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Cine, Arte 7

La mente esclava

The Master es una película cuyo título y promoción son engañosos

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Paul Thomas Anderson debutó como director por la puerta ancha con su largometraje Hard Eight (1996), un excelente thriller narrado en tono menor, que se desarrolla en el submundo de los casinos de Reno. Demostró tener un talento extraordinario para visualizar y narrar la decadencia. Esto lo confirmó en su segundo largometraje, Boogie Nights (1997), otra joya ambientada esta vez en el mundo del cine pornográfico. Anderson lo penetró con humor, con drama y con un enfoque novedoso que nunca antes se le había dado a ese entorno.

En sus largometrajes siguientes hizo un giro intimista, cargado de surrealismo y se enfocó en las truculencias de la mente humana. Magnolia (1999) y Punch-Drunk Love (2002) no tuvieron el agarre de sus películas anteriores. La introspección no parece ser lo suyo. En el año 2007 realizó There Will Be Blood, otra aventura a través de la mente y las emociones humanas que acaparó premios en varios festivales internacionales, fue considerada como la mejor película del año y le valió a Daniel Day-Lewis un Óscar de actuación principal y también el premio de mejor actor que concede el BAFTA, la versión inglesa de los óscares. No me apunto entre los admiradores de este filme, pero con su escalada de solemnidad y gravedad temática, Anderson se convirtió en un “autor serio”, que se toma su tiempo entre películas y cuyas producciones se encuentran entre las más esperadas del cine americano.

Con su más reciente filme, The Master (2012), acaba de arrasar en el Festival de Venecia, donde fue alabado por los críticos y se alzó con el premio de la FIPRESCI, el León de Plata al mejor director y el premio Volpi de actuación compartido a sus dos estrellas, Philip Seymour Hoffman y Joaquin Phoenix. También la llenaron de elogios todos los que la vieron en el recién finalizado festival de Toronto.

The Master vino precedida de una gran publicidad, ya que se decía que el argumento y el personaje central estaban basados en L. Ron Hubbard, el fundador de la Cientología y creador de la dianética, organización y credo que han cobrado un carácter mítico debido a que a ella pertenecen y en el creen muchas estrellas del cine, entre los que se cuentan Tom Cruise y John Travolta. Alrededor de ella se tejen leyendas de conspiraciones y ejércitos secretos, de fondos de dinero insospechados y se le atribuye un poder que asusta si uno cree todo lo que se dice. La dianética es una seudociencia muy atractiva, que mezcla hábilmente el psicoanálisis con los descubrimientos neurológicos de la época y con elementos de universalismo religioso, que puede confundir al más brillante. Recuerdo que en Cuba, a finales de los años setenta se formó un grupo encabezado por el escritor Miguel Sales, muy joven entonces, que realizaba reuniones de discusión en algunas de las cuales participé como observador. Entonces cualquier cosa nos parecía más interesante que el castrismo. El ojo avizor de la seguridad del Estado terminó diluyendo al grupúsculo.

Pero verdaderamente la película tiene muy poco de eso. Lancaster Dodd, el personaje que interpreta Philip Seymour Hoffman, es ciertamente el líder de un culto, que como Hubbard, publicó “El Libro” que va a revolucionar la salvación del alma humana mediante la regresión mnemónica, que al igual que Hubbard se vende como científico, filósofo, escritor y psicólogo, y que dice tener un bagaje mucho mayor del que se le conoce. Pero esto lo puede conectar con muchos otros líderes de carácter totalitario y de control carismático. Sus parecidos pueden emparentarse también con rasgos de David Koresh, James Jones, Josef Stalin y hasta Idi Amin. Anderson se las arregla para humanizar al personaje de manera creíble y Hoffman encarna magistralmente su papel, regulando la sobreactuación a la que se ha hecho adicto, a pesar de ser un gran actor, un camaleón de primera.

Pero la película no es en realidad sobre el líder. El título y la promoción son engañosos. El personaje que más le interesa a Anderson es Freddie Quell, excelentemente interpretado por Joaquín Phoenix. Un alcohólico inclinado a perretas maníaco-depresivas que lo resuelve todo con la violencia. Un ser tremendamente predecible que desde el principio se nos presenta como un alma errante en busca de un guía. A pesar de la muy buena actuación de Phoenix, el personaje termina siendo demasiado estereotípico y esto lastra al filme.

Anderson se centra en la relación entre Dodd y Quell, amo y esclavo. Su interés se inclina más por los meandros de la mente esclava o necesitada de esclavitud, pero que muy a pesar suyo nunca puede ser completamente domesticada. Esta relación presenta un carácter eminentemente homosexual y es una lástima que Anderson deambulara entonces a escenas sobre el culto y la obediencia de sus miembros, porque si hubiese elaborado más a fondo esa relación la película hubiera sido mejor. A la larga el filme no dice nada sobre el culto ni sobre la relación y termina ahogándose en un melodrama que si bien controla sus aspectos melosos, la convierte en el cine convencional que desde el principio trata de evitar. Al final no convence ni trasciende.

El director muestra su garra y su peculiaridad. No solo la música y la fotografía son excelentes, sino que los encuadres, las secuencias y los planos que utiliza Anderson nos dan un sentido diferente de la realidad que enfoca, que por mucho que la hayamos visto antes, y muchas situaciones son familiares, nunca las habíamos visto desde la perspectiva visual con la cual las presenta. Anderson sigue siendo un artista original, incluso aunque no logre lo que se propone. O quizá su interés es solamente habitar su propia visión de las cosas.

The Master (E.U.A 2012). Guión y dirección: Paul Thomas Anderson. Director de fotografía: Mihai Malaimare jr., Música:Jony Greenwood. Con: Philip Seymour Hoffman, Joaquín Phoenix y Amy Adams.

De estreno en todas las ciudades de los Estados Unidos.


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