Actualizado: 25/04/2024 19:17
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CON OJOS DE LECTOR

La imagen como motor de la historia (I)

Se cumple medio siglo de la publicación de 'La expresión americana', una visión sorprendente y sugestiva del complejo proceso cultural de América.

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Al causalismo histórico opone una causalidad poética

Lezama Lima defiende la imagen como factor esencial y motor de la historia, como una metáfora de la misma historia que la determina y de la cual pasa a ser partícipe. A partir de esa concepción, inventa una nueva manera de interpretar el mundo americano, que al causalismo histórico opone una causalidad poética. Lo que propone es, como expresa Irlemar Chiampi, dibujar una "historia poética", bajo la forma de una red de imágenes que diseñan la Imago del hombre americano: "Historiar, no los hechos, sino la imagen poética subyacente a los hechos, es el proyecto de ese libro singular para indicar una suerte de americanidad ejemplar, que Lezama ve inscrita en múltiples expresiones culturales (las mitologías, la literatura, las artes plásticas, la política o la biografía de ciertos americanos)".

De ello resulta una obra híbrida que, como discurso teorético, participa de la historia intelectual de nuestra cultura, al mismo tiempo que se vale de elementos de elaboración imaginaria propios de la literatura. En el camino que sigue a lo largo de más de un centenar de páginas, Lezama Lima se desvía parcialmente de su propósito en algunas ocasiones. Asimismo su estilo, siempre deslumbrante, llega a hacerse fatigoso en algunos pasajes y sus "reversos enigmáticos" pueden provocar en el lector cierta incómoda perplejidad. Esas dificultades se notan sobre todo en Mitos y cansancio clásico, el ensayo inicial, lo cual hace que no siempre resulte clara la exposición de una propuesta teórica ya de por sí intrincada.

A ese ensayo sigue, sin embargo, La curiosidad barroca, uno de los más hermosos e inspirados de todo el libro. En él además, lo ha hecho notar Oscar Collazos, el proyecto teórico y el desarrollo expositivo se cumplen de modo convincente. No es casual ni debe sorprender la inteligencia y penetración que Lezama Lima pone de manifiesto en esas páginas dedicadas al barroco, puesto que fue un estilo artístico y literario que él mismo asimiló y adoptó en su obra poética y narrativa. En este ensayo hace una defensa apasionada y lúcida del barroco como una manifestación que nos da ya carta de ciudadanía universal, y le reconoce su importante papel en el nacimiento de la cultura mestiza americana. Nuestro señor barroco, afirma, constituye el "auténtico primer instalado en lo nuestro", el "primer americano que va surgiendo dominador de sus caudales". Identifica además dos rasgos que singularizan a nuestro barroco y que hacen del mismo un estilo en decadencia sino en plenitud: la tensión y el plutonismo.

Como primeros exponentes del sincretismo, Lezama Lima se ocupa extensamente de dos escritores (Sor Juana Inés de la Cruz, Carlos de Sigüenza y Góngora) y de dos escultores (el indio quechua Kondori, el mulato brasileño Aleijadinho). En su análisis de los dos últimos, resalta el carácter del barroco como "arte de la reconquista", mediante el cual los artistas se insertan en la rebelión política. Al recibir esa herencia, los artistas americanos la devuelven enriquecida tras el paso por el "horno transmutativo de la asimilación". Eso lo lleva a concluir: "El barroco como estilo ha logrado ya en la América del siglo XVIII, el pacto de familia del indio Kondori y el triunfo prodigioso del Aleijadinho, que prepara ya la rebelión del próximo siglo; es la prueba de que se está maduro ya para una ruptura. He ahí la prueba más decisiva, cuando un esforzado de la forma, recibe un estilo de una gran tradición, y lejos de amenguarlo, lo devuelve acrecido, es un símbolo de que ese país ha alcanzado su forma en el arte de la ciudad".

En El Romanticismo y el hecho americano, Lezama Lima continúa desarrollando su tesis de que las revoluciones se inician en las manifestaciones artísticas. Para apoyar sus ideas, escoge a tres revolucionarios precursores que para él representan el paradigma de la americanidad: Fray Servando Teresa de Mier, el cura herético e irreverente, "a horcajadas en la frontera del butacón barroco y el destierro romántico"; Simón Rodríguez, "el ejemplar de individualismo más sulfúrico y demoníaco"; y Francisco de Miranda, "el primer gran americano que se hace en Europa un marco apropiado a su desenvolvimiento". En lugar de haber optado por figuras como las de Simón Bolívar, San Martín o Morelos, elige esos tres personajes y destaca en ellos sus vidas rocambolescas, sus destinos marcados por "el calabozo, la ausencia, la imagen y la muerte", es decir, por valores negativos.

A pesar de que en todo momento es fiel a la verdad histórica, revela zonas escasamente divulgadas de los tres, descubriéndonos en ellos "ocultas sorpresas muy americanas". En esas páginas, llenas de atisbos e ideas sugerentes, Lezama Lima logra una espléndida galería de retratos, trazados con pinceladas certeras y vigorosas e iluminados por la poesía. He aquí, a modo de ejemplo, este fragmento: "Simón Rodríguez tenía algo del Aleijadinho pedagógico. Era feo, excesivo y autoritario. Ya en su vejez la ternura de una india boliviana le da hijos, cuidados y el recuerdo de la patria. Para educar y formar se aprovecha de un cinismo fuerte y no del espíritu evangélico. Sigue la trayectoria del individualismo prerromántico, con los necesarios toques de cinismo roussoniano. Desavenencias paternales, la reclamación yoísta de las dos sangres formadoras, le dan sus primeras rabias. Se jura en la venganza del trueque de apellidos".

Saúl Yurkievich ha comentado que los retratos de La expresión americana (a los de Fray Servando, Simón Rodríguez y Francisco de Miranda debe sumarse el del Aleijadinho) son extraños, parabólicos, hagiográficos ("con algo de vida de santos"). Y añade que, "por momentos demonológicos, por momentos angiológicos, están infusionados de fantasmalogía medieval; son retratos humorales, retratos —sobre todo los románticos— de posesos por alguna de las potencias del alma".


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