Actualizado: 27/03/2024 22:30
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Artes Plásticas

Cuba y sus paseos por las ferias

El arbitrio de las instituciones entre los creadores y el mercado: prácticas desacertadas y desconocimiento de las reglas de negociación.

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Son muchas las cuestiones que han determinado esa mejor suerte de las exposiciones internacionales que incluyen obras de artistas cubanos, o la gestión subrepticia de los dealers frente a la escasa repercusión comercial de las ferias para las galerías nacionales.

Sin embargo, es ineludible la anómala asistencia de las galerías a las ediciones de las ferias, careciendo de regularidad y de un criterio unificado en la selección de los artistas, que normalmente varían cada año, lo cual impide que el público siga su desarrollo promocional dentro del concepto de representación de la galería; la apuesta díscola por firmas que no poseen un currículum sólido y cuya propuesta puede resultar sin interés y atractivo frente al resto de los artistas incluidos en el stand, siendo además un experimento insostenible en términos comerciales; la poca fiabilidad respecto a la eficacia de la gestión promocional y comercial de las galerías cubanas para obtener contratos de exclusividad en la representación de los artistas, por lo que muchas veces deben conformarse con obras menores, mientras las piezas de mayor elaboración y alcance se pueden encontrar en galerías internacionales.

A este compendio de desaciertos se suman, entre otros, las desventajosas condiciones económicas con que las galerías cubanas orquestan sus envíos a las ferias, lo que determina la mayor parte de las veces la exhibición de piezas en soportes bidimensionales, formatos pequeños, en fin, limitando las posibilidades de exposición de obras del artista, así como el propio espacio de exhibición en metros cuadrados del stand; y la precariedad económica que impide el despliegue de estrategias y mecanismos publicitarios en publicaciones periódicas y especializadas que también participan en las ferias y brindan cobertura mediática.

Si admitimos el generalizado y coherente criterio sobre el estatuto legitimador de espacios como las bienales y las ferias de arte contemporáneo, es incuestionable su valor como detentadores de reconocimiento y visibilidad para el arte hoy. De ahí que espacios como ARCO se tornen cada vez más importantes para la correcta e inteligente promoción de los productos culturales de la Isla, máxime si se tiene en cuenta la imposibilidad de acceder fácilmente a eventos de este tipo en Estados Unidos y su mercado de arte líder.

Caben entonces cuestionamientos a la voluntad promocional de las instituciones cubanas frente al arte contemporáneo cuando se desaprovechan año tras año las posibilidades de las ferias en que participan.

Una vez agotadas por la mala gestión las oportunidades de inserción en los actuales mercados, ¿cuáles serían las opciones de comercialización del arte cubano contemporáneo por parte de las galerías nacionales? ¿Qué actuación tendrán éstas —de seguir existiendo— ante los cambios estructurales del sistema que se avecinan en Cuba? ¿Podrán fomentar o sacar a la luz un coleccionismo nacional fruto de las labores clandestinas de enriquecimiento ilícito de un sector de la élite en el poder? ¿Cómo podrán instaurar un diálogo autorizado en términos de tasación de la obra, y responsable ética y socialmente, frente a la demanda de un corporativismo empresarial, el coleccionismo y el espíritu de las fundaciones de arte?


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