Actualizado: 23/04/2024 20:43
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La biblioteca forrada

Censura y simulación: ¿Ni un libro escondido más, ni una palabra silenciada más?

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La generación forrada

Cuando leí los libros, poco a poco venía deshaciendo estas preguntas: ¿Eran todos tan buenos como para haber fundado ese mito? Si eran tan buenos, ¿qué podía justificar su censura? ¿La persona o sus contenidos? ¿Se puede prescindir de esos autores y esos títulos en Cuba toda la vida?

Las cosas han cambiado. Mi madre, antes de perder la memoria (murió de Alzheimer), me contó que varios de los alumnos que se graduaban en la Universidad hacían sus tesis sobre esos libros prohibidos. Me comentó además que algunas de las personas que dirigían la política cultural en Cuba gustaban de las obras de autores como Cabrera Infante, Reinaldo Arenas, entre otros. Mi cabeza cada vez entendía menos el porqué de este escondite eterno dentro de "El nido" de mi madre. Es el miedo, el miedo que lo confunde y lo enrarece todo.

La mañana en que conocí a Eliseo Diego tenía ocho años y le pregunté a mi madre: "Mami, ¿él escribe libros 'forrados'?". Mi madre me contestó: "No, él escribe poemas para recitar de memoria, aunque perteneció, lo sé, a una generación forrada".

Su hijo, Eliseo Alberto Diego, descendiente del linaje Orígenes, ha escrito y editado varios libros "forrados".

Estamos en el minuto de desnudar los libros. Es el momento de hacerlo. Nuestras peticiones, nuestras plegarias, nuestras cartas, nuestros propios libros escritos desde la Isla los van desvistiendo. El hecho de que yo misma escriba esta reflexión viviendo en Cuba ayudará, gota a gota, a desnudar los libros. A dejarlos sobrevivir en las aduanas, a ser editados en Cuba.

Los nombres marcados, espero sigan diciéndose en alta voz como en la pasada Feria del Libro de La Habana. Porque los trapos sucios se lavan en casa, he dicho siempre a mis amigos, a mi madre, a quien me ha preguntado en mi país: ni un libro escondido más, ni una palabra silenciada más. Ese es mi mayor deseo como ciudadana.

'Desde la nada no temo a nada'

Hace un año advertí con pánico en Barcelona el profundo rastro que nos ha dejado la prohibición a los más jóvenes. En la exposición del artista visual cubano residente en la Isla Wilfredo Prieto (Sancti Spíritus, 1978), el artista se hizo construir una biblioteca blanca, una biblioteca donde libros, papeles, documentos, lomos, solapas; todo estaba completa y absolutamente en blanco.

El mobiliario listo para leer, listo para informar, en cambio, nada aparecía en su interior. Sobre este ejercicio de silencio literario ha dicho el critico catalán Martí Perán: "¿Nada está verdaderamente escrito o por el contrario o es una escenificación de la escritura de la Nada?; la existencia de tipologías —una biblioteca—, ¿garantiza por sí misma el acceso a contenidos? O, por el contrario, ¿toda estructura predeterminada censura la posibilidad de generar una experiencia libre y subjetiva?".

Enmudecí al ver aquel "borrón y cuenta nueva" de Wilfredo Prieto, repito que es nacido en 1978, que incluía en su trabajo la aguda aniquilación conceptual de culpas por lectura. Muertos los antecedentes diabólicos con textos listos para no ser leídos, acabó con la sospecha. Desde la nada no temo a nada.

Abriendo cajones de tal biblioteca, donde nadie nos dice una palabra, hojeando libros donde alguien nacido en Cuba a finales de los setenta y hace "silencio" te entrena en estado de mutismo, entras en estado de horror.

No podemos dejar la mente en blanco. Antes era prohibido, ahora debe ser natural encontrarnos un libro de los autores que mencioné.

Mi biblioteca ya está desnuda. Mi madre, antes de perder la memoria, me permitió develar las carátulas originales. ¡Qué maravilla poder mirarlas! Leo a los clásicos del exilio, como leo a los clásicos que viven y mueren en la Isla.

No hay dudas. Un buen libro nació para ser editado en su mercado natural, la patria de origen, el sabor de origen, el olor y el tacto para el que fue pensado. Un libro nació para ser leído dondequiera que se encuentre.

Los libros camuflados pasen ya de una buena vez a la línea frontal. Pasar el dedo por el desnudo lomo y elegir, elegir, que es el mandamiento fundamental para alguien que desea escuchar y ser escuchado libremente.

Y para finalizar… al estilo nacional: ¡Abajo los libros forrados!


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