Actualizado: 25/04/2024 19:17
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CON OJOS DE LECTOR

De cómo el ska encontró al mambo

Desde Londres, una banda retoma las tradiciones musicales de Cuba y Jamaica, y a partir de ello inventa el ritmo que pudo haber sido.

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Hay muchísimas recetas para crear buena música. Doy aquí una de las más recientes. Se toman dosis generosas de los ritmos clásicos de Cuba y Jamaica, dos de las islas caribeñas de mayor riqueza e influencia musical. Se mezclan bien, poniendo especial cuidado en hacerlo con imaginación y joie de vivre. La combinación se adereza después con pizcas de humor, y gana mucho si además se adereza con ingredientes tomados de otros ritmos de esa misma área geográfica. Revuelva bien todo eso en la batidora, hasta que quede convenientemente mezclado. Sírvalo sin colar, al estilo del daiquirí. Su aceptación y su éxito se garantizan de antemano, pues está causando un verdadero furor en sitios tan heterogéneos como Londres, Tokio, Madrid, Toronto, Atenas, San Francisco, Berlín y Oslo. Ah, sí, el nombre: se llama Ska Cubano.

El nombre define breve pero expresivamente el perfil conceptual que dio origen a un grupo que radica en Londres, pero del cual se puede afirmar que espiritualmente tiene un pie en Santiago de Cuba y el otro en Kingston. A sus dos creadores, los británicos Peter A. Scott y Natty Bo, se les ocurrió la idea de reivindicar y retomar las tradiciones musicales de Cuba y Jamaica, y a partir de ello inventar la música que pudo haber sido. Mas dicho así, puede resultar muy vago, muy poco claro, por lo que se impone proporcionar algunos antecedentes históricos.

Hasta 1959, existían contactos muy fluidos entre los músicos cubanos y, en particular, los de Santiago, con los de las islas cercanas. El calipso, por ejemplo, gozó de mucha popularidad entre nosotros en la década de los cuarenta y principios de la de los cincuenta. Incluso el legendario Compay Segundo grabó en esos años un álbum de calipsos. De igual modo, nuestra música tuvo una considerable influencia en los países caribeños. Dos importantes instrumentistas del ska jamaicano, el saxofonista Roland Alphonse y Laurel Ailken, "el padrino del ska", habían nacido en Cuba. Y Latin Goes Ska, uno de los temas de The Skatalites, toda una institución dentro de ese género, es una versión instrumental del Pachito e Che, popularizado por Benny Moré. Pero después del 59, esos vínculos se perdieron y los músicos de Cuba y Jamaica siguieron rumbos distintos. El proyecto de Ska Cubano aporta una posible respuesta a la interrogante de cuál habría sido la música hecha en esas dos islas, si aquel intercambio hubiese continuado.

Peter A. Scott, fundador y director de producción de Ska Cubano, conocía Cuba por haberla visitado en viajes de negocios durante diez años. Fue entonces que descubrió su música, de la cual se enamoró. Por otro lado, también había estado en varias ocasiones en Jamaica, y era (es) fanático del calipso, el rocksteady, el mento y el ska. Aburrido de su trabajo, decidió probar suerte en la música y fundó una compañía discográfica. A su favor tenía el conocer a algunos de los grandes nombres del ska londinense. Entre ellos se hallaba Natty Bo, pintor, compositor, D.J. y cantante de la famosa banda los Top Cats. Además de ser uno de los principales exponentes del ska hecho en Inglaterra, Bo es un gran admirador de nuestros ritmos tradicionales, y posee una colección de discos de 78rpm con música cubana de los cuarenta y los cincuenta. De manera que la idea de Scott de crear una historia alternativa de la música de Cuba y Jamaica le pareció fascinante. Fue así fue como ambos, acompañados por unos pocos músicos más, tomaron un avión rumbo a la Isla.

En sus viajes anteriores, Scott había hecho de Santiago su segundo lugar, de modo que cuando llegaron a comienzos del año 2002 le fue fácil reunir a un numeroso grupo de artistas. Bo y Megumi Mesaka, "probablemente la mejor saxofonista de ska del mundo", en opinión de Scott, dedicaron los primeros ensayos a familiarizar a los instrumentistas cubanos con el tempo del ska, que combina elementos del calipso y el mento con el rhythm and blues y el jazz norteamericano. Al principio les resultó difícil, pues estaban habituados al de ritmos autóctonos como la rumba, el son, el guaguancó. A su vez, Bo tuvo la oportunidad de beber nuestra música en sus fuentes más genuinas. Él mismo ha comentado que va a Santiago a escribir canciones, a trabajar en los arreglos, a absorber sus vibraciones y a limpiar su cabeza de polución cultural.

