Actualizado: 18/04/2024 23:36
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CON OJOS DE LECTOR

Un corresponsal de guerra en la Isla

Cuba y el conflicto bélico hispano-americano ocuparon un espacio muy significativo en la vida y la obra literaria de Stephen Crane.

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Seguramente muchos lectores conocen la obra del escritor norteamericano Stephen Crane (1871-1900). La mayoría lo identificará con la novela The Red Badge of Courage (traducida como La roja insignia del valor o El rojo emblema delvalor), que publicó cuando tenía veinticuatro años, y que de inmediato lo catapultó a la fama. Crane, no obstante, es también autor de otras novelas, como Maggie: A Girlf of the Streets y The ThirdViolet; de los volúmenes de cuentos George's Mother y The Open Boat and Other Tales of Adventure; y de una obra poética, de la cual muy poco se ha traducido al español.

Mas para el público norteamericano de su época, Crane era conocido sobre todo a través de su labor periodística. Fue una actividad con la que se ganó la vida casi hasta su muerte, y en la cual se inició a los dieciséis años, cuando empezó a redactar artículos para el New York Tribune. Entonces vivía en Nueva Jersey, su región natal, y en 1891, tras morir su madre (su padre había fallecido varios años antes), decidió mudarse a Nueva York. Allí se vinculó al Sindicato Bachellor-Johnson, para el cual pasó a trabajar como free-lance. Ganaba poco y por eso se vio obligado a residir en los barrios bajos del Bowery. En esa etapa, además de dormir en pensiones siniestras y frecuentar los antros más peligrosos, convivió con estudiantes de arte, y el conocimiento de la pintura impresionista debe haber contribuido, en parte, a su estilo como escritor. El propio Crane le comentó a un amigo: "Fue en el Bowery donde recibí mi primera educación artística".

A la fascinación que sintió por el periodismo, Crane sumó la que desde niño sentía por las historias militares. Incluso de 1888 a 1890 estudió en el Claverack College, una escuela militar. Esa pasión se refleja claramente en The Red Badge of Courage, que tiene como subtítulo An Episode of the American Civil War, y que se considera la primera novela moderna de tema bélico. Está escrita con una concisa verdad que se diría surgida de vivencias autobiográficas, aunque no era así: Crane nunca había visto una batalla, un detalle que ritualmente los críticos han destacado. Tan creíble es su descripción, que en Inglaterra muchos lectores pensaron que el autor era un soldado veterano de aquel conflicto. Éste refutó esa teoría y declaró que la idea de esa obra se le ocurrió cuando se hallaba en un campo de fútbol.

Fue el editor de The New York Press quien le ofreció la oportunidad de presenciar por primera vez una batalla, al proponerle cubrir como reportero la guerra de independencia que tenía lugar en Cuba. Crane aceptó y se trasladó a la Florida. Su plan era entrar clandestinamente en la Isla, llegar hasta los insurrectos y mandar desde allí sus artículos. Era, sin embargo, una asignación muy peligrosa, pues los españoles consideraban a los periodistas norteamericanos como espías. Habían capturado a varios, y uno de ellos, un joven de veintitrés años, había sido asesinado a machetazos. Estaban por otro lado los buques norteamericanos, que patrullaban las costas para hacer cumplir las leyes de neutralidad de Estados Unidos.

Por fin, tras cuatro intentos fallidos, Crane logró embarcar en el Commodore, un barco que llevaba armas y municiones para los mambises, además de un pequeño grupo de exiliados cubanos que regresaban a luchar contra los españoles. Posiblemente lo ayudó el dueño de una fábrica de tabacos de Jacksonville, quien organizaba expediciones de contrabando a la Isla. El Commodore partió en enero de 1897, pero veinticuatro horas después de haber zapado empezó a hacer agua. Los pasajeros y la tripulación lo abandonaron en tres botes. Crane, el capitán y dos marineros fueron los últimos en hacerlo en una chalupa. Pasaron unas treinta horas en el mar, hasta que finalmente consiguieron llegar a tierra, por un sitio cerca de Daytona. Poco antes, uno de los marineros murió.

Según contó el capitán, Crane se comportó como un verdadero marino, y tan pronto se supo que el Commodore había empezado a hundirse fue el primero que se ofreció como voluntario para ayudar. Ese coraje demostrado por él hizo que su nombre apareciese en la prensa y ocupara los titulares de los principales periódicos norteamericanos, pues para entonces gozaba de fama y notoriedad. Él mismo narró lo acontecido en un reportaje que se publicó el 7 de enero en el Press. También lo hizo en Flanagan and his Short Filibustering Adventure, una reconstrucción menos lograda de los hechos. Aquellas treinta horas que pasó en el mar sirvieron además para que el joven Crane viviera una experiencia que lo confrontó con lo que él consideraba la realidad, más intensamente que cualquiera de las experiencias vividas antes por él. Le dio también material para escribir The Open Boat, uno de sus cuentos más celebrados y perfectos, y que Joseph Conrad admiraba mucho.

El percance no lo disuadió de su propósito y trató de hallar otro modo de llegar a Cuba. Mas tras un mes de gestiones infructuosas, abandonó la idea. Ese mismo año partió hacia Europa con Cora, propietaria de un discreto burdel de Jacksonville que pasó a ser su compañera. Su objetivo era reportar la guerra greco-turca para el New York Journal. A pesar de que aquel conflicto bélico tuvo una duración cómicamente breve, le dio la oportunidad de realizar el sueño de presenciar por primera vez una batalla. Crane plasmó sus vivencias en varios artículos, luego en un cuento, Death and the Chile, que puede considerarse un testimonio autobiográfico ficcionalizado, y, por último, fragmentariamente en Active Service, una de sus novelas menos satisfactorias.


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