Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Música

Dos genios de siempre

Apenas dos días han separado la muerte de Richard Egües del aniversario del nacimiento de Arsenio Rodríguez.

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La singularidad de Arsenio con el caso cubano está dada también por la larga etapa que vivió en Estados Unidos y los aportes que allí hizo a las sonoridades latinas, reconocido por algunos como el padre del movimiento salsero. Sin embargo, queda el regusto amargo de que ni allá ni aquí la profundidad de su legado ha podido ser justipreciado. Enterrado en un cementerio del Bronx neoyorquino, cuentan que su tumba carece de lápida identificatoria. Es de sospechar que cuando mueran los que saben dónde están sus restos, no habrá manera de conocer dónde depositarle una rosa roja como tributo a su memoria.

Peor sucede dentro de su amada isla. Arsenio quedó al margen, no porque él quisiera, sino porque a alguien se le ocurrió fijar como ley que aquellos que se fueron, se murieron. De esos no se habla. Su música tampoco vale. Es "el aria de los años perdidos", diría Heberto Padilla.

Ni estatua ni rincón les anuncian a viajeros y entendidos que estamos en la patria del autor del más triste bolero de la vida en tinieblas escrito por un músico ciego que quiso ver y no pudo: La vida es un sueño. El primer verso lo resume todo. Es lo que diría Arsenio al enterarse de tanta soledad: "Después que uno vive veinte desengaños, qué importa uno más".

La flauta mágica

La relación de Richard Egües con la Isla es a un tiempo igual y diferente. No llega a ser el reverso de la moneda, aunque sus opacidades sufrió en un país cuyo régimen castiga a conveniencia las huellas del ayer.

Richard nunca se fue de Cuba y su longevidad tuvo premio: el Nacional de Música, galardón oficial que otorga el Ministerio de Cultura. Para ello hubiera bastado que soplara la madera de su flauta como la sopló siempre y que fuera el autor de varias piezas del mejor chachachá cubano, especialmente ese cuarteto inolvidable que componen El bodeguero, Sabrosona, El cuini tiene bandera y La muela.

Más de tres décadas militó Richard Egües en la orquesta Aragón. Llegó a dirigirla incluso, entre 1982 y 1984, tras el fallecimiento de Rafael Lay. A ella regresaba siempre, a pesar de incursionar en la música de concierto, interpretando obras de Mozart, y de participar en las descargas y jam sessions de los años cincuenta en La Habana nocturna, al lado de Cachao, Peruchín, Tata Güines, Guillermo Barreto, Generoso Jiménez, el Negro Vivar y el Niño Rivera. Para él, en ese entorno, el compositor Osvaldo Estivil creó la descarga Sorpresa en flauta.

Como Arsenio con su tres, también Richard es referente insoslayable para los flautistas cubanos. A ello se han referido dos de los más destacados actualmente, José Luis Cortés (El Tosco) y Orlando Valle (Maraca), quienes han visto en sus solos e incursiones diversas una capacidad creativa e improvisatoria propia de instrumentistas fundacionales y superdotados.

Miembro de las míticas Estrellas de Areíto de finales de los años setenta, Richard fue ausencia notable, presumiblemente por su estado de salud, en ese peculiar Hall de la Fama a la cubana que fue el Buena Vista Social Club.

De Arsenio y Richard nos quedan sus grabaciones. También nos queda la voluntad de cada cubano honesto de enaltecer la memoria de estos grandes músicos con gestos que derriben muros y cultiven libertades.


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