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Carlos Victoria: Las cosas en su sitio

La venta de una parte de la colección del fallecido escritor ha resultado polémica entre intelectuales del exilio.

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La del 29 de marzo fue una mañana despejada en Miami. Todavía más en el segundo piso de la librería Universal, ubicada en la 32 Avenida y la Calle Ocho del Southwest. Estaban a la venta algunas de las pertenencias del escritor Carlos Victoria, recientemente fallecido. Específicamente, cientos de volúmenes de su colección de libros, discos y películas.

La escasa concurrencia seguramente obedeció a dos razones antagónicas: las reticencias de algunos de los allegados a Victoria, quienes consideraban agraviante la subasta, y la indiferencia que a menudo provoca en el gran público la alta literatura. Nietzsche, Canetti, Cioran, Houellebecq, Paz, Ortega y Gasset, estaban a la venta allí. De manera que allí nada pintaba la clientela habitual de Sears, Bay Side o cualquiera de los populosos malls que proliferan en el sur de la Florida.

Sobre dos filas de banquetas, a ambos lados de la habitación principal, pilas de libros en francés, inglés y castellano. La mayoría al muy apetecible precio de uno o dos dólares. Al fondo, apilados sobre una mesa y a sus flancos, clásicos del cine negro, libros de arte y, en general, volúmenes firmados por sus autores, dedicados a Victoria. A la venta, con un precio de salida de cinco dólares, ejemplares dedicados por José Kozer, Jesús Díaz, Néstor Díaz de Villegas, Luis Manuel García, Juan Abreu, Antón Arrufat, Lorenzo García Vega, Manuel Díaz Martínez, Antonio Benítez Rojo y un largo etcétera.

El largo etcétera, por cierto, incluía El vuelo del gato, dedicado por el actual ministro de Cultura, Abel Prieto. "Para Carlos Victoria, este libro que tiene tanto que ver con nosotros y con la generación del cincuenta, con mi amistad de siempre y un gran abrazo", reza la dedicatoria de Prieto. Alguien compró el ejemplar a su precio de salida.

Los CD, la mayoría de música clásica, podían adquirirse por dos dólares. Las películas en VHS, a ese mismo precio, y en formato DVD, a tres. Los periodistas Daniel Fernández y Benigno Dou fungieron como organizadores. Entre los compradores se encontraban los escritores Adolfo Rivero Caro, Rodolfo Martínez Sotomayor y el pintor Santiago Rodríguez (Chago).

Un amigo, la viuda y la indignación

La venta de la colección de Carlos Victoria —probablemente sea más apropiado decir "de una parte de su colección"— ha provocado malestar entre algunos intelectuales del exilio, quienes consideran que el evento estuvo fuera de lugar. Opinión que matiza para ENCUENTRO EN LA RED el escritor Rodolfo Martínez Sotomayor, uno de los amigos más cercanos del autor de Las sombras en la playa.

"Al leer la noticia reaccioné airadamente", reconoce Martínez Sotomayor. "Pero después vino la calma. Recordé una frase que Carlos siempre citaba: las grandes pasiones deben dejarse para los grandes momentos. La frase me la refrescó a propósito de su participación en una protesta contra el derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate, cuando le pregunté sobre su presencia allí (él estaba lejos de ser un activista político). Me respondió: 'Ése fue uno de los grandes momentos de que te hablaba'", acota Martínez.

En el lado opuesto, el escritor Juan Abreu cree que la subasta fue "un evento lamentable, al margen de las buenas intenciones de los organizadores y participantes".

Abreu explica a ENCUENTRO EN LA RED: "Este es otro síntoma de la orfandad de los creadores exiliados, de nuestro generalizado desprecio por los asuntos del espíritu. Desprecio que parece ser parte de nuestra idiosincrasia". El autor de Diosa y de Cinco cervezas se ratifica en la opinión de que la subasta es "otro episodio que confirma lo sabido: que los cubanos tenemos una facilidad natural para convivir en total armonía con la ruindad y la bajeza".

La venta y/o subasta de la colección de Victoria fue presentada al público como una gestión de su viuda, la hondureña Mayra Sagastume, que debe enfrentar el pago de ciertas deudas. "Considero que al anunciarse la venta de la colección no hubo malas intenciones, sino desconocimiento —entiende Martínez Sotomayor—, porque hay que aclarar que no se trata de deudas que Carlos dejó a su viuda, sino de deudas contraídas por su esposa como consecuencia de su viudez. Él nunca contraía deudas. De hecho, ayudaba a sus familiares en Cuba, especialmente a los más necesitados. Carlos dejó pagada hasta su cremación".

Junto a una carta de despedida con copia al inglés, Victoria, ya muy enfermo, dejó a las autoridades el recibo con el número de serie de su cremación. En la referida carta, el autor de La travesía secreta pone las cosas en su sitio: "Mi esposa, Mayra Sagastume, es la dueña de lo poco que tengo. Ella se encargará de compartirlo con mi amigo y hermano Pablo Hernández".

"Pienso que tal vez no fue lo más acertado darle connotaciones de homenaje a una subasta —acota Martínez Sotomayor—, cuando en estos momentos, por ejemplo, sin haber recibido su justa difusión, la revista El Ateje, que dirige Luis de la Paz, homenajea a Carlos con una recopilación de cuentos, poemas y ensayos de gran parte de sus amigos. También con una serie de fotos en las que aparece junto a su madre, su padre y su hermana Finita Consuegra, en La Habana".

"De cualquier manera, conociendo a Carlos, dondequiera que esté, no creo que le disguste que amigos por los que sintió gran afecto conserven sus libros", concluye Rodolfo Martínez Sotomayor. "Lo contrario sería como dejar un búcaro de la dinastía Ming en manos de un niño. En sus últimos momentos me incitaba, señalándome sus libros y películas, a que me llevara lo que quisiera (cosa que nunca hice). Adquirirlos ahora es como una reafirmación de esa invitación suya, sólo que al pagar por ellos colaboro con alguien a quien Carlos ayudó durante buena parte de su vida".


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