Actualizado: 25/04/2024 19:17
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CON OJOS DE LECTOR

El arte de reprender deleitando

De las estampas de Eladio Secades, escribió Gastón Baquero, puede extraerse una antología de instantes definitivos para la catalogación del carácter cubano.

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El humorismo le sale espontáneo, natural

"En realidad pensamos menos de lo que parece. Gracias a las frases hechas, para cada circunstancia encontramos una idea en conserva. Ocurrencia como sacada de una gaveta. Hay genios que lo son por herencia histórica. Panfletarios de clisé. Eruditos que viven en estado de refrán. Los refranes son la latería del idioma. O la cultura prefabricada. Antes de que los portugueses enlataran las sardinas gallegas, ya los árabes habían surtido al mundo de proverbios. Que lo mismo sirven para cuando la mujer se aburre. Que para cuando el marido llega tarde en la noche (…) Usar refranes es vestir la palabra con ropa hecha. Ningún pueblo más refranero que el español. Sus adagios sirven para justificar el mal y para premiar el bien. Es cuestión de voltearlos. No hay mal que dure cien años es un pretexto para seguir sufriendo".

Así comienza otra de las estampas de Secades, la titulada Los refranes. Sirve para que quienes nunca las han leído tengan una idea de cuál era su estilo. Su autor las escribía, como se ve, en un lenguaje claro, directo, pero también elegante y lleno de ingenio. Su humorismo además le sale espontáneo, natural, como si se tratara de un don auténtico e innato en él. Admira asimismo esa capacidad que tiene para resumir en una frase una idea inteligente, para catalogar una costumbre, para caracterizar a una persona. He aquí algunos ejemplos extraídos de otros textos suyos: "La trompetilla es el verdadero concepto cubano sobre la libertad del pensamiento. Casi todos los errores que aparecen en nuestra historia son trompetillas que hemos dejado de tirar"; "El primer mes de matrimonio y la televisión son, a través de los tiempos, las razones más poderosas descubiertas por el hombre para no salir de noche"; "El rascabucheo es la pesca de lo ajeno sin anzuelo. Es un esbozo sin profundidades. Es el proyecto que no se define. La electricidad que no llega nunca a chispa"; "Los astrólogos nos dicen que del firmamento vienen tantos alivios para nuestros dolores, que tenemos que pensar que el cielo es una farmacia de prodigios. Y que cada estrella es una aspirina".

Aparte de perlas como las anteriores, que se hallan esparcidas a lo largo de sus estampas, Secades plasmó esa capacidad de síntesis epigramática en otros textos que se conocen menos. En un ejemplar de la revista Bohemia encontré, bajo el título de Greguerías de Navidad, cosas tan deliciosas como éstas: "El turrón de Alicante es el postre de mampostería"; "El pavo es una vedette triste"; "La ensalada mixta es un éxito de litografía"; "El rábano quiso ser botón de rosa"; "Vuelan las pompas de jabón y parece que el árbol de Navidad se ha quedado sin bolas"; "La castaña es un postre de invierno. Por eso viene con traje de casimir oscuro"; "¿Dátiles en dulce? Cucarachas sin alas". Me atrevo a afirmar que mi amigo Orlando González Esteva, que acostumbra a leer a nuestros autores con tanto amor como generosidad, disfrutará mucho este Secades capaz de escribir estas sorprendentes muestras de poesía mínima y quintaesenciada.

Al redactar sus estampas, Secades tenía como principal propósito subrayar defectos, detalles ridículos, actitudes censurables. Casi nada escapa a su asombrosa facultad de observación. Entre numerosos aspectos, se detiene en el "chuchero" que viste de manera estrafalaria; el picador cuentero e ingenioso; el orador del banquete-homenaje al que se encargaba pronunciar unas breves palabras, que nunca eran breves; el "pesao" que adopta el hábito de hacer reñir a los demás como una obligación; los patéticos celos del hombre viejo que se ha casado con una mujer muy joven; el empleo en los discursos de las frases de José Martí, que ha devenido "una industria de convicción en conservas"; la cubana que va a estudiar a los Estados Unidos y en un curso en el collage olvida todo lo que aprendió en Cuba en tantos años ("es la descubanización a la primera nevada"); el orgullo romántico y retroactivo de los exiliados, que se ufanan no de lo que son y tienen, sino de lo que tuvieron y dejaron de ser. Secades, sin embargo, sabe educar y reprender sin herir, sin asumir un aire regañón y de sermón, sin ponerse de mala leche. Y lo mejor, sabe hacerlo deleitando y haciéndonos sonreír.

Entre los varios elogios que en vida recibió Secades, quiero reproducir, como colofón, el de su colega y amigo Gastón Baquero. En un artículo que publicó en el Diario de la Marina, a propósito de la salida en 1958 del tercer tomo de Las mejores estampas de Eladio Secades, expresó: "Las Estampas de Secades no son otra cosa que un espejo fiel, certero, de figuras y hechos que forman parte de nuestra sociedad, que nos dicen con mucha profundidad —la profundidad no tiene nada que ver con la pedantería ni con el retorcimiento— cómo somos. Se leen con una sonrisa, a menudo con una carcajada, pero dejan siempre las Estampas, luego de la alegría de tantas sorpresas de observación exacta y de encuadramiento, un recuerdo, una huella en la conciencia (…) Así como nos pinta Secades, o como nos refleja el espejo colocado por Secades ante nuestra realidad, somos. Sin pretenderlo, contribuye a que vivamos menos engañados sobre una porción considerable de la fisonomía social cubana".

Referencias:

Intertextualidad al estilo habanero


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