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Con ojos de lector

El Código Maine

En su estreno como novelista, Mario Escobar Golderos recrea en clave de thriller histórico la explosión del acorazado norteamericano que desencadenó la guerra hispano-americana.

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Personajes reales y ficticios

La existencia de Los Caballeros de Colón es real, no así su participación en la guerra hispano-americana. Escobar Golderos parte del misterio que siempre ha rodeado a la secta para sumar a la trama la búsqueda por parte de varios de sus miembros de un libro muy antiguo que esconde un importante secreto. En sus páginas se indica además el lugar de Cuba donde se halla enterrado un mítico tesoro, relacionado con la fabulosa donación que el emperador romano Constantino entregó al Papa Adriano en el año 778 (el tesoro es otro de los ingredientes ficticios de la novela).

Escobar Golderos también emplea esa combinación de realidad y ficción en la nómina de personajes. Aparte de Churchill, McKinley, Roosevelt y el profesor Gordon, en la trama que se narra en Conspiración Maine aparecen los escritores Miguel de Unamuno y Ángel Ganivet, Pablo Iglesias, fundador del Partido Socialista Obrero Español, el general Máximo Gómez, la reina de España, el almirante del Maine y León Czolgosz, el asesino del presidente McKinley. Acerca de por qué utilizó ese recurso, el autor expresó que una de las razones que lo llevaron a incluir esos personajes reales en su novela fue la de desmitificarlos, "quitarles la capa de polvo, reavivarlos, y, respetando su idiosincrasia, situarlos en una situación extrema". Ese propósito sólo se cumple parcialmente, pues varios no pasan de ser caracteres secundarios, cuya fugaz aparición en la historia no permite a Escobar Golderos la posibilidad de un verdadero desarrollo de los mismos.

Pienso que quienes lean Conspiración Maine la disfrutarán según sean las exigencias y expectativas con que se adentren en sus páginas. Quienes gusten de las novelas de aventuras y el thriller histórico al puro estilo anglosajón, me imagino que no se sentirán defraudados. Su trama mezcla enigmas, sociedades secretas, asesinatos, política, religión, y está narrada con un ritmo que permite seguirla con interés. El entretenimiento, por tanto, está garantizado. De paso, hay que agradecer al autor que lo consiga con una obra que se aparta de los asuntos y escenarios más manidos y frecuentados, para recrear desde la ficción un hecho real poco conocido por los españoles, pese a la trascendencia que tuvo para ese país.

Confieso que personalmente hubiera preferido una novela con menos ingredientes. El autor contaba con un suceso verídico que hasta hoy sigue siendo un misterio (el hundimiento en alta mar de los restos del barco, a comienzos del siglo pasado, imposibilitó una investigación posterior), idóneo para armar una intriga detectivesca entretenida y con suficiente gancho para atrapar a los lectores adictos a ese tipo de obras. El añadido de la búsqueda del tesoro oculto por Los Caballeros de Colón resulta, en mi modesta opinión, innecesario y resta seriedad a las interrogantes que Escobar Golderos propone respecto a cuál fue la verdadera causa de la explosión del Maine. Puedo entender que tras ello está el empeño de aportar un nuevo mito, a los ya existentes sobre los cátaros, los templarios, los masones y otros grupos esotéricos. Mas repito, su injerto obedece más a concesiones a una moda temática que a necesidades orgánicas de la narración. Al hacerlo, el autor se ve obligado además a incluir no pocas páginas de referencias históricas sobre el tesoro, sobre Cristóbal Colón y sobre la orden religiosa que toma su nombre. Significativamente, es en esos pasajes donde el libro pierde interés y aquellos en los cuales su lectura se sigue con menos entusiasmo.

En cambio, Escobar Golderos no sobrecarga su novela con información histórica y detalles de la época, algo bastante usual cuando los autores acumulan mucho material durante la investigación. En una entrevista, sostiene algo que supo aplicar: "En la novela histórica, el fondo histórico debe ser eso, un fondo, un tapiz, pero los personajes deben desenvolverse con soltura". Y a propósito de estos últimos, aprovecho la mención que allí hace para volver sobre el tratamiento que da a los caracteres reales. Específicamente, me voy a remitir a uno, el general Máximo Gómez, quien aunque era de origen dominicano se sumó a las filas mambisas para luchar contra los españoles. A pesar de que se trataba de su primer viaje a Cuba, el norteamericano George Lincoln dice sobre él que practicaba la brujería, y sugiere que gracias a ello todos los rivales que se le enfrentaban terminaban muertos. ¿De qué fuente documental extrajo Escobar Golderos semejante bobada? ¿Es ésa su idea de lo que significa desmitificar y quitar el polvo a las figuras históricas? Vaya por Dios. Por cierto, en ese mismo pasaje de la novela se desliza este error, expresado por boca de Hércules Guzmán: "En Cuba, querido Lincoln, la santería y el vudú están a la orden del día". Se supone que quien eso afirma llevaba tanto mucho residiendo en la Isla, pero nunca se enteró de que el vudú no se practica en Cuba, sino en Haití.

Pero insisto, algunos de esos señalamientos críticos pueden provenir de mis expectativas personales como lector. Probablemente, otros lectores no han de opinar como yo y considerarán como aciertos los mismos aspectos que a mí no me convencieron. Todo depende, ya se sabe, del cristal con que se mire. En todo caso, quiero concluir esta nota expresando que, reparos aparte, no dudo en calificar la novela de Mario Escobar Golderos como una obra muy recomendable. Además de entretener, lo cual siempre se agradece, rescata del olvido un hecho histórico que no se restringe al siglo XIX y que viene a confirmar lo que dice uno de sus personajes: "de una manera u otra, todas las guerras son el resultado de una mentira". Entonces fue el oscuro estallido de un buque. Hace cuatro años fue la posesión de unas inexistentes armas de destrucción masiva. La próxima vez será… no importa qué: siempre se hallarán buenas razones para lanzar los ejércitos a una nueva aventura bélica. Las mentiras son la mejor materia prima para construir los imperios.


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