Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Música

Intercambio de agasajos

Omara Portuondo y Maria Bethânia: La diva del Buena Vista Social Club y la Abeja Reina de la música brasileña unen sus voces en un disco conjunto.

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Fue en un hotel de Copacabana, en septiembre de 2005, tras una presentación de Omara Portuondo en Río de Janeiro, cuando la también llamada novia del filin le habló a Maria Bethânia de ese sueño que venía tejiendo desde hacía 19 años, cuando la vio por primera vez en un escenario en Cuba. "En aquel momento pensé que tenía que cantar con ella. ¡Qué belleza! ¡Qué temperamento!", recuerda así aquel primer encuentro.

La hermana de Caetano Veloso, que desde un inicio fue receptiva a la propuesta de hacer un disco juntas, recuerda entre risas que su primera impresión de aquel concierto fue chocante, pues "el grupo que se presentó antes había echado agua en el escenario" y ella canta descalza.

En enero de 2007, la cubana volvió a viajar a Brasil para grabar 13 canciones y un poema que, agrupados en 11 temas, serán lanzados este viernes 7 de marzo en Brasil. Coincidiendo con el primer concierto de la gira que comenzará en Río de Janeiro el mismo día y llevará a ambas artistas a ciudades brasileñas, argentinas y chilenas entre los meses de marzo y junio del presente año.

Mantenido con mucho secreto por el sello Biscoito Fino desde su grabación, el resultado es un álbum personal y elegante. "¿Tú me oyes, Cuayo?", seguido de dos "las" en la voz de Omara para probar los micrófonos, ilustran ya en los primeros segundos del disco el carácter familiar que reinó durante las grabaciones, para dar paso a una bonita versión, íntima y a veces susurrada, de Lacho, Facundo Rivero y de Juan Pablo Miranda. En esta canción de cuna, Omara se hace acompañar sólo del cajón de Andrés Cuayo, siendo esta una de las escasas referencias en el disco a la música africana que conforma las raíces musicales tanto de Cuba como de Brasil.

Bethânia responde con Menino grande, un clásico de Antonio María en el que la escuchamos en su mejor forma. Ha comenzado entonces el diálogo, que por suerte no deviene riña, entre la música cubana y la brasileña. Las canciones se van sucediendo a veces en pares temáticos, como lo es el de Palabras, un clásico de Martha Valdés que fue el primer tema que escuchó Bethânia en la voz de Omara, seguido de Palavras, de Gonzaguinha.

La bahiana, que ya escuchaba boleros de niña junto a su madre y que confiesa: "lloro muchas veces cuando escucho a Omara", hace un guiño musical a la habanera interpretando una casi olvidada Arrependimento, de Dolores Durán, como si el mismísimo Lecuona estuviera detrás del piano.

Y aquí se impone el agradecimiento a Roberto Fonseca, un excelente pianista del que mucho oiremos en los próximos años. La respuesta, si bien muestra la imbatibilidad de Omara en un género en el que siempre ha estado en casa, no pudo haber sido menos original que la selección de Mil congojas, un título que repite apenas un año después de su aparición en otra interpretación hecha para el disco Zamazu, de Roberto Fonseca.

La selección de los temas, hecha por ambas cantantes sobre la base de las investigaciones de los musicólogos Rodrigo Faour y Mozá Menezes, cabe ser cuestionada y es el punto débil del proyecto, en el que, por lograr congruencia temática, respetar el deseo de Omara de centrar el repertorio en los años cincuenta y atender a las preferencias de Bethânia, se echó mano de algunos temas ya trillados hasta la saciedad o que, como el anterior, grabados por ellas mismas con anterioridad.

Atinada, sin embargo, sí fue la elección de Para cantarle a mi amor, de la autoría del injustamente olvidado Orlando de la Rosa, que podría considerarse uno de los primeros maestros de Omara durante el paso de ésta por su cuarteto. En esta última las voces alcanzan una simbiosis inusual, para llegar a rozar lo sublime en Você, de Hekel Tavares y Nair Mesquita, el más logrado de los duetos.

En Tal vez, grabada anteriormente por Omara en su disco Palabras, del sello español Nubenegra, la samba y la timba se dan la mano en uno de los pocos arreglos atrevidos, donde resulta conmovedora la intervención de Bethânia, que pone su sello a las improvisaciones típicas del son cubano hacia el final de la canción.

La contrapartida la encontramos en el fraseo de Omara, cercano al rap en Só vendo que beleza (Marambaia), otro clásico brasileño de Rubens Campos. La propuesta concluye con Caipira de fato (Adauto Santos), enlazada con El amor de mi bohío (Julio Brito), en un bien logrado intento de "hacer urbanos" temas tradicionales, el primero dedicado al árido sertão brasileño, el segundo, a la campiña cubana.

A prueba de balas

Las expectativas de las presentaciones en vivo son grandes. A fin de que los conciertos tengan la duración habitual, a las canciones grabadas se han agregado, entre otras, canciones de Chico Buarque y, cómo no, de Caetano Veloso. Hay motivos para ser optimistas por el resultado.

De una parte, cada una tiene en su haber una amplia experiencia escénica a prueba de balas, de la otra está la gran complicidad que establecieron en tan sólo una semana de convivencia en el estudio de grabaciones, como pone en evidencia el DVD que acompaña al CD en una edición especial y se desprende, además, de las entrevistas concedidas en Brasil en los últimos días.

Desde un inicio ha habido un continuo intercambio de halagos. Bethânia considera que "dona Omara" es una de las mejores cantantes que ha conocido "porque tiene una musicalidad, una comprensión, una inteligencia musical que no es muy común". Omara responde que de "la jefa", como la solía llamar durante las grabaciones, le gusta "su manera de decir, el color de su voz, una voz que arropa mucho, que tiene un grosor, una cosa maravillosa".

El vídeo también las muestra en un jardín compartiendo risas y abrazos mientras Omara afirma que Bethânia "es una niña". Una niña de 61 años que nació cuando ella ya daba sus primeros pasos en un escenario y que será ahora quien la lleve de la mano en la gira mientras recorran Suramérica. Es de esperar que, fuera del continente, sea Omara, con más proyección internacional gracias a Buena Vista Social Club, el caballo de tiro de este proyecto.

Los arreglos, tanto del disco como de la gira, a cargo de Jaime Alem, que lee los pensamientos de Bethânia desde hace más de 20 años, y del guitarrista Swami Jr., director musical de Omara, han sido dibujados con técnica de filigrana "con mucho respeto hacia la música brasileña y mucho respeto hacia la música cubana", en palabras de Bethânia, para lograr la pureza y la sencillez que cedan el protagonismo de esta producción a dos voces excepcionales.

El disco es, en resumen, la materialización de un sueño, un intercambio de agasajos musicales a sí mismas, en el que cada una de las divas ha permitido a la otra la entrada a su universo afectivo y musical, a la vez que rinden homenaje a su música. Es de agradecer que si bien esto es una celebración, el resultado no peque de autocomplacencia. Este tipo de colaboración, por lógica que parezca, es algo inusual que debería suceder con más frecuencia entre dos países que no serán las dos alas de un mismo pájaro pero tienen mucho en común.


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