Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Con ojos de lector

¿Escollos o ardides creativos?

Dos autores de diferentes generaciones apuestan en sus libros por la reactivación de formas poéticas tradicionales como el soneto y la décima.

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Acercamiento innovador a la décima

También Abel González Melo (La Habana, 1980) escogió una forma cerrada para escribir su primera colección de poemas, Temor del que contempla (Casa Editora Abril, La Habana, 2004), a la cual un jurado compuesto por Antón Arrufat, Caridad Atencio y Bladimir Zamora otorgó el Premio Calendario 2002. La estrofa escogida por él es la décima, que desde el siglo XIX ha sido frecuentada asiduamente por los poetas cubanos, y que posee además estrechos vínculos con nuestra música popular. "En las noches de bailongo y guitarreo, se oyen las décimas de El Cucalambé, musicadas como un ensalmo, por gente de nuestro pueblo", recordó Lezama Lima . (A propósito, en Envidia de Adriano, Reynaldo González incluye unas décimas, González incluye unas décimas, Nupcias con el ciervo, dedicadas al autor de Enemigo rumor, y en las que incorpora versos de éste.)

Mas tan pronto inicia uno la lectura del cuaderno (en total, incluye dieciséis textos que ocupan veinticinco páginas), se da cuenta de que el tratamiento que González Melo le ha dado a la décima se aparta un tanto del que tradicionalmente ha recibido entre nosotros. Véase, a modo de muestra, este fragmento que he extraído de Un marco para Walt: "Mi espalda es una ola yerta/ labrada por ti. Me escudo/ tras tu pereza. No pudo/ acallarme su rumor/ deshilachado. El olor/ que desterró no me indujo/ a perseguirte, y condujo/ tu frente hasta mí. Qué honor/ amedrentar apremiante/ tu pie. Qué frágil hechura/ hallé en tu voz, escultura/ perniciosa. Qué alarmante/ poseerte un solo instante".

Quien inicialmente se deje llevar por esa costumbre de leer las décimas entregándose a su natural e intrínseca musicalidad, al querer hacerlo con los textos de González Melo de inmediato se topa con que ese cómodo deslizarse de un verso a otro, como quien se desliza gozosamente por una canal, va encontrando escollos con los cuales no contaba. La idea iniciada en un verso termina a mitad del siguiente, para dar paso ahí mismo a otra nueva. ¿Cómo leer entonces estas décimas que no se ajustan a lo que estábamos habituados? Pues de la manera como nos propone el autor, a quien es evidente anima un propósito innovador.

González Melo debe haber sido consciente de que con ello renunciaba a algunas de las características en las cuales descansa la popularidad de la décima. De ellas, las más notorias son, a mi juicio, la facilidad de poder memorizarla y el don intrínseco de casi escribirse a sí misma, de hablar sola o, para emplear el concepto de González Esteva, de cantar. No parece haber dudado ante eso al escribir T emor del que contempla, en donde además trata temas que son poco usuales en la décima. O como posiblemente opinarán algunos, que son demasiado densos para esa forma estrófica. Mi principal reparo al cuaderno, sin embargo, no va por ahí, sino que tiene que ver con la pretendida profundidad de algunos poemas, y que me lleva a sospechar que albergan más intenciones que contenidos, más simbología supuesta que verdaderas ideas.

Con todo, Temor del que contempla merece ser celebrado como un proyecto atípico, en el que además hay huellas del talento que Abel González Melo ya ha demostrado en otros géneros (el teatro, la narrativa, la crítica). Quien transite por estos poemas deberá reconocer que, más allá de sus imperfecciones, destilan una madurez y un pulso literarios fuera de toda duda. Y seguramente disfrutará también con páginas como De fe e Ingenuidad del teniente, que pertenecen a aquellas en las que mejor se puede calibrar lo que cabe esperar de las próximas incursiones en la creación poética de su autor.


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