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Cine portugués, Cine, Arte 7

La estética de la miseria

Este es el filme de mayor contenido dramático y con más elementos de ficción de este director. Pero la fuerza se la da la composición de las imágenes

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Es difícil describir el cine del portugués Pedro Costa, uno de los cineastas más originales de los últimos veinte años. Su ritmo lento, que va permitiendo la composición de la imagen; el uso de actores no profesionales; la filmación con cámara digital (“de las que puedes encontrar en un supermercado”, según el propio Costa) y la falta de dramatismo intencional en su argumento, son algunas de los elementos que componen su estilo.

Sus personajes son seres que están al margen de la marginalidad. Centra sus obras en el distrito de Fontainhas, que es un área muy pobre de Lisboa, en donde la mayoría de sus residentes son los inmigrantes de Cabo Verde, quienes son por lo general sus actores. Pero Costa no intenta sermonear sobre la miseria ni sobre el contexto social que la produce. Tampoco pide lástima por el inmigrante. Se limita a exponer con fluidez fragmentos de la vida cotidiana de los mismos. No apela al victimismo.

Este estilo peculiar lo ha venido desarrollando y perfeccionando desde que filmó In Vanda’s Room (2000), aunque ya había realizado otros dos largometrajes anteriormente. Sus personajes se explayan ante la cámara y Costa logra que lo hagan con una naturalidad que los hace parecer que están a nuestro lado, o nosotros al suyo. Siguió con Colossal Youth (2006) y luego con Horse Money (2014), que es el germen de su filme más reciente, Vitalina Varela (2019).

Vitalina es el nombre del personaje central y de la actriz que lo protagoniza. Ella viene al funeral de su esposo Joachim, quien la había dejado 25 años atrás en Cabo Verde, prometiéndole que pronto le enviaría el boleto de avión para reunirse con él en Lisboa. Vitalina llega tarde al funeral. Desde que aterriza le advierten que regrese a su isla. Cuando llega a la vivienda de Joachim se da cuenta de que en la miseria en la cual sobrevivía, le era imposible mantenerla en Portugal. Se va enterando además de que su marido lleva una doble vida. Tenía otras mujeres y estaba enredado en negocios ilícitos. Enfrenta el dilema de qué hacer con la “casa” y las posesiones del difunto, si regresar o no a Cabo Verde.

Mientras esto sucede, va conociendo a los diferentes personajes que rodearon a Joachim, incluso los que le ayudaron cuando estaba ya muy enfermo y al cura de una desvencijada iglesia, un hombre casi sin fe, quien se revitaliza al obrar la oración fúnebre por Joachim y a quien Vitalina parece mostrarle una vitalidad perdida.

Este es el filme de mayor contenido dramático y con más elementos de ficción de este director. Pero la fuerza se la da la composición de las imágenes. Hace posar muy deliberadamente a sus actores, sin que pierdan la espontaneidad. Hay imágenes que parecen salidas de un Rembrandt, aunque también de John Ford o de Mizoguchi, solo que sumidos en las sombras. Es impresionante el uso que le da a la oscuridad, cómo es capaz de lograr encuadres de gran fuerza expresiva con apenas un pequeño fulgor.

En sus filmes anteriores la desesperanza dominaba a sus personajes. En Vitalina Varela, hay una aceptación de la necesidad de continuar luchando por la vida, aunque sea dentro de las peores circunstancias. Los personajes entienden y asumen sus limitaciones. Hay algunos toques de un humor negro y sutil, como cuando Vitalina, meditabunda, toma una ducha y le cae un pedazo de techo en la cabeza.

En esta película resulta muy importante la actuación de Vitalina Varela, la “actriz”. Es una mujer de gran fuerza expresiva, que llena cada imagen en que aparece, se impone ante la cámara y, quizá porque se actúa a si misma, da todos los matices de los sentimientos del personaje y conmueve con facilidad. El personaje del sacerdote es protagonizado por Ventura, un veterano de las cintas de Costa, que esta vez interpreta un personaje ficticio.

La fotografía de Leonardo Simoes, quien ha trabajado con Costa en sus tres últimos filmes, es extraordinaria y fundamental en la creación de una estética de la miseria que le otorga vida a la trama. Es increíble lo que logra con una vulgar cámara digital. Costa trabajó el guion con Vitalina, quien le aportó los datos de su realidad que el director convirtió en ficción.

Costa es un hombre dedicado a su arte, que hace cine para expresar su visión como creador sin hacer concesiones comerciales. Su persistencia y compromiso son admirables. Dicen que es un gusto adquirido, de cierta forma lo es, pero más que eso es un privilegio conocer su obra, porque a uno lo hace sentirse como parte del club de los happy few. Me pregunto cuánta gente ha visto sus películas. No le interesa hacer promoción. Baste notar que su filme Horse Money tuvo un presupuesto de 100.000 euros y que sus cinco últimos trabajos han recaudado un total de 78.000 dólares en la taquilla en todo el mundo, de los cuales Vitalina Varela es responsable por 55.000 dólares (desconozco el presupuesto de sus otros filmes, que no es fácil encontrar), y eso gracias a que ha sido exhibida en el Sundance Film Festival.

Vitalina Varela (Portugal, 2019). Dirección: Pedro Costa. Guion: Pedro Costa y Vitalina Varela. Director de fotografía: Leonardo Simoes. Con: Vitalina Varela, Ventura y Manuel Tavares Almeida. Se exhibe en streaming gracias a la iniciativa de los cines alternativos junto con las distribuidoras, en este caso con Grasshopper Film.


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