Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Literatura

Alabanza del poeta olvidado

¿Por qué es tan difícil para el lector contemporáneo acceder a la totalidad de la obra de Agustín Acosta?

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Sería pedirles demasiado a las autoridades culturales del régimen que brinden aunque sea un minuto de recordación a la memoria de ese gran poeta cubano que fue Agustín Acosta en el aniversario 120 de su natalicio. Hoy, el autor de La zafra continúa siendo un perfecto olvidado para los lectores de la Isla, principales destinatarios de todo cuanto escribió.

A diferencia de sus contemporáneos Regino Boti y José Manuel Poveda, su obra ha sido escasamente estudiada y sus libros no se han reeditado. A diferencia de ellos también, Acosta tuvo una vida política mucho más activa durante la República, murió en el exilio de Miami y disfrutó de una longevidad no conocida por los otros dos. Aun así, el conjunto de la obra de este trío es considerado el principal aporte literario inmediato a la cultura de la Isla tras la muerte de José Martí y Julián del Casal.

Es absolutamente insoslayable su nombre en el decurso de las letras nacionales. Con varios poemas suyos abrió Juan Ramón Jiménez su importante antología de 1936. Mucho más tarde, los ensayistas Jorge Luis Arcos y Virgilio López Lemus lo incluyeron en sus estudios sobre poesía cubana. También el Diccionario de la literatura cubana (1980) y la Historia de la literatura cubana (2003) —este último con la profunda visión crítica del estudio que le dedica Enrique Saínz— refieren la nada modesta huella que Acosta ha dejado en nuestra cultura.

¿Por qué entonces es tan difícil para el lector contemporáneo acceder a la totalidad de su obra, si además no es tan vasta? Están creciendo muchas generaciones de cubanos a los que ni siquiera se les dice que existió Acosta. No se les menciona la obra de este gran poeta, no se recomienda la lectura de sus obras.

Ese olvido sin duda es coherente con la fractura cultural impuesta tras la llegada al poder de Fidel Castro en 1959, práctica que en el caso de Acosta cobró al parecer matices de espanto, si juzgamos el largo período de silencio que vivió desde ese año hasta su definitiva salida al extranjero en 1973. Nunca ha habido nada para quienes tomen el camino del exilio o la diferencia/disidencia/oposición al régimen cubano, donde quiera que vivamos. Al parecer tampoco habrá nada mientras continúe el actual estado de cosas.

Apenas dos breves volúmenes publicó Acosta en ese período, ambos de manera casi clandestina y aprovechando los mínimos resquicios que a la libertad de imprenta dejaba el naciente gobierno. Según refiere el mencionado Diccionario de la literatura cubana, en 1959 vio la luz su ensayo En torno a la poesía de Manuel Gutiérrez Nájera por el Instituto Municipal de Cultura de Marianao (La Habana) y cuatro años después su poemario Caminos de hierro por la editorial Ágora, sello que evidentemente no sobrevivió esa etapa. Para mayor desazón y sin motivos explícitos, Pablo Le Riverend no lo incluyó en su muy irregular, aunque insoslayable, Diccionario biográfico de poeta cubanos en el exilio (1988).


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