Actualizado: 28/03/2024 20:04
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Música

Dos genios de siempre

Apenas dos días han separado la muerte de Richard Egües del aniversario del nacimiento de Arsenio Rodríguez.

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La misma semana en que celebramos el aniversario 95 del natalicio del gran Arsenio Rodríguez, los cubanos nos enteramos del deceso en La Habana del flautista y compositor Richard Egües. Con la diferencia de apenas dos días, se sembraron en el calendario las fechas que reúnen a dos seres inmortales dentro de la maravillosa saga de la música cubana de todas las épocas.

Cada cual a su manera, Arsenio y Richard conciliaron talento y virtuosismo para entregar la acabada obra de los maestros de siempre. Compositores ambos e instrumentistas de ley, contribuyeron a dimensionar sonoridades que perduran no sólo en el imaginario ambivalente de algunos nostálgicos.

Cada vez que celebramos el aniversario o lamentamos la muerte de un artista, se impone aquello de cómo leen su obra las nuevas promociones de músicos, cómo se enfrentan estos al legado de sus antecesores, padres fundadores o continuadores de una identidad a la que se es leal nunca forzosamente. Admiramos lo que hicieron hace más de medio siglo por su grandeza y validez, pero si ya no representaran mucho en el sentido ético y también en el estrictamente artístico, sus grabaciones se desecharían.

Esa es la suerte de un artista. Los jóvenes músicos cubanos saben que deben indagar críticamente en la tradición. Quien no desee ser víctima de semejantes exploraciones de la memoria, quedará a la vera del camino, en la cuneta de los tiempos.

Sin lápida ni estatua

Arsenio supo llenar con sus composiciones en prácticamente todos los géneros páginas imprescindibles, acaso como sólo pudieron hacerlo unos pocos. Fue tresero sin otra escuela que la vida ni otra herramienta que su portentoso oído y vivió obsesionado por lograr lo novedoso, por experimentar sonoridades, por desligarse de lo intrascendente o lo manido.

En ese terreno sólo el Niño Rivera (Andrés Hechavarría) y hoy Pancho Amat pueden disputarle honores, aunque Amat se declare su discípulo.

Era ciego, pero sabía enfilar sus pasos hacia la luz mejor que cualquier otro músico en posesión de todas sus facultades. Tenía muy desarrollada su innata capacidad de renovación y búsqueda, que le llevaba a mantener perenne comunicación con fuentes vivas de la trama étnica y cultural cubana. Provenía de una familia pobre, descendiente de esclavos congoloses.

Con Arsenio, el son ganó urbanidad. Estudiosos como Cristóbal Díaz Ayala apuntan que a partir de sus contactos con la orquesta Casino de la Playa, surgió en Arsenio la idea de convertir el septeto típico en conjunto, agregando trompeta y piano, sin perder la sabrosura del tres. Es difícil no deducir que a partir de ese momento la música de esta parte del mundo ya no sería la misma.


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