Actualizado: 29/04/2024 7:40
cubaencuentro.com cuba encuentro
| Cultura

Literatura

El cierre de la 'desmitificación' martiana

Miguel Fernández-Díaz publica un libro que aborda la muerte de José Martí a partir de nuevas salidas que reposicionan a la cultura cubana.

Enviar Imprimir

Jardines se interesaba en que la palabra alemana Aufgang, traducida como fin, significaba más exactamente salida. Según su lectura, en la filosofía clásica alemana se encontraba no sólo el cierre, sino además las nuevas alternativas a que podía apelar el saber discursivo para sobrevivir entre las nuevas exigencias de la modernidad. La propuesta de mayor alcance que hizo Jardines se movía contra un espíritu antifilosófico entronizado en la Universidad de La Habana en nombre del ideologismo y la ciencia. Y contenía también, ella misma, nuevas salidas para el filosofar.

Con el libro de Fernández-Díaz sucede lo mismo. Respecto a Martí, no sólo cierra o finaliza el ciclo más reciente de la desmitificación, sino que a la vez contiene nuevas direcciones, salidas, que reposicionan a nuestra cultura respecto a uno de sus legados esenciales.

Entre los grandes méritos de La muerte indócil de José Martí está haber sorteado con éxito los dos peligros básicos que tiene el pensamiento contemporáneo: el "periodiquismo" y el academicismo. El periodismo ha terminado por acoger aquel epifenómeno del saber especulativo que en un texto introductorio a la Crítica de la razónpura Kant llamara "filodoxa". Esta es una suerte de "famalogía", una explotación del evento, una insuficiente rehabilitación metafísica del instante. En resumen, es la diletancia discursiva. Por otra parte, el academicismo es la "diplomatización" del saber: la profundidad cosmética.

Miguel Fernández-Díaz conoce bien la filosofía, el derecho y el periodismo; y es probablemente eso lo que le ha permitido salir airoso en las intersecciones. Su libro se estructura en capítulos brevísimos, veloces (como Mercurio, a la manera de Italo Calvino), pero sus hipótesis y revelaciones están protegidas por una convincente bibliografía. Los libros y documentos referidos por Fernández logran una voz coherente; los materiales rescatados y re-descubiertos, es decir, tanto sus fuentes primarias como las de órdenes derivados, se intercambian congruentemente (aunque a veces parezca que sin finalidad) con los textos y criterios de más actualidad.

Hay un gran manejo de fuentes, un amplio archivo de las alternativas historiográficas, una certificación de los intereses políticos detrás de los temas y ninguna ingenuidad filosófica. Fernández sabe a dónde va, y su subjetividad procede de manera objetiva. A veces, cuando es parcial, domina los límites de esa parcialidad suya, electiva y plena en su criterio, que es lo que la tradición filosófica moderna reconoce como criticismo. Es alegrador para cualquier estudioso de la filosofía verificar que en el capítulo IX Fernández pasa de una consideración historiográfica específica a referir el problema de la dialéctica entre lo posible y lo necesario. De ahí a Hartmann y, sin detenerse, a Diódoro de Cronos y uno de sus grandes "argumentos" (pp. 118-120).

Rescate arqueológico del pasado

La muerte indócil de José Martí es un libro de historia atento a las más recientes polémicas. Fernández mueve sus criterios en torno a eventos inscritos en el tan difícil "pasado inmediato" (Américo Castro), como el cincuentenario de la revista Orígenes (1994), la Conferencia Internacional "José Martí y los desafíos del siglo XXI" (Santiago de Cuba, mayo de 1995) o los coloquios celebrados por el centenario de la muerte de Martí en la Universidad de La Habana, que culminaron con la publicación de la antología Homenaje a José Martí en el primer centenario de su muerte en combate (Morelia, 1997), un trabajo conjunto entre la Facultad de Filosofía e Historia y la Universidad Michoacana. Fernández polemiza, refiere y acata con nombres y apellidos. Sabe identificar al destinatario y esto nos habla también de la autenticidad de su trabajo, que desborda valentía y sinceridad.

En este sentido, el autor lleva a cabo un rescate arqueológico del pasado inmediato; habla de lo que no se habla y de lo que a veces se habló; convierte en sujetos de la cultura, merecedores de críticas o alabanzas, a personajes que de otra manera hubieran acabado, tristes, en el olvido. Por eso el libro engendra "Ser", hace historia en el marco de una cultura que, a pesar de todo su narcisismo, está gravemente herida en su estatura. Y aún más: en su delicadeza.

Cualquier cosa puede ser dicha de las historias que en su libro refiere Fernández; incluso que son historias de gente valiente, hábil, emprendedora, pero jamás de personas delicadas y nobles. En el mejor de los casos, en aquellos donde la posición historiográfica está avalada por la honestidad del estudioso, Fernández revela la existencia de una jerga teratológica, agresiva, propia de los peores inquisidores del cristianismo. En la página 12, por ejemplo, cita a la académica Diana Abad (UH), que llama a "repudiar" los "desmantelamientos ideológicos en contra del corazón de la patria". ¡Qué lenguaje tan moralista y a la vez tan cruel!

Entre los eventos más interesantes que aborda Fernández (y que lo son no tanto por asumirlos, sino por la forma en que los trata: con una mezcla de suspenso y lenguaje exacto donde va implicando a casi todo el mundo), se encuentra el de las famosas páginas perdidas del Diario de José Martí, correspondientes al 6 de mayo de 1895.