Particularmente curiosa es la historia de cómo encontraron a la persona que buscaban para que cantase en español, junto con Natty Bo. Realizaron unas cuantas pruebas, pero no hallaron a nadie capaz de combinar de manera convincente los ritmos tradicionales cubanos con el ska. Bo ha contado que un día estaba sentado en un viejo bar santiaguero, cuando en eso vio llegar a un hombre. Puso en algún lado la cerveza que traía, tomó el tres y empezó a cantar. "Su voz, recuerda, penetró las paredes. La gente dejó lo que estaba haciendo para escucharlo. Y de inmediato supe que tenía que pedirle que se uniera a nuestra banda". Encontrar a Beny Billy (su verdadero nombre es Juan Manuel Villa Carbonell) fue una cosa, mas convencerlo de que grabara con ellos fue otra muy distinta.

Aquel hombre había llevado una existencia muy dura. Su infancia estuvo marcada por la pobreza, y desde que tuvo edad para ello, se ganó la vida en oficios tan poco fáciles como el de boxeador. La muerte de la abuela que lo crió lo sumió en una aguda crisis depresiva, y eso lo llevó al alcoholismo. Cuando Natty Bo lo descubrió, Beny Billy sobrevivía cantando solo por las calles santiagueras y de lo que daban los turistas por dejarse fotografiar. Todas esas circunstancias habían hecho de él una persona rebelde y con una gran desconfianza ante quienes se le acercaban para hablarle de grandes planes. A esto Natty Bo agrega que muchos productores extranjeros van a Cuba, usan a los músicos y luego se van. De ahí que entre los cubanos se ha creado un sentimiento de recelo e inseguridad.

La sorpresa que experimentó Natty Bo en aquella ocasión se comprende cuando uno escucha cantar a Beny Billy. Pese a que nunca estudió música, posee una voz afinada, cálida, de agradable timbre, calificada por el diario británico The Guardian como "hermosa, rica y aterciopelada". Es además asombroso lo mucho que recuerda a la de Benny Moré, con quien él dice tener una conexión espiritual. "Llevo su espíritu en mi cuerpo", afirma con mucha convicción. Tanta es la similitud entre sus voces, que es él quien interpretó la banda sonora del largometraje El Bárbaro del Ritmo, estrenado en la Isla el año pasado. Sin embargo y aunque su abuela era de origen jamaicano, Beny Billy nunca había oído hablar del ska. Algo, por lo demás, comprensible, dado que en su etapa de florecimiento, la década de los sesenta, sólo se popularizó en Jamaica y, en menor medida, en Inglaterra. Algo distinto a lo ocurrido con el reggae, cuyo éxito a partir de la década siguiente se extendió a numerosos países.

Una vez resuelto el problema del segundo cantante, Scott y Bo empezaron a grabar con el grupo de músicos que habían reunido. Aquélla fue, como se dice en las notas del folleto que acompaña el segundo compacto, "la primera banda de ska cumbia de Cuba, formada por lo que hoy es Ska Cubano más otros músicos, y originalmente planeó romper los esquemas presentándose bajo el nombre de la Orquesta Chispa Tren". Las sesiones de grabación se realizaron en el Estudio Siboney de la EGREM, en Santiago, y las mezclas se hicieron después en Londres. Al regresar a Inglaterra, se materializó el proyecto de crear una banda con representantes destacados de las músicas de Cuba y Jamaica. Además de los dos cantantes, Natty Bo y Beny Billy, y de la saxofonista Megumi Mesaka, pasaron a integrarla el bajista matancero Rey Crespo, quien residía en Londres; Jesús Cutido, carismático tresero de Las Tunas, Eddie Tan Tan Thornton, legendario trompetista jamaicano entre cuyos créditos están el haber tocado con Bob Marley, los Beatles, Jimy Hendrix y los Rolling Stones; y el veterano baterista Dr. Sleepy, original de la isla de Montserrat.


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