Dos directores incursionan caminos inusuales
Dos películas contadas en un estilo de narrar sin adornos ni énfasis, pero con un toque de ironía que a veces se traduce en un humor negro, donde se logran resultados diferentes
Francois Ozon y Kelly Reichardt son dos realizadores muy conocidos, de estilos muy peculiares. Ambos, en sus filmes más recientes, incursionan en temas y géneros no usualmente recorridos por ellos. Los resultados son disímiles.
Ozon (Paris 1967), conocido por filmes de intensas tramas, en las cuales siempre surgen giros inesperados y en donde la mayoría de las veces giran alrededor de relaciones homosexuales que traen consecuencias fatales a los protagonistas dada la forma en la cual la sociedad los valora; un realizador que desde su ópera prima See the Sea (1997), pasando por Criminal Lovers (1999), Swimming Pool (2003) y Double Lover (2017), por citar solo algunas, caracteriza su obra por una narrativa no convencional, con inesperados giros de guion y desenlaces truculentos, pero todo hecho con sutil sarcasmo, ha decidido, en su filme más reciente, por apostar a una narrativa convencional, de un drama intenso que se explica por sí solo.
En Everything Went Fine, la trama gira alrededor de una familia judía, de alguna manera afectada directamente por el Holocausto, amantes del arte y la alta cultura, en la cual el padre era propietario de una fábrica y coleccionaba arte, la madre es escultora, una hija es novelista, casada con el director de un “museo de cine” y la otra hija es músico, en donde el padre sufre una isquemia cerebral y, a sus 84 años, le pide a una de sus hijas que lo ayude a terminar su vida.
Esto causa un trama emocional y legal para la familia, que Ozon detalla con rigor casi documental. La trama se centra en todos los problemas que tienen que enfrentar las hijas para poder cumplir los deseos del padre, algo con lo cual no están de acuerdo. Entonces, a través de flashbacks o de escenas paralelas, Ozon va mostrando el tejido que une y desune a la familia.
Pero como en definitiva, es un filme de Ozon, no puede faltar el dato que el padre es homosexual, cosa que la esposa sabía desde antes de casarse y aparentemente ha tenido múltiples aventuras, una de las cuales es con un personaje desequilibrado que es una amenaza para la familia. Además, fue un padre abusivo y tiránico. Ozon nos enfrenta a la complejidad que yace debajo del cariño. El padre es alguien que todos odian, pero a la vez deciden apoyarlo.
El filme está contado en tono seco, ya que la trama de por sí es bien dramática, pero de alguna manera, el director se las arregla para poco a poco, subrepticiamente, dotarla de su sentido del humor negro y, a la larga, parece casi una comedia, que no es.
La película se apoya en excelentes actuaciones de Sophie Marceau y de André Dussolier, como la hija más apegada y el padre respectivamente. Dussolier es un veterano de eminente trayectoria y aquí demuestra con creces lo que debe ser un gran actor. Todos los actores están muy bien y hay una actuación especial de Hanna Schygulla que le saca el máximo a los minutos en los cuales aparece, además de ser un guiño a la admiración que Ozon siente por Fassbinder.
Por su parte, Kelly Reichardt nunca se ha dedicado a la comedia y hay poca ironía en sus filmes. Es una realizadora muy original y sólida, con películas excelentes como Old Joy (2006) y Meek’s Cutoff (2010), entre otras. Le da un giro peculiar a los géneros que toca, tiene un estilo de narrar también seco, de desarrollo lento, en donde los argumentos están llenos de conflictos potenciales que le conceden una intriga envolvente a los temas que toca.
En Showing Up ha decidido tomar un rumbo diferente. Supuestamente el tema se refiere a los rigores de la creación artística con un toque de humor. Se asiste a las vicisitudes de la vida diaria del personaje central, que está preparando una exhibición personal de su obra. El libreto nos va contando sus antecedentes familiares, el padre es un artista retirado, la madre es su jefa en la escuela de arte en la cual trabaja y su hermano padece de una enfermedad mental.
El problema no es que todo esto se agolpa en el espacio de una semana o algo así. Sino que lo que ha desarrollado en su guion con Jonathan Raymond, son una serie de personajes desabridos, que no generan el menor interés en el espectador (al menos en este espectador) y que lo único que se desea es que el desenlace llegue lo antes posible. No es que la película sea lenta, que no lo es, es que el tema no está narrado de una manera que despierte la menor curiosidad. No entiendo como algunos críticos han catalogado este bodrio de obra maestra.
La fotografía está hecha con una mini Arriflex con toda la intención de parecer filmada con un celular. Eso tampoco ayuda, ya que da un tono tan desabrido como el carácter de los personajes. En mi opinión, es un filme del cual no hay mucho que decir, porque no dice nada por sí mismo.
Everything Went Fine (Francia/Bélgica, 2021). Dirección: Francois Ozon. Guion: Francois Ozon y Philippe Piazzo, basado en la novela de Emmanuele Bernheim. Director de fotografía: Hichame Alaoule. Con: André Dussolier, Sophie Marcea, Hanna Schygulla, Geraldine Pailhas y Charlotte Rampling. De estreno limitado en las ciudades importantes de Estados Unidos.
Showing Up (Estados Unidos, 2023). Dirección: Kelly Reichardt. Guion: Kelly Reichardt y Jonathan Raymond. Dirección de fotografía: Christopher Blauvelt. Con: Michelle Williams. Hong Chau, André Benjamin y Judd Hirsch. De estreno limitado en las ciudades importantes de Estados Unidos.
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