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Alicia Alonso homenajeada por el American Ballet Theater

No resulta extraño que la compañía estadounidense haya decidido dedicar una función del ballet Don Quijote para homenajear a la legendaria bailarina cubana

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Desde 1940 hasta 1948 Alicia Alonso formó parte del entonces Ballet Theater de Nueva York; en 1943 hizo su genial debut en Giselle, y en 1946 fue ascendida a primera bailarina de la compañía. Aunque una crisis transitoria del BT a mediados de 1948 propició que Alicia, Fernando y Alberto Alonso pudieran realizar su tan caro sueño de fundar en su Cuba natal una compañía de ballet profesional —el hoy renombrado Ballet Nacional de Cuba—, Alicia continuó regresando a bailar con el colectivo neoyorquino —nombrado a partir de 1955 como American Ballet Theater— hasta 1960, en que por razones políticas el Departamento de Estado le negó la visa para entrar a los Estados Unidos; veinte años de fructífera colaboración en total, que enriquecieron la historia personal de la prima ballerina assoluta cubana tanto como el nivel y el acervo de la compañía norteamericana.

No es nada extraño entonces que el American Ballet Theater haya decidido dedicar el jueves 3 de junio del 2010 su función del ballet Don Quijote, coreografía de Marius Petipa y música de Ludwig Minkus, para homenajear a la inconmensurable y legendaria bailarina cubana por sus nueve décadas de vida, dentro de la jornada para celebrar los setenta años de existencia de la compañía.

Xiomara Reyes y Herman CornejoFoto

Xiomara Reyes y Herman Cornejo, en el segundo (foto de MIRA, cortesía del ABT).

Para comenzar la emotiva gala de homenaje, en un Lincoln Center rebosante de público, y con muchos cubanos expectantes en sus butacas, se proyectó un documental narrado por la propia Alicia —en el inglés que aprendió junto a su gran amiga y colega Nora Kaye durante su estancia en el BT— con varios momentos relevantes de su extensa carrera acompañada por Igor Youskévitch, su más recordado partenaire; un fragmento del programa televisivo This is your life, de la NBC (1953-1961), con Alicia y Fernando Alonso, su esposo desde 1937 hasta 1975, como invitados, y hasta una foto de la Alonso vestida de miliciana, que a los cubanos presentes en la sala nos recordó su compromiso político con el régimen castrista, que como todo sistema totalitario ha apoyado tanto el desarrollo del ballet clásico en la isla. Mas como “pasan los gobiernos, pasan los políticos, pero quedan los artistas”, nos toca a los cubanos libres dar una lección de madurez separando el arte excelso de la prima ballerina assoluta de sus ideales políticos, porque Alicia Alonso siempre será recordada como la mujer que junto a Lecuona y a Roig elevó a un pueblo de rumba y de pachanga hacia la alta cultura, y porque, como expresara la propia directora del Ballet Nacional de Cuba como colofón de sus palabras: “son mejores los bailes y las flores que la guerra”.

Otro de los grandes atractivos de esta función-homenaje a la Alonso fue que hubo tres parejas distintas de bailarines latinoamericanos —excepto la Kitri eslava del tercer acto— para interpretar los roles protagónicos de Kitri y de Basilio.

En el primer acto, la argentina Paloma Herrera y el brasileño Marcelo Gomes se lucieron con una interpretación intensa y lúdica, utilizando sabiamente la coreografía para subrayar el esperado y agradable escarceo amoroso que este acto demanda. Ambos bailarines tuvieron varios momentos de bravura que los ratifican como las primeras figuras que son, y Verónica Part, en el rol de Mercedes, tampoco defraudó al público asistente, que los premió a todos con fuertes aplausos al final.

En el segundo acto, Xiomara Reyes, fruto de la “escuela cubana de ballet” —este crítico hubiera preferido, dado el carácter tan especial de la noche, que Alicia hubiera complacido a la espectacular Viengsay Valdés, máxima estrella actual del BNC, dejándola bailar este acto—, y el también argentino Herman Cornejo, tuvieron un destacado desempeño, aunque Daniil Simkin, como el jefe de la tribu de gitanos que ayuda a los enamorados, opacó un poco al protagonista con sus proezas acrobáticas, y Verónica Part, desdoblada ahora como la Reina de las Driadas, también ejecutó sus grand jettés mucho mejor que Xiomara. A su vez, Sarah Lane, como Cupido, resultó una presencia grata y eficaz en sus intervenciones.

Paloma Herrera y Marcelo GomesFoto

Paloma Herrera y Marcelo Gomes en el primer acto (foto de Rosalie O'Connor, cortesía del ABT).

En el tercer y último acto, donde tiene lugar el archiconocido y súper bailado en festivales gran pas de deux  de este ballet, la rusa Natalia Osipova, artista del Ballet Bolshoi de Moscú invitada por el ABT, y José Manuel Carreño, otro grandioso exponente de la “escuela cubana de ballet”, fueron los encargados de cerrar la gala con las grandes expectativas que ambos despiertan; la Osipova por sus vertiginosos giros y grandes extensiones, y Carreño por su consolidado rango de exquisito partenaire y danseur noble.

A la Kitri de Osipova, pese a sus deslumbrantes fouettés intercalados con pirouettes —que debió haberlos dado clavada en el lugar sin avanzar hacia adelante como lo hizo— e impresionantes extensiones, le faltó lirismo y una mayor relación con su partenaire, mientras que al Basilio de Carreño se le echó de menos la bravura a la que nos tiene acostumbrados, aunque su desempeño fue elegante y preciso como siempre.

Al final de la función, Alicia Alonso apareció en escena, flanqueada por Kevin McKenzie, director artístico del ABT, y por José Manuel Carreño, para recibir los aplausos de sus admiradores de varias generaciones, haciendo gala de ese carisma y de esa presencia escénica que hacían que, cuando bailaba, uno no tuviera ojos para nada más.


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