de la disciplina en el uso del uniforme o la correcta utilización de las armas, mochilas y otros enseres propios de la vida en campaña.

Esta es una cuestión propicia a la investigación histórica de que hablaba al principio. ¿En realidad, regresaron a sus respectivas unidades militares todos los que renegaron y se escaparon de ellas? Está por contabilizarse la cantidad de hombres que cambió su identidad y domicilio, y rehicieron su vida en otras regiones e incluso, los que abandonaron el país.

Fueron escandalosos los casos en que, persiguiendo a un recluta fugado, abrieron fuego y le dieron muerte al evadido, o quedó mutilado para siempre. Ahí están los nombres, los familiares y amigos para contarlo. Eran tiempos en que tenían permiso para tirar a matar si "hacían resistencia" o se daban a la fuga. Con el pasar de los años, sólo los oficiales de la Contrainteligencia Militar (CIM) eran autorizados a disparar, de ahí que cuando las unidades de prevención no daban con los desertores en un período de tiempo establecido, éstas pasaban los nombres a las unidades de Búsqueda y Captura.


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